La vida en lo simple…. sobre la prevención del suicidio, por Elizabeth González
Llevo años hablando de prevención del suicidio. Es parte de mi vocación como psicóloga y sé que es un tema urgente. Pero hoy no quiero hacerlo en el mismo tono de siempre. Hoy me duele.
Quiero hablar desde otro lugar: desde la vida sencilla, desde esa normalidad que tanto hemos buscado y que pocas veces sabemos reconocer.
Hace un año llegamos a Italia. Gabriel y Martín comenzaron su primer año escolar aquí con los mismos bolsitos que usaban en Venezuela. Martín, convencido de que seguirá con el suyo porque todavía «sirve». Gabriel, estrenando uno nuevo porque ya había crecido: cuatro años cargando el mismo.
Me sorprende la naturalidad con la que asumen lo esencial: toman los cuadernos que vienen en combos de colores, sin importar si tienen o no dibujitos. Lo importante no es quién tiene los útiles más bonitos, sino que aquí todos cuentan con lo necesario para estudiar. Sus motivaciones no pasan por competir en apariencias, sino por pensar en los paseos que vendrán, en usar laboratorios, en aprender.
En ese detalle tan simple siento el verdadero sentido de migrar. Esa fuerza instintiva, casi animal, de buscar mejores condiciones cobra sentido cuando los veo crecer con oportunidades reales, con horizontes que Jesús, mi esposo, y yo no tuvimos. Ahí entiendo que la vida también es eso: tomar decisiones, cargar con su peso y aun así avanzar con consciencia.
Hoy reconozco mi propio sentido al ver a mis hijos estar bien, conformes e incluso, por momentos más permanentes… felices.
Pero no puedo ignorar lo que he visto y acompañado en mi país, Venezuela y en mi pasaje por Colombia. Cuánto daño nos han hecho las imposiciones culturales en Latinoamérica: la presión de aparentar, de cumplir con estándares vacíos, de sostener un «deber ser» imposible. Tanto daño, que cada inicio de clases se convierte en una pesadilla para padres y familias que sienten, literalmente, la soga al cuello: ahogados en deudas y en desesperanza. Algunos, lamentablemente, han llegado a pensar que la única salida es acabar con su vida.
Y entonces me pregunto: ¿será que Europa, un continente que ha sobrevivido hambrunas, guerras, terremotos y tiranías, aprendió a ser resiliente justamente a fuerza de tanto dolor. Aquí pareciera que la memoria colectiva se convirtió en aprendizaje. ¿Será que en Venezuela algún día tendremos memoria real? ¿Qué lograremos, después de tanto, dejar de repetir los mismos errores, asumir responsabilidades y construir un futuro con consciencia?
Porque la prevención del suicidio no es solo hablar de la muerte. Es hablar del sentido de la vida, de la dignidad, de aprender a soltar las presiones que nos quiebran y apostar por lo que sí nos nutre. Los cambios que importan no son externos: no están en el cuaderno más caro ni en el vestuario de moda. Están en lo que transmitimos a nuestros hijos: la posibilidad de vivir con menos angustia y más sentido, con menos culpa y más humanidad.
*Lea también: La semana laboral de 4 días: ¿más carga sobre las mujeres?, por Susana Reina
La trascendencia no está en tenerlo todo ni en alcanzar esa perfección que nos vendieron. La trascendencia está en enseñarles a las próximas generaciones que vale la pena elegir la vida: incluso con lo simple, incluso con lo que parece poco.
Elizabeth González es Psicóloga. Desde L’Aquila, Italia.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo





