Las gotitas milagrosas, por Tulio Ramírez
Twitter: @tulioramirezc
En aquel Petare de mediados de los ’60, visitar el Casco Histórico Colonial era un paseo esperado con ansias durante toda la semana. Tenía yo unos 8 o 9 años y vivía en uno de los tantos barrios de ese populoso sector.
Los domingos iba con papá a misa a la iglesia Dulce Nombre de Jesús del Casco Colonial. Esa rutina formaba parte de mi preparación para la primera comunión. Finalizada esta, a golpe de 11 am, entrábamos al cine Miranda o al Encanto, que estaban a una y dos cuadras de la iglesia, para ver una película de El Santo contra cualquier bicho de uña. A golpe de 1 pm rematábamos comprando una barquilla de a medio para comerla en la plaza. Esos paseos eran lo máximo.
De ese periplo dominguero nunca olvidaré al «indio de la culebra”.
Era un hombre corpulento, de pelo largo, de faz muy tosca y con nariz tan aguileña que parecía un comanche extraído de las series de vaqueros que, en blanco y negro, veía por la TV de nuestra vecina, porque en casa no había. Con los años me enteré que era un peruano que migró a nuestras tierras buscando oportunidades.
Ese curioso personaje deambulaba por la redoma de Petare con una enorme culebra enrollada en su espalda y cuello, hoy la identifico como una Boa constrictor, pero para ese entonces parecía una serpiente venenosa. El personaje de marras promocionaba a viva voz un ungüento al que llamaba “manteca de cascabel”, que “curaba la reuma, la artritis, las dificultades respiratorias, las hemorroides y el dolor de cabeza”. En el mensaje estaba implícito donde untársela.
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Ya más grandecito, viví la época del “mentol chino”. Era una pomada que, según la gente, tenía efectos sorprendentes. Hoy se le podría llamar “producto multiuso”. Se usaba para el dolor de cabeza, para bajar el cachete hinchado por el dolor de muelas, para los resfriados, para la disfunción eréctil, para “el pecho trancao”, luxaciones, esguinces, picadas de alimañas. Este producto competía con el Vick VapoRub como sanador universal.
Cómo olvidar el «agua de Babandí». Causó furor por los años ’70. Su efecto repotenciador lo convirtió en el afrodisiaco más popular de la época. Hasta una canción de Pastor López con el mismo nombre se convirtió en un hit en Venezuela. Ni el Viagra ha tenido tanta publicidad.
Como en todas las sociedades, la gente se inventa una para curar sus males sin acudir a la farmacia, mucho menos al médico. Echar borra de café en las cortadas para “cerrarlas”, pasarse la cola de un gato negro por un orzuelo para “bajarlo” o rezar “la culebrilla” para evitar que se unan las puntas y “te mueras de un infarto”, son algunas de estas medicaciones populares.
A veces las cosas salían bien, en otras creíamos que salían bien y cuando no funcionaba había siempre una explicación convincente, “por algo debe ser que no te asentó, eso siempre ha funcionado. A lo mejor te lo tomaste como no era o te lo pusiste sin fe”.
Ahora tenemos a las “gotitas milagrosas” contra el covid-19.
Hasta ahora no se han presentado respaldos científicos que evidencien su poder curativo. Pero eso no importa, la prescripción solo va acompañada del “te lo juro por este puñao de cruces que sí funciona. Tómalas con fe”.
Tulio Ramírez es Abogado, Sociólogo y Doctor en Educación. Profesor en UCAB, UCV y UPEL.
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