La temeraria apuesta de Henri Falcón, por Gregorio Salazar
Autor: Gregorio Salazar | @goyosalazar
Una votación aluvional, una eclosión de ese rechazo popular inmenso, patente, real hacia Maduro y la cúpula gobernante expresado en sufragios luce como la única posibilidad de que Henri Falcón pueda dar el batacazo frente al omnipotente aparato de dominación que ha construido a lo largo de los años el proyecto chavista de hegemonía perpetua.
Tendría que ser un formidable torrente de votos que emerja de esta Venezuela agónica y sea capaz de llevarse por delante todo el complejo engranaje de ventajas operativas, triquiñuelas populistas, apabullamiento mediático que el candidato a la reelección presidencial se reserva con la complicidad del máximo organismo electoral y de cualquiera de esas envilecidas instancias institucionales de las que ha echado mano, cada vez con mayor descaro, cuando él y su grupo se sienten amenazados.
A lo lejos, esa parece ser la apuesta del exgobernador larense, colocado en el trance de esos boxeadores que frente al mayor repertorio de recursos, en este caso ilícitos, de su contrincante pone toda su esperanza en una sola mano, un golpe de suerte que le permita propinar el sorpresivo KO que desbanque a los jugadores oficialistas.
Pero no es un secreto que Falcón subirá al ring con el punch de su pegada disminuido desde el mismo momento que sus ex compañeros de la MUD han lanzado todo un arsenal de críticas, repudio es una de las fuertes expresiones que se ha oído, por la decisión de presentarse a una contienda electoral de la que ya desertaron los partidos con más maquinaria y hay un fortísimo coro llamando al abstencionismo desde la comunidad internacional.
Falcón, además, es una de los blancos predilectos del radicalismo de las redes sociales, que no le perdona su procedencia chavista y el desempeño sinuoso que lo ha caracterizado, crítico con las posiciones radicales de la MUD, en lo que a veces ha tenido razón, cuestionador también de la acción del gobierno pero dejando ver un cierto coqueteo con ese campo, cierta intención de pescar en ese nicho del oficialismo descontento. Puede que haya ido delineando un perfil propio, lo que no necesariamente le produzca los dividendos deseados en ninguna de las dos esquinas del ring de la polarizada política nacional. Ese es su drama.
Falcón ha terminado asumiendo y firmando las garantías que, dice Maduro, la MUD discutió y aprobó, pero no rubricó en República Dominicana. Insistimos, estos años de desmadre institucional no pueden ser revertidos con un acuerdo sucinto y en el cual, de paso, varias de las “concesiones” no son más que obligaciones legales que el chavismo se ha cargado con el paso de los años. Es toda una estructura tramposa y pervertida la que hay que desmontar desde sus cimientos.
Uno de los detalles más elocuente de ello es el hecho de que un ministro en funciones, como lo es Jorge Rodríguez, sea al mismo tiempo el jefe del comando de campaña para la reelección del presidente de la República. Puede ser que a fuerza de desollar cotidianamente la constitución y las leyes estemos asumiendo tamaños exabruptos como parte del paisaje. Basta de impudicia: unas garantías de verdad-verdad han debido comenzar por allí: usted es ministro o estratega de campaña, pero no las dos cosas a la vez, pues en ningún país democrático ambos cargos son compatibles, por lo ilegal, lo abusivo, lo absurdo y ventajista.
Otra de las garantías firmadas el jueves en el CNE señala que los “puntos de apoyo electoral”, estarán a no menos de 200 metros de los centros de votación. Parece un chiste: primero el eufemismo, de puntos rojos a de “apoyo electoral”. Luego lo impropio de esos espacios, sin justificación ni basamento legal y que el oficialismo utiliza para comprar votos de última hora, coaccionar a empleados públicos y a veces hasta para intimidar a votantes opositores. Ya hubieran podido darle a Falcón la ventaja de colocar sus puntos a 50 metros de las mesas de votación, que sin el poder económico y de coacción del gobierno no le servirían para nada.
Falcón dice no a los radicalismos y a la violencia y trata de convencer al pueblo opositor que siendo mayoría los descontentos puede lograr la victoria. Pero hasta ahora el grueso de los votantes opositores no ha recibido con beneplácito su lanzamiento al ruedo electoral rompiendo con la posición mayoritaria en la MUD. Para no resultar pulverizado, necesita radicalizarse a fondo, apelar al estoque y hundirlo hasta la empuñadura, pues con un jabeo vacilante y una mano fracturada el deseado golpe noqueador resultaría poco menos que imposible.
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