La traición imaginaria, por Luis Ernesto Aparicio M.

Según la definición que ofrecen las academias de la lengua, la traición es el «acto de quebrantar la confianza depositada en alguien, ya sea mediante el incumplimiento de un compromiso, la deslealtad hacia una causa, persona o institución, o el engaño intencionado». Por lo tanto, sentirse traicionado implica experimentar una profunda sensación de desilusión y dolor cuando alguien en quien confiabas, o de quien esperabas lealtad, no actúa conforme a esas expectativas.
También podríamos agregar que el sentimiento de traición está asociado a la violación de un vínculo, que puede ser afectivo (amistad, amor), profesional o incluso ideológico. Este sentimiento suele venir acompañado de emociones como tristeza, rabia, impotencia o incluso desconfianza generalizada hacia otras personas.
He comenzado este artículo un tanto con la aclaratoria de lo que encontré al momento de indagar sobre la traición desde el punto de vista de las academias encargadas de estudiar a profundidad las palabras que solemos utilizar. Siendo la traición una utilizada por un grupo de venezolanos reunidos en un conocido lugar de comida ubicado en la ciudad de Doral en el estado de Florida (Estados Unidos).
Pero volvamos al asunto referido durante la entrada de esta opinión. Durante los primeros días del mes de febrero, varios venezolanos convocaron a medios de comunicación para expresar lo siguiente: «No solo nos sentimos traicionados, nos sentimos usados». La vocería encargada de manifestar el acto que, según expresaba, fue de traición, se refería a la decisión del actual gobierno de los Estados Unidos de suspender el Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés), beneficio que había otorgado la administración del expresidente Biden y que había dejado en extensión por 18 meses.
Mientras la persona que figuraba como interlocutora y sus acompañantes, no podían ocultar sus rostros entre sorprendidos y entristecidos, lo reclamado no podría ser ubicado dentro de la definición antes presentada puesto que el presidente Trump no había cerrado un estricto compromiso con los nacionales venezolanos y más allá de eso el verdadero compromiso es la deportación masiva, como ya todos los sabemos.
De tal manera que el reclamo no está enmarcado en lo relacionado al engaño por no haber cumplido un compromiso ya que las intenciones del presidente nunca se escondieron. Al contrario, fue muy abierto y claro al señalar lo que haría, agregando los adjetivos ya conocidos como los de «enfermos mentales, viles criminales que eran enviados para contaminar la sangre del país» y otros más que no viene al caso colocar en la mesa de la posible discusión que se genere a partir de esta opinión.
Lo que si se pudiese suponer es la entrada en juego del muy reconocido imaginario venezolano. Sí, la idiosincrasia del venezolano, desde la óptica de este servidor, incluye un fuerte imaginario que va muy por encima de las realidades, mucho más en lo político.
La apuesta siempre ha estado centrada en el super héroe de la política que, o nos llevara al de esplendor o sencillamente nos llevara a un futuro vengador desde donde los que, según, serán castigados con los más crueles procedimientos para causar daño.
En ese empeño, se ha perdido, en gran medida, la capacidad de analizar, de identificar todo lo que se supone se ha aprendido en el recorrido que ha tenido la historia política de Venezuela. Harto conocidos son los ejemplos: la vuelta de CAP, para vivir un pasado que había quedado lejos; el arribo de otro expresidente como fue Rafael Caldera sencillamente porque podría ser el puente para el pasado de gloria y la llegada del futuro vengador para «freír cabezas», acabar con los políticos y convertir a todos en «hombres nuevos».
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Cada uno de esos momentos, estuvieron llenos de ilusiones y una violación del posible vínculo afectivo, que es lo que se podría estar pensando en el reclamo que se hace al presidente Trump, pero más allá no hubo ese necesario aprendizaje que hubiera permitido identificar lo que estaba llegando y no construir esa ilusión de salir del atolladero por manos de otros.
Quizá uno si estaba visualizando lo que estaba por llegar, un venezolano armado de ese imaginario, por allá por Pensilvania, en un encuentro de campaña del entonces candidato Trump, quien en tono de predicción dijo: «Vamos camino de lo que se convirtió Venezuela.
Y la única manera ahora mismo de que podamos evitar ir por ese camino, es haciendo a Trump presidente de nuevo». Pues queda claro que ese venezolano conoce sobre los protagonistas de ambas historias en uno y otro país. No hay nada más que yo pueda decir que: para palabras, hechos.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de prensa de la MUD
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