Las alas de Rafaela Runque, por Rafael Antonio Sanabria Martínez
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Rafaela Runque es una mujer que más que hacer arte, lo vive. Pintando, cocinando, sembrando ella se llena de colores y se introduce en sus actividades con una pasión sosegada, de vida natural.
Ha hecho revivir a Frida Kahlo o ver y oír a Édith Piaf a todo color en sus artes reconocidas nacionalmente. También es recorrer con ella el camino del chocolate desde las plantas de cacao de su patio o de Chuao, junto con nuevos ingredientes vernáculos o la maestra chocolatera con sofisticadas técnicas de milimétricas cocinas, además convirtiendo el chocolate en sorpresivo y cromático lienzo, o las frutas en naturales mermeladas de un nuevo nivel. Todo esto alternando siempre con su jardín. La Placita, así la llama, con sus habitantes de madera y piedra, nueva versión de la Juanita de Macuto, adonde acuden aves y abejas, sus amigos y cómplices.
La mujer que trabaja el barro con fruición lúdica, quizá ancestral, y con la misma pasión controla su presencia en las redes sociales dominando con gusto, soltura y a su propio carácter, las nuevas tecnologías digitales de las llamadas redes sociales. La mujer que recorre medio país en la búsqueda de un pequeño ingrediente que solo ella, como nueva maga, conoce su uso, que dialoga con los animalitos recién llegados a su patio y lo difunde a todas las latitudes con inteligente ingenuidad. La misma que para convocar a su comunidad en una alerta necesaria, realiza una protesta artística, la mejor y más pacífica del mundo.
Rafaela, ya lo dije, vive en el arte, más también vive la pasión del chocolate así como quiebra lanzas por las abejas, sus pequeñas amigas, todo esto en el país de maravillas de la naturaleza florida. Simplemente, Rafaela Runque vive la pasión hermosa de muchas pasiones hermosas.
En Rafaela rememoro a la mujer del pueblo de mis recuerdos, interesante si se piensa en ella como ente igualitario, en la toma de decisiones y oportunidades de crecimiento y vida, como reservorio de lucha y aposento de creatividades alternativas infinitas. Su imagen le cierra las puertas a la imagen boba que se quiere hacer de nuestra mujer.
Decir Rafaela es talento y capacidad que se impone ante la falacia y la competencia de sexos. Su condición de mujer de alto relieve rompe cualquier prototipo tradicional. Sin duda, Rafaela Runque es referente del crecimiento intelectual y humano, es destreza y capacidad para el trabajo creador. Su altivez de mujer estoica envuelve un supremo y respetuoso acto de amor. Es mujer de cabello corto e ideas largas. La autoestima y la participación han sido las banderas que ha izado cada amanecer.
El solar de su casa rompe la monotonía de una casa común, transformada en un mundo mágico lleno de sorpresas. La convivencia con Rafaela se siente no solo en el misticismo emanado en sus obras sino también al calor de su palabra curtida de tiempo y protegida, del abrazo amigo y generoso.
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Una tarde en casa de Rafaela Runque dibuja ese país que muchos venezolanos conservamos en la memoria, esa memoria colectiva que nos identifica como pueblo. Su obra está sacralizada en casas y calles para seguir inventando el mundo. Rafaela Runque siempre regresa a su infancia y teje la alegría de vivir con el olor del barro y una quebrada muy cerca de su casa que marcó la historia de su lar nativo.
En las manos de Rafaela todo toma forma en su mundo imaginario donde hay un patio con barro, pintura y telas, más un cielo de chocolates para endulzar las tardes bañadas de sol.
Las piedras respiran, las palabras lo dicen todo en la piel de Rafaela Runque.
Rafaela, hoy te expreso lo que dijo Alí Primera: «Amo a la mujer que busca desesperadamente al hombre, no al macho… y ella es la patria». Verdaderamente, hoy más que nunca, eres la patria.
Por eso entrego en estas humildes palabras a la artista del pueblo de mis recuerdos, mi más profundo afecto y respeto.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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