La trampa está en la Ley, por Teodoro Petkoff
Un viejo dicho asegura que quien hace la ley hace la trampa. La “trampa” en el sistema electoral venezolano está precisamente en la ley. La preocupación por el control ventajista del CNE por parte del oficialismo ha dejado fuera del foco el gravísimo problema del sistema electoral consagrado en la Ley del Sufragio, modificada luego por el Estatuto Electoral, ya bajo el chavismo. Pues bien, para la elección de cuerpos colegiados (concejos municipales y Parlamento), con esta ley y el estatuto, la fuerza política más grande —así sea minoría, con tal de ser la minoría mayor— obtiene siempre un número de cargos mucho mayor que el de la proporción de votos que saca.
En otras palabras, el actual sistema prácticamente anula el principio de la representación proporcional y asegura a la minoría más grande una sobrerrepresentación en los cargos. Un partido con el 40% de los votos puede alcanzar más del 60% de los cargos en disputa.
Expliquémonos. En la Ley del Sufragio, aprobada en 1998, antes de Chávez, se establecía el sistema mixto alemán, que pautaba la elección de la mitad de los cargos (50% ) en circuitos electorales uninominales y la otra mitad por lista —lo cual permitía que al menos en la mitad de los elegidos hubiera representación proporcional a la cantidad de votos obtenidos. Los cargos elegidos nominalmente se restaban de los obtenidos por lista, con lo cual, al final del día, se lograba un resultado bastante proporcional. La modificación introducida posteriormente, elevó el número de cargos uninominales a 60% del total, sin restar los elegidos de los de la lista, y dejó abierta la posibilidad de emplear el truco de “las morochas”. Es decir, un mismo partido se “desdobla” en dos: con un nombre postula candidatos uninominales y con el otro postula para la lista. Ahora, por ejemplo, el MVR, con su nombre, postula los candidatos “por lista” y con el nombre de UVE, su “morocho”, postula los nominales. Siendo la primera fuerza, puede obtener, teóricamente, todos los cargos nominales (60% del total), al ganar prácticamente en todos los circuitos, y, además, la proporción correspondiente de los cargos de la lista, de la cual ahora no se restan los obtenidos nominalmente.
Los alemanes, inventores del sistema mixto, introdujeron correctivos para que no fuera posible utilizar el truco de “las morochas”. También los mexicanos (el PRI hizo célebre la artimaña de las morochas) realizaron no hace mucho los correctivos del caso, para impedir que el PRI continuara aprovechándose de las ventajas del “enmorochamiento”.
Por supuesto, el truco funciona si el CNE no declara la identidad de los partidos “morochos”, pero el organismo comicial no tiene en la ley nada que lo obligue a ello y en algunos casos, mientras la ley no se modifique, un mismo sector político puede actuar a través de partidos políticos claramente distintos, para soslayar cualquier objeción. Así, por ejemplo, en las elecciones para consejos legislativos regionales, el MVR se “enmorochó” con Podemos, obviamente partido distinto. Sin embargo, ahora el MVR tiene su gemelo en un partido comodín, UVE, creado por aquél para prescindir de sus socios electorales y legalizado a la machimberra por el CNE. Un CNE imparcial habría prohibido una triquiñuela tan burda.
La Ley del Sufragio debe ser modificada a fin de restablecer la representación proporcional y asegurar con ello elecciones verdaderamente democráticas, de las cuales surjan cuerpos colegiados (concejos y Parlamento) realmente representativos de la opinión política nacional.