La señora García, por Bernardino Herrera León
Este artículo generó una respuesta emitida por la Universidad Central de Venezuela
Dudaba titular estas líneas como “La intervención perfecta”. Para hablar de las premeditadamente destrozadas universidades venezolanas. Tema que me produce mucho dolor.
Finalmente, opté por referirme al personaje que resume, casi por completo, la magistral operación para deshacerse de la institución universitaria, sin recurrir a la desprestigiante intervención directa. Esa de las autoridades nombradas por el régimen, con apoyo de militares y policías de uniformes negros. No fue necesario.
Me refiero a la señora Cecilia García Arocha Márquez. Sí, tres apellidos. Convertida de facto en rectora eterna de la UCV. Elegida por el Claustro ucevista a mediados de 2008, para un período de cuatro años, sin reelección.
La señora García aún ejerce el cargo con período vencido desde junio de 2012. Desde entonces, no ha habido manera de que la UCV recupere su derecho a renovar su liderazgo académico. Ni el chavismo ni el equipo rectoral han querido destrabar esta insostenible situación. Siempre media un puñado de sentencias, excusas y enredos procedimentales. Las universidades se desploman, literalmente. Pero ellos siguen allí, indefinidamente.
El régimen chavista ha temido siempre a las universidades autónomas. Son sus potenciales enemigos anti-ideológicos. El chavismo las detesta por resistirse a la sumisión del poder y por mantener peligrosos focos de rebeldía.
Paradójicamente, las universidades han aportado al régimen extravagantes e inefables profesionales. Casi la mitad de su nomina de ministros, viceministros y directores egresaron de la UCV. Probablemente de allí surgió la magistral idea de la intervención indirecta.
Y en efecto. Después del intento intervencionista con aquella disparatada ley de diciembre de 2010, el chavismo comprendió que la mejor estrategia para destruir las universidades es: ¡Con sus propias autoridades elegidas! Manteniendo, por supuesto, el siniestro plan de matarlas de hambre, con presupuestos y sueldos a extremos miserables.
Las autoridades aceptaron, veladamente. Aprobaron por años presupuestos deficitarios “bajo protesta”. Y continuaron la farsa. La de fingir con orgullo que las universidades funcionaban, a pesar del déficit. Se declaraban “opositoras”. Pero actuaban como el chavismo. Democracia cada vez más ausente, culto a la personalidad y autoritarismo como estilo.
Las revelaciones demoraron. Un director de seguridad resultó ser doble agente del Sebin. Un delfín estudiantil se declaró traidor. La relación idílica y/o diplomática con los victimarios. Ocasionalmente, llegaban algunos recursos para asfaltar, carnetizar, etc.
El dique que quedaba contra la intervención indirecta era la APUCV. Pero desperdició muchas oportunidades para reaccionar. Ignoró las señales, cuando nos arrebataron la democracia. El gremio sucumbió a esa especie de chantaje, el de no enfrentar a la señora García para no debilitarla a ella y a la UCV ante el régimen. Era mala sí, reconocían, pero es nuestra mala.
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Además de creer en la señora García, la defendieron. Quienes exigimos rendición de cuentas fuimos ignorados y acusados de acusadores sin pruebas. De obsequio, le entregaron en bandeja el Fondo de Jubilaciones. Unos 22 millones de dólares más otros tantos en bienes inmuebles. Y cuando la señora García anunció su plan para apoderarse del IPP, reaccionaron. Mal y tarde. Nos engañaron, reconocieron. Desde entonces el gremio ha sido, cada vez más, segregado e ignorado. Peleando por bonos y primas que jamás alcanzan. La UCV no es agenda.
Poco a poco, la administración universitaria pasó a modo caja negra. No rinde cuentas. Dicen que hay un contralor del que nadie se acuerda. Dicen que hay una Controlaría del Estado, que nadie menciona. Pero ocurren cosas como la compra de una clínica con sobreprecio (APUCV, pruebas a mano). Proceden de madrugada, como el chavismo.
La señora García ha sido la mejor artimaña que conozca en la historia de nuestra institución. Hay que reconocerle al chavismo el éxito de su lacónico cinismo. Nos intervinieron con nuestra propia gente, con nuestras propias miserias.
Hoy, la señora García insiste en proyectar una imagen impoluta de sí misma. Hace tiempo se hace llamar “La Magnífica”. Siempre suena como candidata de algo. Nadie puede tocarla. Estas líneas son una afrenta. Aún, muchos la creen la líder ideal. Primera rectora y otros clichés por el estilo. Su retórica panfletaria de consignas, himnos y protocolos contrasta con la extrema pobreza de la institución. Es como una comedia, pero realmente es una tragedia.
Para despertar de esta inmerecida penitencia, los universitarios tenemos que reconocer que nuestro modelo de universidad es ingenuo y vulnerable. Incapaz de detectar e impedir que siniestros personajes se aprovechen de ella para prevaricar y corromperla.
Lo hizo Edmundo Chirinos, astuto psicópata, revelado como violador en serie. Lo hizo Luis Fuenmayor, talentoso manipulador, protector de todos los extremismos de la izquierda del subsidio universitario. Ni hablar de los Merentes, de los Rodríguez y otros representantes de dantesco averno. Falsos académicos. Populistas con títulos ¿Cómo no nos dimos cuenta? ¿Cuándo las universidades explicarán al país tan vergonzosos errores?
Quienes comenzamos a criticar duramente a la señora García y su sistema de complicidad, fuimos acusados de radicales. Nos reprochaban con lecciones de moderación. Muchos se definían como el centro político venezolano. Los llamados Ni-Ni. Al final, sólo demostraron que el prudente centro moderado no es otra cosa que la equidistancia con el Mal, la corrupción y la delincuencia. Hoy cohabitan sin escrúpulos. Abogan por cualquier elección chavista.
La señora García es, cada vez, menos UCV. A medida que la institución despierte. Esa parte de la UCV íntegra que existe. La institución aún no ha muerto. Quedan opciones, pero es preciso reaccionar. Aún bajo el chavismo, es posible recuperar nuestras universidades
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