La saca del parque por Fernando Rodríguez
En buena medida estas líneas son viables porque el sujeto aludido en el título está visitando sus nietos fuera del país. Realmente viola un artículo de nuestra constitución interna que reza textualmente: «el autobombo es balurdo». Y la trasgresión solo se justifica con la lógica del «altico» al rigor institucional de Pepe Mujica sobre Mercosur.
Para más complicaciones, el director de este diario es bastante refractario al honoris causa, premios, medallas, diplomas, homenajes, cumpleaños y asuntos afines. Entre otras taras, es abstemio de solemnidad.
El caso es que recibió el muy prestigioso premio Maria Moors Cabot para periodistas panamericanos que otorga la secular, noble y planetariamente estelar Universidad de Columbia, la cual produce, entre otras cosas, egresados como Franklin Delano Roosevelt o Barack Obama y premios Nobel como arroz.
Además del alto valor de ese laurel, Petkoff parece haberlo recibido con inusitada satisfacción, seguramente porque lo ha recibido en un campo, el periodismo, en que todavía se siente primerizo, dice uno.
Teodoro es y sigue siendo un animal de la jungla política, en la cual debe tener más de sesenta años (sic) de incesante y policroma labor.
Ha militado desde carajito, ha fundado partidos, ha sido jefe guerrillero (de verdad verdad, no del siglo XXI), se ha escapado de cárceles hollywoodescamente, ha sido candidato a la Presidencia, ministrazo de economía, parlamentario y, sobre todo, conciencia teórica de la izquierda nacional e internacional a la cual ayudó sustancialmente en su más radical viraje, la adquisición de su conciencia democrática actual, con libros y escritos memorables. En fin eso se sabe, es Teodoro.
En esto del periodismo, asumido como tarea capital y diaria, sin duda otra y muy eficaz manera de hacer política, tiene unos tres lustros no más. De ahí que es hora de que le eche un vistazo a la cosecha de esos nuevos desvelos y tolere más benignamente el aplauso de buena ley.
Los frutos están a la vista: si hay un testimonio de estos años lóbregos de la República son sus editoriales de Tal Cual, esa titánica labor que ha recogido con inquebrantable valor todos los retos del poder y ha guiado a un país que tantas veces se ha sentido a la deriva, al borde del abismo.
Son seguramente piezas para la más selecta antología del periodismo venezolano de siempre, por su brevedad, su capacidad argumental, sus virtudes literarias y pedagógicas y su sagacidad y entereza política. Muchos de los virajes positivos de la oposición a la autocracia están en esas páginas sueltas admirables.
Pero además está Tal Cual y ahí sí es verdad en que vamos a respetar lo del autobombo balurdo, o casi. Solo diremos que nos sentimos muy orgullosos de estar en esta nave, que pensamos que somos una voz consistente en el ágora nacional, que creemos que hacemos un periodismo original, distinto al críptico y casi siempre efímero de las izquierdas tradicionales y diferente de eso que suele, o solía, llamarse gran prensa, más independientes y en especial más pobres.
Esto para decir que si algún mérito tiene el periodista premiado es haber mantenido a flote esta empresa en medio de la mayor penuria y contra cualquier racionalidad empresarial. Muchas veces hemos estado a puntico de bajar la Santamaría. Y hemos aprendido a vivir en la zozobra y a utilizar las uñas. Sin la proverbial garra, prestigio y tenacidad de Teodoro esto no hubiese sido ni siquiera pensable.
¡Carajo, chapeau, pana, chapeau!
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