La república necesita hombres de moral, por Rafael A. Sanabria M.
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Moral y luces son nuestras primeras necesidades.
(Discurso de Angostura)
Angostura, 15 de febrero de 1815
En estos días, con el país convulsionado, parece que los ciudadanos han olvidado las normas morales o simplemente las han puesto en reposo, pues cada quien intenta imponer su voluntad sin importar las consecuencias.
Esa voz interna, que habla y te dice lo que es correcto o no, los ciudadanos la han metido al bolsillo y continúan sin remordimiento alguno. Aquel célebre pensamiento de Bolívar: “Moral y luces son nuestras primeras necesidades”, inculcado desde la escuela primaria, no está vigente ni es prioridad en la escala de valores vigentes.
Es alarmante escuchar en la calle y hasta en sitios más privilegiados e instruidos, expresiones como: “No quiero que me den sino que me pongan donde hay”, “es el tiempo de los vivos”, “la humildad es la virtud de los pendejos”, “primero yo, segundo yo y tercero yo”.
Simplemente vivimos bajo la ley del sálvese quien pueda.
Qué diría el Simón Bolívar pensador si observara que sus hombres, muchos de ellos legisladores, dirigentes nacionales, políticos, así como de las áreas económica y cultural, se han involucrado en negocios ilícitos, que se han apoderado del dinero y bienes nacionales (tanto de una postura como de otra).
Contra la corrupción luchó Bolívar, por eso quiso formar ciudadanos, particularmente legisladores bien instruidos, bien educados y de moral intachable. Esa pasión del Libertador por formar hombres educados y honestos la enfatiza al recordarnos que “la educación forma al hombre moral” y que “para formar un legislador se necesita ciertamente educarlo en una escuela de moral, de justicia y de leyes”.
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Si desde el principio se le hubiese prestado atención a Bolívar, hoy, dos siglos después, no tendríamos el tan grave problema de corrupción y vicios morales de los cuales escuchamos comentar a diario, en todos los medios.
La familia tiene gran corresponsabilidad en la forja del nuevo republicano, es allí donde germinan las semillas democráticas y si no hay buen abono y riego, no crecerán seres honestos. Pues la familia es el primer centro democrático que luego será fortalecerá por la escuela.
Si en el futuro se vota (se sigue votando) por gente incapaz, negligente y corrupta nunca tendremos la patria hermosa por sus virtudes que quiso el Libertador. Pero si lo haces por gente con méritos, vivirás por una república y contribuirás a formar un país próspero.
Se debe aprender está lección para no seguir quejándonos de las cosas que andan mal. Si no, continuaremos siendo los oprimidos de quienes elegimos, mucho más allá de compromisos de lealtad es cuestión de moral.
Al hablar de ese criterio bolivariano de la buena educación, las buenas costumbres y la moral, recordemos que el Libertador no tuvo sectarismo político cuando estimó necesario designar a alguien para una función pública. Fue él totalmente objetivo, para nada le importó el color al cual pertenecía el ciudadano al que se le iba a confiar una función administrativa. Para él solo contaba la capacidad, la moral, la eficacia. De allí que dijera: “El modo de gobernar bien es el de emplear hombres honrados, aunque sean enemigos”.
En un sistema auténticamente democrático estos son los principios que deben prevalecer, porque conviene a todos. Como buenos bolivarianos debemos tenerlo siempre presente. A tu futuro adversario político, si es virtuoso no debes considerarlo tu enemigo personal sino simplemente un hombre que difiere de tu manera de pensar. Adversario, enemigo es el corrupto sea de la tolda que sea.
La falsa moral domina, es un flagelo que diariamente se come el tejido social, mientras la familia le echa la culpa a la escuela y viceversa. Entonces, la culpa es de la vaca. Mientras tanto, la inmoralidad se ha convertido en pandemia pública.
Es tarea de todos. Por lo tanto, familia y escuela unidas en un solo mazo deben sumar esfuerzos para forjar hombres de moral, más que hombres profesionales, de lo contrario cavamos nuestra propia fosa.
Y los líderes políticos deberían internalizar lo que una vez Cecilio Acosta señaló:
“La grande escuela, la liberal, la mía, es la que respeta la conciencia como un santuario, la ley como una institución, la libertad como un derecho, la inteligencia como una guía y la virtud con un título de merecimientos para ser considerada, y un diploma que habita para desempeñar con rectitud los puestos del Estado”.
Yo, soy pueblo.
Rafael Sanabria es Profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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