Lago de Maracaibo: un orgullo asfixiado, por Luis Ernesto Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
Durante el segundo semestre de 2021, un informe de la Agencia Nacional Aeronáutica y Administración del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) describía como el Lago de Maracaibo se encontraba en etapa «terminal», pues manchas negras y verdes se apoderaban de todo sus aguas y costas.
Las impresionantes imágenes tomadas por los satélites de la NASA, a más de uno dejaban ese sabor de asombro y hasta pesar. Ver como uno de los cuerpos de agua dulce más grandes del continente americano, cedía ante la inconciencia y el abandono de gobiernos y habitantes. Al observarlas, se podían confundir las zonas verdes en tierra con el verdor que comenzaba a predominar, matizado por sombras oscuras como si se tratara de aguas donde el mismísimo Caronte, podría conducir su barcaza.
Los marabinos (maracuchos) y zulianos en general, somos reconocidos por el orgullo de nuestras tradiciones y los iconos que solo un lugar como ese estado posee: Lago, Puente, la Virgen de Chiquinquirá y Rayo del Catatumbo, junto a unos personajes que han destacado durante su existencia, se han convertido en las señales más claras de un regionalismo sin paragón.
A cada uno de los fenómenos naturales y personajes, se les venera dedicándoles prosas poéticas, libros y hasta canciones –hay un exagerado número de gaitas zulianas que hablan sobre ellos– inspirados por los portentos zulianos. Incluso, el himno del estado habla de la vida alrededor del Lago de Maracaibo.
No obstante, con el transcurrir de los años lo natural, eso que ha definido la cultura del zuliano se encuentra en fase de desaparición. El Rayo del Catatumbo poco se le puede ver desde lo lejos y algunas veces de cerca cuesta, y del Lago de Maracaibo, ni hablar. Las imágenes mostradas por la NASA durante 2021 fueron apenas una pequeña muestra de lo que abajo le estaba ocurriendo al lago, ya casi convertido en lodo.
Las orillas del orgullo del zuliano, se ha llenado de peces muertos, bolsas y botellas plásticas. Muchas, abundantes botellas plásticas. Tantas que van formando una especia de veredas del lago, como la construida en la reconocida avenida marabina El Milagro. Las fotos en tierra, a la altura de sus espesas aguas demuestran la indolencia y la falta de acción por parte de organismos de gobierno y la gente.
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Al «lodo» de Maracaibo, se han vertido enormes cantidades de desechos industriales y sobre todo de desechos agrícolas –pesticidas y fertilizantes– que han alimentado por décadas al proceso de eutrofización que no es más que el excesivo crecimiento de algas y plantas acuáticas, eso que ahora llaman «verdín».
Por supuesto que no dejaremos escapar a dos responsables tan dañinos como los primeros: los derramados de petróleo y la contaminación urbana venida de las ciudades que se encuentran a su alrededor.
Sobre el primero, se puede decir que desde el mismo descubrimiento de los grandes yacimientos encontrados en las profundidades de sus aguas comenzaron a confundirse con sus aguas lo pesado y contaminante de este fósil. Situación que ha empeorado en los últimos 20 años, con un régimen ocupado en destruir los pocos planes que existían para mitigar la situación.
Mientras tanto, las aguas negras provenientes de las ciudades continúan entrando al Lago de Maracaibo, sin tratamiento alguno, además de cuanta basura es arrojada indirecta y directamente hacia él. Indirecta, porque la conjunción de inconciencia y falta de soluciones, producen que las personas arrojen hacia las cañadas, desechos que van desde botellas, bolsas plásticas, hasta electrodomésticos, así que al llegar las lluvias todo es arrastrado hacia el Lago.
Hoy, hay discursos y promesas desde el gobierno local hasta el apático régimen que mantiene el poder en Venezuela. Todas y cada una, ocultan mentiras y la posibilidad, para algún socio, de llenar sus alforjas corrompidas.
El Lago de Maracaibo necesita más que promesas. Necesita la acción de todos con planes bien estructurados e integrados que le permitan sobrevivir, porque levantarse de su estado se hace difícil mientras no se tomen en cuenta los orígenes de su enfermedad y comiencen a practicarse políticas que permitan su recuperación.
Es fundamental implementar políticas y regulaciones más estrictas para controlar y reducir la contaminación proveniente de fuentes industriales, agrícolas y urbanas. Esto podría incluir la aplicación de tecnologías más limpias, el monitoreo constante y la imposición de sanciones a quienes incumplan con las normas ambientales.
Dada la naturaleza transfronteriza de muchos problemas ambientales, la cooperación internacional y el intercambio de conocimientos y experiencias con otros países y organismos internacionales pueden ser valiosos para abordar los desafíos de manera más efectiva.
No vemos otra forma. De mantener las actitudes del «aquí no pasa nada», ya no habrá posibilidades de que a los maracuchos se les infle el pecho de orgullo pues no se escuchará ningún chapoteo de marullos, y como la gaita, probablemente «el Lago se podrá pasar a pie».
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de Prensa de la MUD
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