La visión de los vencidos, por Ángel R. Lombardi Boscán
Todo hombre muere desconocido.
Albert Camus (1913-1960)
La conquista de América tiene tres caras. La leyenda dorada que exalta a la hispanidad como logró supremo civilizatorio. La leyenda negra que establece la criminalidad de los conquistadores. Y la versión ignorada que desatiende el relato equilibrado de los hechos.
La conquista de América fue una empresa militar llevada a cabo por particulares. La corona apenas se involucró al principio. El efecto sorpresa y un «quiebre psicológico» llevó a la derrota de los más poderosos imperios: el Azteca y el Inca.
Cortés tomó prisionero a Montezuma. Y Pizarro tomó prisionero a Atahualpa. Estos dos hechos audaces terminaron por desconcertar el orden de batalla de Aztecas e Incas. Los presagios se auto cumplían y la derrota sembró el miedo, la resignación y la desesperanza.
Los aliados de Cortés y Pizarro fueron los enemigos de Aztecas e Incas. Hasta las mismas esposas abandonaron a los indígenas para colaborar con el extranjero invasor: el malinchismo algunos lo llaman en Méjico. La casta guerrera y sacerdotal fue herida de muerte. Los vencidos apenas fueron capaces de resistir con tesón.
Al elemento sorpresa y psicológico hay que agregar el caballo, el arcabuz, el cañón, las armaduras y las muy filosas espadas de hierro. Superioridad tecnológica evidente que no pudo ser contrarrestada con éxito de parte de las civilizaciones indígenas.
Méjico fue tomado por mil doscientos españoles y treinta y cinco mil auxiliares indígenas. La proeza militar fue indudable, aunque el quiebre espiritual de los indígenas fue un cataclismo solo comparable a una catástrofe natural. El exilio espiritual indio se tornó en una tristeza resignada: sangrando yacen en el polvo, heridas con heridas.
La poesía náhuatl, de 1523, es reveladora del apocalipsis indígena en América:
«El llano se extiende, las lagrimas gotean allí en Tlatilolco. Por agua se fueron ya los mexicanos; semejan mujeres; la huida es general. ¿Adonde vamos?, ¡oh, amigos! Luego, ¿fue verdad? Ya abandonan la ciudad de México: el humo se está levantando; la niebla se está extendiendo …”.
Ángel Rafael Lombardi Boscán es Historiador, profesor de la Universidad del Zulia. Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ. Premio Nacional de Historia. Representante de los Profesores ante el Consejo Universitario de LUZ
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