La razón o la fuerza, por Rafael A. Sanabria M.
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«La verdad es que no hay verdad»
Pablo Neruda
«El débil nunca puede perdonar.
El perdón es atributo del fuerte»
Mahatma Gandhi
Algunos niños cuando llegaban llorando a su casa eran castigados «para que aprenda a defenderse» por sí mismo. Otros eran interrogados así: «¿Y tú qué le habías hecho? ¡Algo le hiciste!».
En graves conflictos actuales se debería hacer la misma pregunta: «Y ustedes que les habían hecho», para ir a la raíz del problema. Pero no buscan la solución real, prefieren disfrazarse de víctimas para golpear mejor, así logran convertir el problema en crónico.
Hay guerra en el Medio Oriente o mejor dicho en estos momentos vemos el fuego de un volcán que siempre ha estado allí. ¿Quién tiene la razón y quién la fuerza?. Acá en Venezuela, en cuestión de días posiblemente se acelerarán las disputas entre gobierno y oposición con miras en las elecciones. ¿Quién tiene la razón y quién la fuerza?
¿Hubo una conquista de América o una colonización? O fue un proceso civilizatorio o invasión o genocidio y destrucción. El etiquetado que le demos a cada hecho depende más de nuestra formación previa que de nuestro análisis, aun con impecables razonamientos.
Pese a nuestra larga carga de historia y civilización, oímos constantemente de limpieza étnica, guerras preventivas, muertes colaterales, terrorismo (los contrarios, los nuestros solo se defienden aunque hagan lo mismo), falsos positivos.
Estamos inmersos en un mar de ensangrentados eufemismos, de propaganda y noticias que desinforman, pero no resuelven los conflictos, solo los disfrazan para tranquilizar conciencias.
Ocultar la verdad no resuelve los conflictos y por eso se eternizan. Decía la filósofa Hannah Arendt: «La mayor falacia es creer que la verdad es el resultado de la reflexión. La verdad es el principio del pensamiento: pensar carece de resultados». La verdad (que creemos) se asienta en quienes somos más que en hechos. Por ejemplo, si alguien es de izquierda tiende a reconocer las razones de los palestinos y si se inclina por el libre mercado tiende a creer que es Israel quien está en su derecho.
En la Edad Media el pueblo judío fue objeto reiterado de las más atroces y crueles afrentas. Fue un indecible su sufrimiento. Hitler subió al poder con la ayuda de las mismas organizaciones que persiguieron a los judíos tantos siglos antes. Los campos de concentración nazis repitieron, de manera modernizada toda la inhumana ignominia. Pero no solo los alemanes, por ejemplo en Ucrania, grupos locales tomaron la iniciativa en su persecución y muerte.
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Casi toda Europa tiene eso en su conciencia, ¿Será por eso que se hace la vista gorda cuando los perseguidos se convierten en los nuevos perseguidores? ¿Si entonces los judíos hubieran tenido éxito en sublevarse a los nazis, los llamarían terroristas? ¿El movimiento por la fundación del Estado de Israel que, hace unos 90 años, voló el mayor hotel de Jerusalén, puede considerarse un legítimo movimiento independentista y de liberación o unos terroristas?
En el plano nacional, con un conflicto muy leve, en comparación, también ha habido de lado y lado, sangre, razones supuestamente impecables, derechos violados y juramentos hasta la muerte. Hay posiciones tomadas previamente, ésas son las más inflexibles para atrincherar posiciones e intereses.
En el conflicto de Israel necesitamos ver a los individuos, unos y otros nacidos en una familia y una comunidad que no escogieron, con el futuro signado antes de ver la luz, pero todos y cada uno tienen el derecho a desarrollarse y ser feliz y productivo. ¿Cuántos han muerto la semana pasada, cuántos en los últimos 12 meses, de lado y lado?
La gran fuerza de ataque palestina, que aparentemente pasó desapercibida para el híper tecnificado ejército de Israel, permite deducir que toda la población palestina estuvo de alguna manera involucrada. Ellos sabían, lo sabemos todos, que al final serían vencidos, aplastados. Que era un suicidio. Y como todos los suicidas tienen un mensaje muy importante que dar, a costa inclusive de la propia vida. Ese único mensaje es «si no me dejas vivir tranquilo, tú tampoco podrás». Ami Ayalon, ex jefe del servicio secreto israelí lo resumió así: «Tendremos seguridad cuando ellos tengan esperanza».
Los palestinos y judíos deben estar dispuestos a vivir en paz unos con otros. Y, es fundamental, debe eliminarse ese ignominioso apartheid que pesa sobre los palestinos. Si lo quieren se puede.
En el caso de Venezuela, la oposición debe reconocer la parte buena y leal que hay en el gobierno y tratarlo con, por lo menos, el mínimo respeto que es necesario. El gobierno debe reconocer la parte buena y leal que hay en la oposición y tratarla con el debido respeto.
Quizá la solución a los conflictos se alcance cuando renunciemos a nuestra verdad por una verdad viva, cambiante, general, más verdadera.
La verdad es de todos o no la hay.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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