La reelección como problema, por Luis Ernesto Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
América, un continente lleno de diversidades que le han permitido permanecer y crecer bajo esas circunstancias, que en la mayoría de los casos hacerlo por su aceptación y valoración, tanto en lo social, cultural y por qué no, en lo político. Para bien o para mal, sus diferencias internas se han manejado mucho mejor que en otros continentes, pese a las etapas vividas entre el siglo XVIII y muy buena parte del siglo XIX. De allí que pueda decirse que en América los colores, las voces y lo que ha estado relacionado con lo diferente, ha contribuido en su evidente estructura social.
Pero, qué ha ocurrido con la diversidad americana en lo político, sobre todo en las últimas décadas del siglo XX, cuando se comenzó a abandonar la idea del “gendarme necesario”, aquella vieja tesis de Laureano Vallenilla Lanz, para abrirse hacía el sistema democrático como forma de gobierno. De esta etapa, hay mucho sobre qué comentar, sobre todo por la herencia política que esos periodos dejaron en el centro y sur de nuestro continente. Siendo la más arraigada, la creencia de que hay que recurrir a la autoridad para que las cosas cambien, abandonando todo el poder de decisión y solución a una tiranía, junto a sus nuevas formas.
Estas nuevas formas tienen que ver, entre otras, con la manipulación y control de los sistemas judiciales, y de esa manera administrarla bajo el criterio de un solo individuo y sus intereses. Ya en mando de lo judicial, el siguiente paso podría derivar a la fase favorita de todo aspirante a autócrata o tirano: la permanencia en el poder por largo tiempo.
En nuestro continente se ha venido perdiendo la administración balanceada del voto por parte de los ciudadanos y en los últimos años se ha entregado el control absoluto al mandatario, al llevar a sus aliados a las sillas (curules) de los diferentes cuerpos desde donde se emana todo lo que respecta a la ley que son los organismos legislativos. Para cuando lo logran, tratan de poner en práctica la modificación de las constituciones, o bien por la vía de lo representativo o llamando a crear una Asamblea Constituyente u organización que se encargue de presentar cambios, o, incluso, una nueva Constitución.
Todo apuntando más hacia un exclusivo punto de modificación constitucional, si no existiera, que al final ha derivado en una distorsión siniestra del poder y por añadidura un grave problema para la democracia: la reelección.
La reelección en nuestros países ha representado el peor de los instrumentos que se ha habilitado desde las constituciones, al termino que hoy día, lo que fue imaginado como una ventaja para darle continuidad a una gestión beneficiosa para el crecimiento de algún país y una mejor calidad de vida para sus ciudadanos, ha tenido como consecuencia un instrumento de uso y abuso del poder.
En la mayoría de los casos, los legisladores han concebido la reelección como algo positivo para la democracia, ya que puede entregar el beneficio de mantener a un buen gobernante y sus planes de trabajo. Por otra parte, puede brindar la posibilidad de madurar al ciudadano en su percepción sobre la democracia como sistema de oportunidades y desarrollo. No obstante, ella misma tiene en su práctica todo lo contrario. La mayoría de las reelecciones, han resultado, sino una calamidad, una muy mala experiencia para los países que la poseen.
Debemos aclarar que se han experimentado reelecciones muy positivas en nuestro continente. Pero no todo ha resultado de esa manera. Hay algunos casos que podemos citar, pero para no crear la idea ni entrar en conclusiones, inclinaciones o favoritismos políticos, dejaremos que cada uno de los lectores asuma sus deducciones sobre esos mandatos.
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El continente americano posee la variedad en cuanto a la reelección. Es decir, están aquellos países que la prohíben de forma absoluta, entre los cuales se encuentran Colombia, México, Guatemala y Paraguay; los que prohíben la inmediata: Chile, Costa Rica, Haití, Panamá, Perú y Uruguay; los que permiten la reelección inmediata: Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, El Salvador y Estados Unidos (este poseía la reelección indefinida hasta la promulgación de la vigésima segunda enmienda en 1951) y por supuesto, los que permiten la indefinida encabezados, lógicamente, por Cuba, Venezuela y Nicaragua.
La mayoría de los mencionados, con excepciones, poseen una Constitución que define claramente la posibilidad de una reelección, aunque ellas han sido modificadas en el transcurrir de la historia. Todos sus constituyentes pensaron, originalmente, en la continuidad como una oportunidad para el fortalecimiento de la democracia, ya que serían los mismos ciudadanos quienes decidirían sobre el futuro del país en los procesos electorales.
Pero es en ella, en la Constitución, desde donde se han originado los actuales problemas por los que atraviesa la democracia moderna. Y para hablar de ello, nos atrevemos a fijar esos problemas desde la aparición del autócrata más evolucionado (en lo negativo) que ha aparecido en el continente: Hugo Chávez. Este dictador moderno, encontró lo que otros no se habrían atrevido a pensar, y es alterar la Constitución para favorecer, inicialmente, su proyecto y más adelante sus ambiciones personales, sus características de gendarme, de militar al mando.
En su proyecto Inicial, Chávez hablaba de una Constitución más cercana a los ciudadanos, sin embargo, su verdadera intención era mantenerse en el poder tanto tiempo como fuera posible. En esa idea, lanzó la propuesta de una modificación a la Constitución venezolana que fue derrotada. No obstante, pudo disfrazar su intención con otras ideas, lo que le permitió conseguir lo anhelado. A partir de aquí, ya todos conocen la historia.
Con ese ejemplo, más de un autócrata americano ha pretendido dar zarpazo a la Constitución de su país, de manera tal que le permita aparentar el respeto por el sistema democrático al convocarse a elecciones, pero con la garantía de que este será electo por siempre, bien por la convicción de los ciudadanos o por la manipulación de los procesos electorales, incluyendo sentencias judiciales y otras ventajas desde el poder.
Mirándolo desde este ángulo, podemos determinar que, al menos en nuestro continente y sobre todo en Latinoamérica, la figura de la reelección se ha convertido en la variable más utilizada para los planes de populistas y autócratas salidos de cualquier ubicación en el espectro político, lo que conlleva a un riesgo adicional al sistema democrático. Por esto es importante ayudar a la educación política del ciudadano, ganar más espacios de participación en ella por parte de todos, hasta lograr la madurez, entendimiento y así evitar que la reelección siga entregando posibilidades a populistas y autócratas disfrazados de demócratas.
Luis Ernesto Aparicio M. es Periodista Ex-Jefe de Prensa de la MUD
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