La travesía por el desierto, por Paulina Gamus
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Mañana, lunes 22 de abril de 2024, los judíos del mundo celebraremos el primer Seder de Pesaj ó Passover como se llama en inglés. Las familias se sentarán alrededor de una mesa para recitar el «Éxodo», el segundo libro de la Biblia –Antiguo Testamento– que narra la epopeya del patriarca Moisés para liberar a los judíos o hebreos, tras 400 años de esclavitud en Egipto, y conducirlos a la Tierra Prometida. ¡Dejad salir a mi pueblo! fueron las palabras con las que Moisés se enfrentó al Faraón y las que recibieron la reiterada negativa del poderoso mandatario que se creía Dios. El Éxodo fue sin duda el primer movimiento de liberación nacional en la historia de la humanidad. Y Moisés reconocido como patriarca en las tres religiones monoteístas.
Si hago el largo viaje hacia mi niñez, estamos sentados alrededor de la mesa con mi papá como conductor de las oraciones, mi mamá, mis cuatro hermanos menores, mis tías, tíos y primos paternos. La primera noche la Hagadá que significa en hebreo, narración, mi padre y mis tíos la leían en hebreo mientras nos indicaban cuando debíamos comer las yerbas amargas que simbolizan las amarguras de la esclavitud. Cuándo la matzá o pan ácimo, que recuerda la urgencia con que los judíos salieron de Egipto sin que sus panes leudaran. Y cuándo el «jaroset», una mezcla de dátiles, pasas y nueces, que simboliza el barro o arcilla que usaban los esclavos judíos en Egipto para construir.
En mi casa la Hagadá se leía la primera noche en hebreo y la segunda en árabe. Mi papá y su familia eran oriundos de Alepo, Siria. Mis abuelos maternos naturales de Salónica, Grecia, celebraban el Pesaj con mi tío oriundo de Estambul, Turquía. Ellos, mi tía y primos como partícipes, leían la Hagadá de la primera noche en hebreo y la segunda en ladino o judeo-español.
Nunca pude entender la crueldad de las plagas, sobre todo la última de ellas: la muerte de los primogénitos. Y me parecía una hazaña imposible de creer que el Mar Rojo se abriera y dejara libre un camino para que los judíos pudieran escapar hacia la libertad. Mi papá respondía que la religión se trata de fe. De creer sin razonar. ¡Crees o no crees!
Una docuserie de tres capítulos «Los Mandamientos. Moisés» en la plataforma Netflix , me ha despejado a estas alturas de mi larga vida, muchas dudas que me acompañaron desde mi niñez. Y que me han acompañado cada año cuando sin excepciones o excusas, reúno a mi familia para el seder de Pesaj. Por ejemplo las plagas. ¿Cómo pudo Dios ir en ascenso desde convertir al Nilo en un rio de sangre, pasando por piojos, moscas, ranas, langostas, muerte de todos los animales, úlceras, granizo, oscuridad hasta llegar a la muerte de los primogénitos. ¿Fue injusto ese Dios que le ordenaba a Moisés alzar su vara para invocar las plagas? La respuesta que dan los eruditos en la mencionada docuserie, es que el Faraón al creerse un dios, fue tan arrogante y soberbio que persiguió a los judíos para apresarlos aún después de la muerte de su propio primogénito. La arrogancia, la vanidad, la prepotencia, la insensatez y la dureza de alma que se posesionan de tantos gobernantes.
Otra interrogante que no creo sea de mi exclusividad es el porqué de los 40 años en el desierto. El objetivo era que la generación de esclavos, imbuidos de costumbres y vicios adquiridos en Egipto, desapareciera y diera lugar a una generación de seres libres que supiera valorar esa libertad y que creyera en un solo y único Dios.
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Los venezolanos hemos conocido una travesía por el desierto que dura 25 años. Ocho millones han emprendido el éxodo hacia muchas tierras prometidas, todas aquellas que les ofrezcan trabajo, seguridad personal y calidad de vida. Después de un cuarto de siglo, una gran parte de los ciudadanos de este país no conoció otra forma de gobierno que no fuera el socialismo del siglo XXI. Crecieron con carencias de toda clase a las que ahora se suma el miedo. Pero no son una generación contaminada como los judíos esclavos en Egipto, quieren inscribirse para votar, quieren conocer la democracia de la que apenas tienen remembranzas familiares, cine y literatura.