La revolución en que no hubo comunistas, por Carlos M. Montenegro
Es tenido como verdad verdadera que los del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (Posdr) fueron quienes derrocaron a Nicolás II Zar de Rusia durante la Revolución de Febrero. Sin embargo es una de las mayores mentiras históricas creadas y alimentadas por el régimen comunista soviético desde su implantación en 1917, hasta la desintegración del gobierno central de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URRS) y sus estructuras políticas en diciembre de 1991, bajo la presidencia de Mijaíl Gorbachov, según el Tratado de Belavezha, que culminó con la independencia de las 14 repúblicas dependientes de Rusia desde 1922.
El 1 de agosto de 1914 Alemania había declarado la guerra a Rusia. El zar Nicolás II aprobó la entrada de Rusia en la Gran Guerra, o I Guerra Mundial, contando con el apoyo de todos los partidos exceptuando a los mencheviques de Mártov y los bolcheviques de Lenin.
Los que fueran “partners” en 1898 cuando fundaron el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (Posdr), declarando que no apoyarían ninguna guerra imperialista.
A pesar de la propaganda zarista, Rusia no se hallaba preparada para entrar en guerra contra las potencias centrales Alemania, Austria-Hungría y Turquía. Tras unos precarios éxitos iniciales, pronto empezaron a llegar las derrotas de verdad. La ofensiva rusa en Prusia fracasó en la batalla de Tannenberg apenas entró en la guerra. Los rusos sufrieron innumerables bajas, y aquel fue apenas el primero de un rosario de desastres.
En 1915 los rusos perdieron Varsovia y vieron como los alemanes penetraban en Bielorrusia, tomaron luego Galitzia, Lituania y el resto de Polonia. A las bajas se sumaban los desertores del ejército ruso, en su mayoría campesinos rusos reclutados para la contienda. A finales de 1916 el estado de ánimo de las tropas rusas era bajo. El frente de guerra se iba acercando cada vez más a la capital. En medio de ese panorama surgió la revolución de febrero de 1917; fue la revolución rusa que terminaría con la caída del Zar.
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En todos esos eventos tuvo muy poco, o nada, que ver con partido bolchevique o comunista en ciernes, como pregonaron ocho meses después, tras el golpe de Estado que derrocó al gobierno de la mayoría menchevique en octubre de ese mismo año y que ellos llamaron pomposamente la Revolución de Octubre.
Lenin se enteró de la abdicación de Nicolás II, en su casa del número 14 de la calle Spielgasse de Zúrich, Suiza en compañía de su mujer, Nadya Krupskaya.
Mientras en Petrogrado, antigua San Petersburgo, entonces capital de Rusia, el 22 de febrero de 1917 la dirección de la fábrica Putilov decidió cerrarla. Esto significaba echar a la calle a 36.000 trabajadores. Vendría una huelga destinada a luchar por su supervivencia, ya que el cierre de la fábrica significaba el desempleo, la falta de dinero y el hambre.
El día siguiente, en la mañana del 23 de febrero, era el día internacional de la mujer y comenzaron las protestas con una manifestación pacífica de más de 90.000 obreros y campesinos descontentos con el miserable nivel de vida que sufría el pueblo llano y también en contra de la desastrosa marcha de la guerra. La manifestación fue duramente reprimida por el gobierno de Nicolás II.
Esta situación parecía no preocupar aún al gobierno. La principal consigna que gritaban los manifestantes era “¡queremos pan!”. Muy pocos gritaban consignas políticas como “¡abajo la autocracia!” o “¡abajo la guerra!”.
El zar Nicolás II estaba tranquilo a pesar del “rebrote” (como se dice ahora) del movimiento obrero. Mientras tanto, Nicolás II había pasado un día tranquilo. Según su biografía, había sido un día soleado y se pasó la tarde paseando y jugando al dominó, había ordenado aumentar la entrega de harina a las panaderías de la ciudad para hacer disminuir las protestas, (¿unas clap de solo harina?). También esa misma noche del 23 de febrero había ordenado un despliegue de tropas a los puntos estratégicos de la capital. En la madrugada del 24 de febrero parecía que todo estaba controlado.
