La trampa sale, por Teodoro Petkoff
Este Tribunal Supremo de Justicia fue designado por la Asamblea Nacional el 20 de diciembre de 2000. Fue fruto de un pacto de cogollos entre MVR, MAS, AD, Copei y PV al mejor estilo de la Cuarta. Dijimos entonces que para los viejos partidos se trataba de una marramucia que les resultaba familiar. Es lo que hicieron siempre, así que una raya más no era nada. Pero añadimos: «en cambio, para los ‘revolucionarios’, para los ‘renovadores’, la jugada sale cara. No se nota ahora pero se notará… no se pacta con el diablo impunemente. Para asegurarse la más triste expresión del poder, que es la de contar en cargos decisivos con lamentables figuras de la picaresca política prestas a venderse al mejor postor… vendieron su alma al diablo. Lo que hubiera podido ser expresión de una nueva política, un debate de principios con la oposición, en torno a nombres que significaran renovación de la política, terminó en un triste ‘dando y dando’, en el cual las piezas de intercambio fueron, con poquísimas excepciones, nulidades absolutas o mediocridades cuya credencial suprema es la obediencia» y terminamos afirmando: «este tribunal supremo es una vergüenza para la República. Con este cuerpo de jueces máximos, en este país no hay seguridad jurídica. Sus sentencias no serán políticas sino politiqueras».
Hay que recordar también cómo fueron «elegidos» los actuales magistrados. No sólo se autoeximieron de cualquier evaluación (a la cual debieron someterse los demás candidatos) sino que anularon los requisitos constitucionales para optar a los cargos (Rincón, por ejemplo, no poseía doctorado, por tanto ese requisito se borró), en una de las resoluciones más grotescas que se hayan dado jamás en este país. Al final doce de sus veinte integrantes fueron ratificados. De los ocho restantes dos no se presentaron y los seis descartados por los cogollos fueron, «coincidencialmente», aquellos que habían emitido votos salvados tanto en el caso Miquilena como en lo del referéndum sindical.
Este es el TSJ que impuso el chavismo prepotente. Pero, en su seno se han producido cambios políticos al calor de los que se han producido en el país. Son los mismos magistrados que hasta antier votaban todo lo que les pedía Chávez. Ahora, una parte de esos magistrados se zafó de la «disciplina» mafiosa del régimen. Al chavismo no le queda más remedio que calarse la nueva situación. Porque es una de las instituciones de la Quinta República. Si quieren cambiarle la orientación, aténganse a lo que pauta la Bicha, pero no pueden basurearlo. Así como una Corte Suprema de la Cuarta llegó a juzgar a un presidente, ahora la Quinta tiene que aceptar las decisiones de su Tribunal Supremo. No les queda más remedio, por mucho que pataleen y chillen las patotas de cayaperos que hoy quieren asaltar la sede del tribunal. Porque esta es su criatura, su Frankenstein.