La tenaza, por Teodoro Petkoff

Por un lado se dicta auto de detención contra Guillermo Zuloaga y por el otro de interviene el Banco Federal. Son los dos brazos de la tenaza contra Globovisión. El objetivo es el canal, no el banco ni la venta de autos. Cualquier discusión de este tema al margen de las consideraciones políticas que movieron ambas jugadas estaría totalmente desenfocada. La razón por la cual el banco fue intervenido y la razón por la cual se dictó orden de aprehensión contra Zuloaga es porque ambos son los dos principales accionistas de Globovisión y este canal hace rato que está en la mira de Atila.
Como estuvo RCTV, hasta que la cerró. Ambos hombres de negocios son perseguidos porque la televisora mantiene una línea crítica muy severa contra el gobierno. Se trata, pues, de un problema de libertad de expresión.
La operación contra el Federal, es decir, contra Nelson Mezerhane, ha tenido varios capítulos.
Es imposible olvidar la feroz campaña de José Vicente Rangel, hace unos meses, que terminó provocando una corrida contra el banco. Tampoco las ocasiones en que el propio Atila se refirió al banquero en términos muy duros. Lo que menos les preocupaba a ambos era la salud financiera del banco o del sistema financiero en su conjunto.
En verdad, lo que perseguían era, precisamente, dificultar al máximo cualquier posibilidad de recuperación del Federal y profundizar así las condiciones para su intervención, apuntando de este modo a la yugular de la televisora. Lo demás era esperar el momento político apropiado para decretarla. Este llegó justo cuando pudieron hacer coincidir la operación contra el banco con la que se adelantó contra Guillermo Zuloaga.
No se trata de un caso aislado sino de todo un operativo contra la libertad de expresión. Atila está convencido, a pesar de todas las evidencias en contrario, de que el proyecto totalitario que pretende implantar en el país no puede avanzar mientras subsista la posibilidad, por precaria que parezca, de denunciarlo y enfrentarlo a través de medios masivos de comunicación. Su principal objetivo, en esta etapa, es acabar con la libertad de expresión. La experiencia universal demuestra que todo proyecto de reducir una sociedad entera a la impotencia y a la aceptación resignada de un régimen totalitario ha pasado por tratar de impedir que este pueda ser abiertamente cuestionado y por bloquear cualquier posibilidad de que la población escuche un mensaje diferente al del gobierno. Se puede compartir o no la línea editorial de Globovisión, pero nadie puede discutir su derecho a expresarla. La frágil frontera que separa la sociedad democrática de la que no lo es, pasa no sólo por el derecho a pensar sino, sobre todo, por el derecho a poder decir lo que se piensa, por mucho que no le guste al poder político.