La reconstrucción de relaciones entre Venezuela y Colombia, por F. Sánchez y F. Alfaro
Twitter: @franciscojoseap y @franja1
La erosión del orden democrático y la autocratización de los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro es la causa del conflicto político en Venezuela. Un conflicto crónico, inextricable, multidimensional que ha implicado la activación de numerosos mecanismos alternativos de diálogo y negociación y que, ante la imposibilidad de su resolución o transformación, ha generado trágicas consecuencias, tanto en el país como en la región.
Esta deriva autoritaria, denunciada por la Organización de Estados Americanos en el año 2016, tuvo consecuencias en el deterioro de las relaciones entre Colombia y Venezuela hasta llegar al punto de su ruptura en el año 2019 y al cierre previo de los pasos fronterizos formales en 2015. La situación de gobierno dual en Venezuela a partir del año 2019, la migración de dos millones de venezolanos a Colombia y el apoyo de este país para la investigación desarrollada por la Corte Penal Internacional, llevaron a una agudización del conflicto y al bloqueo de los pasos formales entre ambos países.
Con la llegada de Gustavo Petro al poder en agosto de 2022, Colombia da un giro de 180 grados en la política exterior hacia Venezuela e inicia un proceso de normalización de relaciones diplomáticas, comerciales y consulares. Sin embargo, ha dejado por fuera de manera deliberada temas cruciales en materia política, humanitaria, de derechos humanos y migratoria que han encendido las alarmas de académicos y activistas.
Consideramos que existen tres puntos indispensables para que el restablecimiento de las relaciones entre ambos países sea viable y sostenible, en el marco de una perspectiva democrática y de derechos humanos: reconocer la existencia del conflicto político en Venezuela, producto del socavamiento democrático, de lo contrario, el restablecimiento de relaciones normaliza la existencia del autoritarismo.
Reconocer las consecuencias del conflicto: una emergencia humanitaria compleja caracterizada por la violación masiva de derechos humanos, incluso posibles crímenes de lesa humanidad, como señala las Naciones Unidas, la más grande migración forzada global y la regionalización de sus consecuencias, la fragilización del Estado, entre otros.
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Y tercero, mantener la perspectiva democrática y de derechos humanos: el respeto a la soberanía y el principio de libre determinación son principios fundamentales del Derecho Internacional, pero su complemento indispensable son los derechos humanos y el respeto a la democracia, como establece la Carta Democrática Interamericana suscrita por los países miembros de la OEA. Los primeros sin los últimos, abren la puerta a la relativización y la normalización de atrocidades con la excusa de la no injerencia. En Venezuela, el respeto a la soberanía pasa por restituir las capacidades del soberano, que es el pueblo venezolano, para elegir y determinar su destino.
En estos dos meses de la administración de Gustavo Petro, alarma la forma en que se han restablecido las relaciones. La actitud del embajador Armando Benedetti, omitiendo deliberadamente la existencia del conflicto político y sus consecuencias, es despectiva con el sistema democrático, ofensiva con los venezolanos y negacionista con las víctimas y la tragedia que se ha vivido en los últimos años.
La reapertura comercial de los pasos formales de frontera por Táchira y Norte de Santander dejó a un lado a los ciudadanos comunes, quienes a duras penas pueden movilizarse peatonalmente.
Por otra parte, si bien la mayor parte de los venezolanos quieren soluciones a los problemas, entre ellos los relacionados con la economía y lo social, también es cierto que la mayoría sigue apostando a una solución pacífica y democrática al conflicto político en Venezuela. Preocupa el silencio de los empresarios con respecto a estos temas. Si bien este sector no es el llamado a resolver lo político y su foco debe centrarse en la formalización de las relaciones económicas y comerciales, la actitud tampoco puede ser la de mirar hacia otra parte como si en Venezuela no hubiera pasado nada. Asimismo, preocupa el silencio de parte de la dirigencia política que, con excepciones, ha preferido no pronunciarse.
El 13 de septiembre de 2022, Petro solicita a Maduro que Venezuela se incorpore como garante del proceso de paz con el Ejército de Liberación Nacional. Pide el apoyo para la consolidación de la paz y el fin del conflicto armado en Colombia, pero su ofrecimiento ha venido de la mano de omitir el conflicto político venezolano y las causas del mismo. Apostar a una paz a costa de la normalización de la violencia en el país vecino no es realista ni sostenible en el tiempo.
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Tal como lo señalan informes de InsightCrime e International Crisis Group, un régimen híbrido como el venezolano, que se apoya en la feudalización de territorios, con el apoyo y/o la anuencia de grupos estatales y no estatales para el mantenimiento del poder, depende en gran medida de estos para su subsistencia en el tiempo. En ese sentido, una solución sostenible del conflicto armado colombiano pasa por la promoción de una solución democrática al conflicto y la reinstitucionalización en Venezuela. En definitiva, el relacionamiento estatal entre los dos países pasa por no negar ni omitir la terrible situación venezolana.
Francisco Javier Sánchez C es abogado. Dr. (c) en Estudios Políticos, investigador del Centro de Estudios de Fronteras e Integración (CEFI), Universidad de Los Andes. Venezuela
Francisco Alfaro Pareja es politólogo. Dr. en Estudios Internacionales de Paz, Conflicto y Desarrollo. Investigador externo del Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Simón Bolívar. Venezuela.
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