Las clases inconclusas de las aulas venezolanas, por Rafael A. Sanabria M.
El sistema educativo venezolano cambia cada vez que se cambia el gobierno. Cada uno de los gobiernos trae a la palestra nuevos métodos y estrategias para aplicarlas al campo educativo, tal vez con la más sana intención o quizás para innovar los procesos educativos.
En el común de los casos el gremio docente manifiesta resistencia a los cambios propuesto por el órgano rector y de allí surgen ciertas incomodidades en el ejercicio de la profesión docente, que generan consecuencias que al final repercuten en el aprendizaje de los estudiantes, quienes de manera inocente pagan los resultados de una mala praxis aplicada.
Esto es una verdad en el escenario educativo, aunque también es realidad que un alto porcentaje de los profesionales en el ejercicio de sus funciones están dejando las clases inconclusas, hasta se están olvidando de la aplicación de sus momentos.
Cierto es que las formas de evaluar (auto-, co- y hetero- evaluación) no las cambia ningún gobierno. Tal vez cualquier maestro diga lo contrario a mi opinión, de seguro tendría razón y seré un simple equivocado.
En las aulas el panorama educativo es otro. Qué levante la mano quien se sienta libre de pecado. A diario se dejan las clases en el simple momento del desarrollo, pareciera que el cierre no ocupase relevancia en el proceso enseñanza-aprendizaje. Hay un gran vacío en las clases.
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Hay tres formas de evaluarlas que son obviadas y en donde radica una esencia primordial, para corregir, retroalimentar y construir entre todos el concepto de evaluación. Es necesario que al docente de este siglo se le dé la oportunidad de conocer la autorreflexión de los participantes sobre su actuación, porque una clase no es sólo del docente, es también obra del estudiante, si el opina sobre su actuación mucho aportaría al campo educativo, tal vez en ese proceso detectemos estudiantes inconformes con el método aplicado y podamos re-orientar la práctica docente.
De igual forma está ausente la evaluación recíproca (coevaluación), se hace un salto en la valoración de la opinión de los compañeros docentes sobre la actividad realizada, de allí se podría generar una matriz de opinión que convertiría las debilidades en fortalezas.
Por último, está la valoración de los logros por los actores que la integran (heteroevaluación). Es vital que la otra parte que complementa la educación dé su aporte. Es el ojo que desde fuera debe observar la continuidad del proceso educativo. Si estas tres formas de evaluación se cumplieran a cabalidad otro seria el destino de nuestra educación.
Repito con terquedad, estamos formando estudiantes pasivos. Bien, reciben un contenido, pero no le brindamos la oportunidad de construirse como un ser biopsicosocial, seguimos sumergidos en una educación tradicional a la que sólo se le han agregado nuevos términos, pero que en la práctica sigue siendo una vil reproducción para obtener un producto final.
Si a esta patología le suministramos la medicina indicada podríamos prevenir grandes enfermedades a futuro. Es responsabilidad de nosotros los docentes, la exportación de la materia prima de un país, porque su capital humano es la más abundante riqueza ponderada. En nosotros está la oportunidad de transformar el ámbito educativo. Si se continúan desarrollando clases inconclusas la formación será incompleta.
Hay otra gran verdad, que solo se enseña lo que sabe, pues no se da lo que no se tiene.
¿Aplico yo las tres formas de evaluación en mis clases diarias? Tu conciencia te dirá si edificas o destruyes. En tus manos esta la solución. . .
Yo, maestro.