La Universidad del futuro y la Teoría de la Relatividad Especial, por Tulio Ramírez
El tema de la universidad vuelve a estar sobre la mesa. Esta esta vez no tiene que ver con elecciones de autoridades, estudiantiles o de representantes de egresados ante los organismos de cogobierno.
Si se tratara de ese tipo de comicios, el alboroto no se haría esperar. Opinaría hasta el gato, saldrían afiches, pancartas, flyers, lite y TikTok promoviendo candidatos y planchas, o desacreditando candidatos y planchas. A los universitarios nos encantan las elecciones no solo por ser demócratas, también por el morbo que genera la campaña electoral. Pero hoy no trataremos ese tema, centraremos nuestra atención en la universidad del futuro.
Este asunto se viene discutiendo desde hace unos años a propósito del boom desatado por el arrollador avance de las nuevas tecnologías y su impacto en la educación universitaria. Novedades casi mágicas como la Inteligencia Artificial, la Realidad Virtual, la Realidad Aumentada, la Gamificación y el Blockchain, han alborotado el vecindario académico en América Latina.
Ya no se trata de debatir sobre la alfabetización tecnológica de profesores y estudiantes. Hasta mi abuela sabe usar el teléfono inteligente mejor que yo. Ya no se discute sobre el Power Point como recurso para dar clases, ni se pone en duda la versatilidad del EXCEL para construir Bases de Datos o llevar las calificaciones de los estudiantes. Tampoco está en cuestión la creación de grupos de WhatsApp para tener una mejor fluidez comunicacional más allá del aula. Por cierto, son tan muy útiles que la semana pasada notifiqué a través del grupo que se suspendería la clase prevista para el viernes porque debía buscar la Bolsa CLAP de mi tía, quien está jubilada del ministerio.
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No soy experto en este tema ni en ningún otro, pero imaginar cómo será la universidad del futuro no es como pelar mandarina. Cada vez que me preguntan, respondo que, para responder, hay que aplicar los principios de la Teoría de la Relatividad Especial de Albert Einstein. Y no lo digo por joda, ni por tonta arrogancia.
Me explico, la idea que se tenga de la universidad del futuro variará dependiendo desde donde se emita. Por ejemplo, un profesor desde el MIT, tendrá un contenido diferente al expuesto por un profesor que lo piensa desde una universidad en la cual, para poder sustituir un bombillo quemado, hay que salir a la calle a protestar por un presupuesto justo.
Aclararé con una anécdota personal. En el año 2008, por motivos académicos fui a una pequeña universidad ubicada a 30 minutos de Londres. Tenía menos de 2000 estudiantes, con un campus compuesto por edificios modestos, parecidos a los Bloques del Banco Obrero de la urbanización Alberto Ravell en El Valle o a los de Pedro Camejo, en la Calle Real de Sarría.
A pesar de la infraestructura nada moderna, fue como entrar a la Tierra del Futuro de Disney. Presencié una clase de Anatomía donde usaban un holograma como prototipo del cuerpo humano. Imagínense la sorpresa. Eso lo había visto solo en Star Wars. Aquello era alucinante.
En otro salón había una clase atendiendo las lecciones de un profesor que se encontraba en la Universidad de California, a 8.750 kilómetros de distancia. Eso parecía hechicería. Pero lo que me hizo saltar como Condorito, fue que el profesor le comentó a un estudiante que estaba en la primera fila, que poseía un bolígrafo similar al que le había regalado su hija. O sea, lo veía como si fuese a través de una puerta de vidrio. Eran los inicios de la plataforma Zoom.
Paradójicamente mientras eso sucedía, recuerdo que en la UCV se estaban haciendo negociaciones para llevar el cable de voz y datos hasta la sede de los postgrados ubicados a menos de un kilómetro del campus. La meta era que tuvieran acceso al correo electrónico, nuestro adelanto tecnológico más sofisticado.
Así entonces, la universidad del futuro era lo que estaba viviendo en ese presente, mientras que para esos estudiantes la universidad de mi presente era la universidad del pasado.
Si me hubiesen preguntado en ese momento como concebía la universidad del futuro seguramente me la imaginaría como lo que estaba viendo en ese presente. A la visconversa, como diría mi compadre Güicho, si la misma pregunta se la hubiesen hecho a esos estudiantes ingleses, seguramente se hubiesen imaginado la universidad de 2024, o sea, la del presente. Gracias Einstein.
Tulio Ramírez es abogado, sociólogo y Doctor en Educación. Director del Doctorado en Educación UCAB. Profesor en UCAB, UCV y UPEL.
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