La ultraderecha sonríe, por Fernando Rodríguez
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El señor Caparros, gran señor del periodismo hispanoamericano, descubrió que a pesar de los muchos matices y recovecos que tiene la palabra derecha en política, hay un sentido muy simple que los engloba a todos y que además es el originario, el de los que defendían el pasado contra la modernidad naciente, la religión y el rey, hace ya unos siglos: “mejorar la vida de los ricos”.
Allí caben Putin y Netanyahu, el PP español y sus primos fascistas, Trump por supuesto y hasta el delirante Milei o la oportunista Meloni y un extenso etcétera. Al parecer, según Caparrós, ahora les ha dado por deslizarse hacia su extrema o ultra derecha, incapaces de ganarse para sus fines al centro, y buscar extremos populistas y estrafalarios que sin fracturar la definición citada colaboren con sus objetivos.
Yo diría que el mejor ejemplo de esta operación es el tema ya mundial, particularmente trágico, de las millonarias migraciones de los más depauperados de este mundo hacia los países desarrollados del Norte, causando en estos un determinante malestar, hasta convertirse en uno de los delimitadores mayores de los procesos electores.
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Ahora el centro vira hacia la derecha para defender sus limitadas rentas y sus tradicionales formas de vida que creen amenazados por esos ejércitos emergentes y tan distintos venidos del sur miserable. Es el paralelo electoral mayor de buena parte de Europa y Estados Unidos, pregúntele a los politólogos y encuestadores o lean con alguna atención la prensa.
Ese fenómeno que a tantos nos aterra, la vuelta del fascismo y similares, engorda, se desarrolla.
Pero quizás más envolvente que este es el fenómeno del individualismo que se ha multiplicado con el neoliberalismo y la globalización y han conformado fundamentalmente el último medio siglo y que han debilitado, cuando no desecho, las formas más elementales de cohesión social y política. La relación entre los hombres, mediadas por sus mejores sentimientos, en última instancia la afectividad, el amor y la solidaridad.
Lo social se ha convertido en una inmensa lucha mercantil. Las causas sociales se han diluido y aparentemente, los seguidores del rey y de los ricos parecen haber ganado las más de las batallas. Además, los supuestos conductores de las izquierdas han devenido, no pocas veces, en farsas crueles como la venezolana y en tiranías prósperas y manipuladoras hasta límites insólitos, como la China, convertida en modelo hasta para muchos ricos de este país.
Sí, la derecha parece crecer y amenaza hasta con que tengamos de nuevo un mundo donde las más espantosas formas de opresión del pasado se entronicen hasta en los sitios más civilizados del planeta. En Alemania la ultraderecha flamante evoca hasta el ancestro mayor, Adolfo Hitler.
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