Las dos puertas, por Marcial Fonseca
Twitter: @marcialfonseca
Siempre le gustó estudiar los lugares que fueron escenarios del acontecer militar de la nación. Así se conocía todas las incidencias de la batalla de Carabobo; pero como larense también estudió la triste historia de Tierritas Blancas. Y era que literalmente llevaba en la sangre esa pasión. Según su árbol genealógico, era el último descendiente de Ceballos, el héroe del otro bando de esta última batalla. De esta todavía recordaba la muerte de José Félix Ribas, conocido como el líder de los seminaristas.
Toda su vida como historiador la dedicó a conocer los lugares patrios bélicos, y por ello se familiarizó con los fuegos fatuos lo que le permitió desenterrar muchos entierros; realmente sin muchas glorias, las botijas no estaban llenas de monedas de la colonia, solo corrientes monedas enterrada por los bodegueros y hacendados, y de esta manera salvaguardar sus riquezas.
Por ello se contentó cuando le refirieron la historia del fuego fatuo y el de la casa de barro con dos puertas que no se dejaban abrir, a pesar de que no se veía ningún candado; estaban como como condenadas, impidiendo el ingreso a la ruina, aunque en la parte trasera había una entrada sin puerta. La ubicación era en Los Colorados donde sus ancestros habían salido triunfadores por la superioridad castrense de Monteverde.
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Solicitó autorización a la Academia de la Historia para investigar el área; y le fue concedida. Lo primero fue recabar información de la batalla. Esta ocurrió después del famoso terremoto de 1812 y que fue aprovechado por Monteverde para capturar a Caracas.
Nuestro sicalíptico precursor, con cinco mil hombres, intentó enfrentarlo, pero el general realista se impuso con gran facilidad. Todo esto lo digirió el historiador y ya sentía las vibraciones cuando leía en voz alta la descripción del encuentro. Y en verdad es que lograba ver o mejor sería decir que sentía las cosas que sucedieron en el campo de batalla y que no estaban en los libros; este era el don que le permitió adquirir renombre como erudito, aunque nunca hacía alarde de ello, más bien lo mantenía escondido.
Al llegar al sitio de la ruina, de dos puertas que no se abrían, lo invadió una angustia serena: angustia porque oía el fragor de ambos lados en el aire y serena porque se sentía en área conocida.
Quiso entrar por la puerta trasera pero claramente oyó que le hablaban a él. ¿Por qué no entras por aquí? Las puertas condenadas te esperamos. Lo hizo y lo último que oyó, antes de desaparecer, fue «tú eres el único sobreviviente final del triunfador, te esperábamos para que nos acompañes».
Marcial Fonseca es ingeniero y escritor
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