Las comparaciones, por Tomás Guardia Ortega
Siempre fui buen estudiante. Desde que llegué al bachillerato, comencé a estudiar por mi cuenta, sin que mi mamá me mandara hacer la tarea. Recuerdo un día que, al entregarle la boleta, ella me reclama por haber bajado dos puntos en una de las materias. Se quedó sin argumentos cuando le respondí “¿Y por qué no me felicitas por haber subido las notas en el resto de las materias?”
Algo aún más insólito acaba de ocurrir con mi hijo. Está comenzando el Middle Schlool acá en los Estados Unidos -el equivalente a primer, segundo y tercer año de bachillerato, en Venezuela- y recientemente, nos entrega su boleta de calificaciones. La reacción de mi esposa me dejó sin palabras “Es una vergüenza, que tu nota más baja sea en matemática, siendo matemático tu padre”. Esperé varios días para conversar con mi esposa en privado, y le dije que, es totalmente contraproducente, e inconveniente, comparar al niño conmigo.
En general las comparaciones son odiosas. Creo que cada persona es única en el mundo, nuestras experiencias, vivencias, e historias de vidas, nos hacen prácticamente seres inéditos en nuestro paso por la tierra.
Puedo entender las intenciones de mi esposa, para que nuestro hijo mejore sus calificaciones en la materia que es mi especialidad, y de allí lo compara conmigo. No cuestiono la motivación en sí misma, eso no está mal, el problema es el recurso de la comparación. Los padres somos modelos para nuestros hijos, es lo más razonable. Y si los niños encuentran en nosotros su fuente de inspiración, para sus vidas futuras, bienvenida sea la motivación.
Lo que no me parece correcto, es que el niño este condenado por aceptación y reconocimiento social, a seguir los pasos de sus padres, eso no esta bien. Ni mucho menos los padres debemos usar nuestra formación para hacerles sentir a nuestros hijos que tienen que honrar nuestra profesión y tener las mejores notas en nuestra especialidad, ni un hijo tiene que tomar la profesión de sus padres, para hacerlos sentir orgullosos.
Lea también: El dopaje como política de Estado, por Jesús Elorza
A veces los padres, en nuestro afán de buscar el éxito de nuestros hijos, olvidamos que son justamente ellos que tienen que formar su propio destino, para bien o para mal. No podemos evitar que se equivoquen, que comentan errores, que fracasen, que aplacen una materia, o que se vean envuelto en una situación estresante. De eso se trata la vida, de un continuo de experiencias que van moldeando nuestra personalidad.
Llegamos a los Estados Unidos en el verano de 2016. Mi hijo entra en 4to grado, y de manera simultánea toma clases de inglés como segunda lengua. El proceso de aprendizaje del nuevo idioma culmina de forma exitosa de manera conjunta con la primaria. Recibimos la carta del distrito escolar de Spokane, en donde nos notifican que, ya no necesita más de las clases de inglés como segunda lengua. Eventualmente, algún día, el distrito nos notificara que ya el niño logró las competencias en su nuevo idioma, eso iba a pasar en cualquier momento, por razones más que obvias. Lo que fue sorprendente, en su caso, fue el tiempo en que logra egresar del programa. La maestra de ESL -English as Second Language, por sus siglas en inglés- me comenta que el establece un récord en el Estado de Washington, al culminar su curso en 3 años, ya que, en promedio, los estudiantes de ESL alcanzan el dominio total del idioma en 5 o 6 años. La profesora me felicita por tal logro, y yo como padre no puedo ocultar mi orgullo.
Ahora, esto no me sorprende, conozco a mi hijo lo suficiente, para anticipar este resultado. Desde bebé, el me ha dado muestras de su sensibilidad para el pensamiento abstracto, entiende los resultados matemáticos de forma natural, no necesita hacer los cálculos, simplemente los intuye y anticipa el resultado. Pero como la matemática es un lenguaje, no basta con escribir el resultado, hay que justificar los resultados de forma lógica y coherente. Le comunicé por correo a su profesora de matemática en la escuela que debe seguirle exigiéndole, que escriba el procedimiento completo y de forma correcta, hasta resolver el problema en cuestión. Si yo mismo hago lo mismo con mis estudiantes en la universidad ¿Cómo no apoyar a la maestra -que por cierto es una excelente maestra- porque está haciendo bien su trabajo? Estoy totalmente de acuerdo en que el aprenda a escribir las cosas de manera correcta y a presentar de forma impecable los procedimientos con el rigor natural de la matemática y de cualquier otra disciplina.
Como parte de mi propia filosofía de vida, aprendí, que el éxito es la consecuencia de hacer las cosas de manera correcta. No puede ser de otra manera, por mucho tiempo, busqué el reconocimiento y el éxito como motivación de mis estudios, tal vez por razones de motivación al logro, o alguna otra razón que a lo mejor se me escapa de las manos en este momento. Pero cuando comprendí que al hacer las cosas bien, iba ser exitoso, y comencé a obtener mi cadena de logros personales y académicos, de forma natural.
Cada vez que tengo la oportunidad hablamos del tema. Lo motivo a que lea, a que se aventure en el mundo de la fantasía de los cuentos y las historias de la literatura universal, a que explore el mundo de los libros y que no le pase igual que a mí, perdiendo el tiempo de la adolescencia en video juegos. Y que luego lamenté, al volverme lector adulto. Le digo que aún no sabe de que está hecho, cuando lo descubra será indetenible.
La boleta de calificaciones es una escala de estimación numérica cuantitativa en el caso de Venezuela, que va del 0 al 20 y literal en el caso de los Estados Unidos, que va de A al F. Pero como escala de estimaciones, son arbitrarias, y dependen de muchos factores, que, en la mayoría de los casos, no refleja de forma objetiva si el estudiante adquiere o no las competencias. De hecho, es habitual la perversa práctica de aprobar al estudiante sin que alcance las competencias, de allí la mediocridad de ambos sistemas escolares fracasados en Venezuela y en Estados Unidos, con sus grandes diferencias y similitudes al mismo tiempo. Todo está sujeto a la apreciación por parte del profesor del desempeño del estudiante, ha sido la norma desde que la escuela existe como institución, y no debe cambiar bajo ningún concepto.
¿Qué debemos hacer los padres en medio de este caos? Creo que debemos ser los referentes morales de vida para nuestros hijos, ayudarlos a superar sus obstáculos, pero nunca dándoles la respuesta, solamente dándoles las pistas para que ellos aprendan por si mismos.
Seguiré conversando con mi esposa sobre lo malo de las comparaciones, hasta que logre convencerla de su error, o ella me convenza a mi del mío. Pero lo cierto es, que conversé con mi hijo sobre el tema y decidió hacerme caso a la hora de hacer su tarea en matemática. Comenzó a escribir completo el razonamiento que le da la respuesta que sigue intuyendo. Poco a poco va adentrándose en el modo matemático de escribir, no el de pensar que afortunadamente ya lo tiene. Con el tiempo sacará la A que tanto le exige la madre. Por cierto, la boleta esté excelente con altas calificaciones en todas las materias, incluyendo matemática. Lo que pasa es que la madre busca la perfección en su hijo, y en su afán de que su niño sea lo mejor, no me voy a meter. Como dije, comprendo la motivación, lo que quiero ayudar a cambiar es el mecanismo. Ya para concluir, creo que estamos haciendo un excelente trabajo, estamos orgullosos de nuestro hijo, es un buen niño y a Dios le damos gracias, por bendecirnos con su llegada hace 12 años.