La vieja narrativa de Lula, por Gregorio Salazar
Twitter: @goyosalazar
Como cosa verdaderamente curiosa, la edición del tabloide Ultimas Noticias del jueves 1 de junio, no incluyó por primera vez en muchos años el apellido Maduro en su portada.
¿Es noticia? Claro que es noticia si partimos de los delirantes criterios editoriales que han regido en los medios impresos (vestigios apenas de los que hubo en el país) bajo el control del régimen-partido-revolución.
Hasta cuatro fotos y otras tantas menciones al personaje copan con frecuencia las primeras páginas de esos impresos que con dinero de todos los venezolanos están bajo el usufructo exclusivo del oficialismo y su partido.
¿Cómo no va a ser noticias que el apellido Maduro, en plena gira por Brasil y Turquía y en abierta campaña electoral hacia el 2024, no se haya repetido una y otra vez en esa edición del otrora popular tabloide que antaño imprimiera centenares de miles de ejemplares diarios. Hasta que… ya sabemos.
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Y no es que el día anterior el hombre no fuera noticia. En la información «de abrir», referida a las familias afectadas por lluvias, señala que «El Presidente ordenó conseguir viviendas.» Lo mismo al referirse a la próxima venida de «cancilleres para promover el diálogo»: «Presidente dijo que recibirá a representantes del grupo que se reunió en Bogotá». «Presidente» o «jefe de Estado», siempre a secas. Si no fue una omisión preconcebida fue entonces todo un gesto de valentía editorial. Está difícil.
No sería descocado imaginar que alguien crea que sacando el nombre de Maduro de la primera página de pronto mejoran un poquito las escuálidas ventas.
¿Será que por allí va a comenzar la nueva narrativa que le pidió Lula a Maduro para contrarrestar la que, según el brasilero, le ha dado en el mundo entero fama de autócrata? ¿Será que por un tiempo vamos a dejar de recibir ese bombardeo de maduros en todas sus presentaciones? ¿Frito, horneado, sancochado, asado, en tostones y hasta en la sopa? Cuán hermoso sería…pero otra vez está difícil.
Ahora, este Lula reelecto – en libertad pero no exculpado de la corrupción que Brasil proyectó durante sus anteriores mandatos sobre el continente– nos ha dejado otras frases de su vieja narrativa sobre nuestra realidad pasada y presente, varias de antología y muy despreciativas como aquella en la que una vez preguntó: «¿Qué era Venezuela antes de Chávez?». Sugiere la interrogante que nada, que no existíamos, un erial pues.
En verdad, no habría mejor manera para el oficialismo de enfrentar esa «narrativa» supuestamente tan injusta y fuera de la realidad como fue denunciada por un histriónico Lula, esa «narrativa», repetimos, que registra crímenes de lesa humanidad como cárcel, muertes y torturas, la «narrativa» de millones de seres humanos reducidos a condiciones de sobrevivencia y de por lo menos siete millones lanzados a la diáspora, que omitir por todo el tiempo que se pueda el nombre y el apellido de quien ha sido junto con Chávez cabeza visible del grupo político que nos llevó a esta tragedia.
Nombrarlo es recordarnos que a él se debe el salario mínimo más bajo del continente, el constreñimiento a las libertades de expresión e información, la corrupción desatada, la destrucción del aparato productivo del país, la falta de elecciones libres, justas y transparentes, de aguda escasez de agua, electricidad y combustible, y en general en ese estado de zozobra e incertidumbre, sin convivencia ni Estado de Derecho.
Sólo a alguien en un estado de delirio o borrachera, de desquicio ideológico o de encono contra sus adversarios se le ocurriría la desmesura de afirmar que la autocracia que padecemos los venezolanos es simplemente un invento narrativo, diríase que al estilo de lo que vierten sobre nuestra población los medios públicos.
En esto último Maduro le dejó una buena muestra a Lula, ofreciéndole para Brasil la energía eléctrica que no es capaz de hacer llegar a los hogares de los venezolanos. Raro es que no le haya ofrecido también gasolina de alto octanaje y agua potable.
El sueño que no oculta Lula es resucitar el rol político de Unasur, como el de López Obrador es resucitar el de la Celac y como el de Petro proyectar su liderazgo internacional y hacer avanzar el comercio colombiano y los acuerdos de paz con la guerrilla tomando como pivote a Venezuela. Entre los tres parecen decididos a llevar a cabo el salvataje in extremis del régimen de Maduro. Despropósito que, por supuesto, sólo lograrán si los venezolanos los dejamos.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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