Pero los manifestantes no se echaron atrás. En la mañana del 24 ya eran casi 200.000 los alzados, y su audacia iba en crescendo. Consiguieron cruzar el río Neva e ingresar en los barrios burgueses y después irrumpieron en los más aristocráticos de la capital. Ahora sí cada vez proliferaban más las consignas de tipo político que pedían “salir de la guerra” y “fin al despotismo”.
Al día siguiente habían sobrepasado el cuarto de millón y la revuelta ardía por todo el país como la pólvora, ya era una rebelión general. Los estudiantes universitarios abandonaron las aulas y se unieron a los manifestantes. El ejército, a pesar de que muchos de los cosacos y soldados en Petrogrado eran partidarios de las reclamaciones de los manifestantes, seguía obedeciendo al zar.
Al mediodía del día 26, manifestantes que se dirigían hacia la avenida Nevski recibieron órdenes de dispersarse, pero no obedecieron y en la plaza Známeskaya se produjo un grave suceso cuando las tropas abrieron fuego contra la multitud, causando aproximadamente 40 muertos y numerosos heridos.
Como anécdota, cuando los bolcheviques se hicieron con el poder en la revolución de octubre, cambiaron el nombre de la plaza Známeskaya por plaza Vosstániya (plaza del Alzamiento) para apuntarse a los hechos ocurridos durante la revolución en la que ellos no tuvieron arte ni parte. Aquí sigue aún la moda.
Ya el mundo estaba pendiente de los sucesos en Rusia. Los partidos políticos, que no habían movido un dedo en aquella revuelta, empezaron a tomar posiciones al ver una oportunidad favorable para sacar provecho de una posible caída del zar. Especialmente los bolcheviques, que apenas días antes habían desaconsejado la manifestación de los obreros, trataron de convocar una huelga general que resultó tardía, pues esa huelga general ya existía en toda Rusia. Como se ve la gente del pueblo llano, se había adelantado a los políticos revolucionarios sin enarbolar bandera alguna.
De improviso, aquella revuelta desembocó en una peligrosa revolución cuando cada vez más tropas del ejército comenzaron a marchar al lado de los manifestantes. El zar y su régimen fueron perdiendo paulatinamente su ya precaria sustentación política y represiva. La revolución popular trajo como consecuencia el fin del Zarato ruso y Nicolás II días después se vio obligado a abdicar, dando el inicio a un Gobierno Provisional de una república parlamentaria democrática que presidió Aleksandre Kérenski, aunque tuvo escaso recorrido ya que el gobierno menchevique no llegó a finalizar el año, porque en Octubre los bolcheviques dieron un golpe de Estado derrocando a sus otrora compañeros de Posdr.
Lenin usurpó el lugar de Kérensi, y su régimen inauguró un siglo de falseo de la historia mintiendo sin pudor y practicando las reglas, mucho antes que Goebels que tan buen resultado le dieron al otro tirano que pasaba por el frente, pero con otras símbolos y pendones.
A Nicolás II no lo tumbaron Lenin, Trotsky y su cuadrilla, no tenían talla. Lo que sí hicieron fue mandar asesinar al Zar y toda su familia a sangre fría.
Sin óbice ni cortapisa.
Las personas que viven en los barrios y trabajan como empleados en tiendas, o que trabajan en casas de familia, restaurantes o diversos negocios no pueden ir a trabajar pues no consiguen dinero efectivo para pagar el transporte. Los bancos si abren es con n° de cédula, para hay días que no tienen efectivo. Los camionetas de transporten les cobran hasta el doble de lo legal, y si no, no se montan. Pero ha surgido un nuevo negocio de emprendedores con talento criollo. En los barrios venden dinero en efectivo, se paga con punto de venta pero para conseguir 100.000 bolívares soberanos hay que pagar 140.000 o más.
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