La venganza de los “ultrarricos”, por Luis Ernesto Aparicio M.
Al parecer es tiempo de descifrar el mensaje que insiste en penetrar nuestros ojos, pero no a nuestra razón. Este mensaje, visible pero incomprendido para muchos, apunta a la alianza entre el poder político global y las descomunales fortunas acumuladas por una élite muy pequeña. La reciente toma de posesión del nuevo presidente de los Estados Unidos confirma que los multimillonarios no solo vienen por más, sino también por una especie de venganza contra todo aquello que simbolice algo de evolución global.
Este panorama se asemeja a una nueva temporada de alguna serie distópica. En este episodio, los más ricos del planeta no buscan redistribuir las riquezas ni tomar medidas para mitigar el cambio climático que amenaza nuestro futuro. Su misión es acumular aún más, reclamar lo que creen que les pertenece por derecho y desmantelar cualquier estructura que limite sus ambiciones. Los ideales de globalidad, solidaridad y justicia social, que en el pasado dieron esperanza a quienes creen en la libertad y la equidad, enfrentan ahora un declive alarmante.
La agenda de esta élite no incluye reforzar políticas públicas para erradicar la pobreza o mejorar la educación y la salud. Por el contrario, buscan remodelar el mundo para proteger sus intereses, incluso si eso implica romper normas o retroceder en conquistas democráticas. En este contexto, el «viejo orden» de la democracia liberal y la multilateralidad, que ha mejorado índices de desarrollo humano en las últimas décadas, se enfrenta a un «nuevo orden» proteccionista y expansionista que amenaza con revertir esos avances.
Curiosamente, esta arremetida de los ricos cuenta con el apoyo de quienes serían los primeros afectados si sus objetivos se concretan: los pequeños contribuyentes. Este respaldo es facilitado por el declive de los medios de información tradicionales con sus trabajos de investigación periodística y la ascensión de redes sociales y plataformas digitales, propiedad de los principales multimillonarios.
Las mencionadas herramientas, que podrían democratizar la información, han sido reconfiguradas para servir a sus intereses. Ejemplo de ello es la eliminación de verificadores de información en ciertas plataformas, permitiendo que las mentiras circulen sin control. Ahora, cualquier denuncia fundamentada puede ser calificada como «información falsa», incluso por aquellos involucrados en los hechos denunciados.
Esta situación crea un escenario ideal para que los poderosos difundan desinformación sobre temas cruciales como el cambio climático, la educación, la salud y la democracia liberal. Bajo el pretexto de una libertad de expresión más amplia desde donde se estimulen actos de violencia, insultar al otro, llamarles «enfermos mentales» o a cometer delitos, buscan establecer un margen de impunidad que les permita avanzar sin restricciones. Esto amenaza con despojar al Estado de su papel regulador, dejando a la sociedad a merced de quienes controlan las tecnologías de información y las narrativas públicas.
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El discurso de que «cualquiera puede llegar a ser como ellos» sirve para alimentar la falsa esperanza de que su poder beneficiará a todos. Mientras tanto, los costos de consumo aumentan y la desinformación prolifera, inundando las redes sociales con contenidos engañosos que refuerzan su dominio.
El objetivo es claro: vengarse de quienes no han permitido más abusos de los tantos cometidos y desmantelar los pilares de la democracia liberal bajo la apariencia de un progreso ilusorio.
En definitiva, los multimillonarios vienen con todo, dispuestos a imponer su agenda a costa de los derechos y la dignidad de la mayoría. Es imperativo reconocer esta «venganza» por lo que realmente es: un ataque a los principios que garantizan la equidad y la justicia social. Si la sociedad no despierta, cede a los cantos de sirenas de los «ultrarricos» – citando a al expresidente Biden- y no toman medidas para contrarrestar esta ofensiva, corremos el riesgo de perder los avances democráticos que tanto han costado alcanzar, aunque a estas alturas ya sean pocos y hayan sido pisoteados por otros autócratas de nuevo cuño.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de prensa de la MUD
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