Las lágrimas del ingeniero Cabas, por Gregorio Salazar
En una sociedad que todavía no había drenado el estupor y el sacudón espiritual que significó el asesinato del capitán Rafael Acosta Arévalo, a quien en el colmo de la impudicia sus sicarios exhibieron agonizante ante un juez, tal vez no resultó fácil captar de inmediato y en su justa medida la gravedad de la persecución emprendida por el régimen contra el ingeniero Wiston Cabas.
El técnico, con el apoyo del Colegio de Ingenieros de Venezuela, venía haciendo advertencias sobre la precariedad del sistema eléctrico nacional, dado el estado de abandono del mantenimiento, la desinversión, la diáspora del recurso humano y la corrupción reinantes. Por eso no fue difícil que los hechos le dieran la razón en muy corto plazo.
Cuando se produjo el primero de los llamados mega apagones, fue Cabas quien desmontó las excusas de ciencia ficción dadas por el régimen, llenas de manipulaciones cibernéticas y rayos electromagnéticos venidos desde el maléfico imperio. No. Simple falta de desmalezamiento y podas rutinarias en las zonas de las líneas de distribución.
Un simple incendio forestal que impactó líneas de alta tensión fue la causa del desplome de la red eléctrica nacional
Cuando se produjo el nuevo apagón del 22 de julio, Cabas, echando mano de su sólido conocimiento técnico, su experiencia y de las informaciones precisas sobre el deterioro del sistema que tiene su principal plataforma en El Guri, también lo había anticipado con la certeza que se puede tener de que el sol saldrá mañana por el este y se ocultará por el oeste.
Sólo a alguien extrañó el vaticinio cumplido del ingeniero Cabas y reaccionó con el talante del autoritarismo y la intolerancia que caracterizan a quienes se sienten impotentes ante las descomunales dimensiones de su propio fracaso
Y también de quienes se aferran a imponer el terror como la primera política para la perpetuación en el poder: había que investigar a Cabas por “anunciar”, sospechosamente, un apagón.
Lo ocurrido en cuestión de horas trasluce nítidamente como se ha ido profundizando la deriva antidemocrática del régimen chavista. Los deseos son interpretados como órdenes y la investigación como solicitud de aprehensión, que amerita desde luego una persecución en busca del objetivo. Los tribunales, los fiscales del ministerio público, el Estado de Derecho también viven en un estado de permanente apagón. La sospecha va seguida sin más trámite de la condena y el castigo.
Y así se cumplió con despliegue de eficiencia que envidiarían los “tontons macouts” de Duvalier y los “Calié” de Chapita Trujillo. Sólo que al no conseguir al ingeniero Cabas la emprendieron contra su hijo menor, Arnaldo José Cabas Sanabria. El joven Cabas revelaría luego como fueron golpeados él y las personas que lo rodeaban, encañonado, introducido a la fuerza en una camioneta donde lo habrían guindado de un gancho.
Las denuncias a través de las redes sociales y la solidaridad internacional lograron la pronta libertad del joven Cabas
Mientras tanto su padre emprendió la huída hacia Colombia luego de refugiarse en una zona popular y cambiar su apariencia física. Esta semana fue entrevistado en la televisión del hermano país, donde recordó la pasión cómo sus compañeros de carrera universitaria y la decisión de los gobiernos de la democracia fueron desarrollando un sistema eléctrico, complementario entre termo e hidroelectricidad, de reconocida eficiencia continental, no sólo por su alta tecnología, sino por la capacidad y preparación académica de quienes lo concibieron, lo llevaron a la realidad y lo administraron con responsabilidad y supremo interés nacional.
Recordando esa realidad hoy tan lejana y desvanecida, destruida paso a paso por el chavismo, el ingeniero Cabas no pudo evitar que las lágrimas se deslizaran por sus mejillas
Ahora está en tierra extranjera, adonde tuvo que llevarse precipitadamente a toda su familia, cuyo futuro inmediato está lleno de incertidumbres.
¿Cuál fue el delito cometido por Cabas? Ninguno. ¿Cuáles son sus perseguidores? Varios. Como mínimo, simulación de hecho punible, violación de morada, privación ilegítima de la libertad, tortura han quedado a la vista para el observador más desprevenido. Y más elementalmente, ¿dónde fueron a parar las garantías constitucionales de la libertad de expresión y el derecho de información?
En su deriva autocrática, los personeros del régimen no se percatan de la contradicción en que incurren al condenar el Informe Bachelet y al mismo tiempo hacer nuevos méritos que acrecientan su validez.
Al ingeniero Cabas y a su familia los esperan ahora vicisitudes en tierras lejanas. A sus lágrimas sólo podemos responderle manteniendo la firmeza y la seguridad de que habrá justicia y que vendrán tiempos mejores en que Venezuela resurgirá unida
Y ocurrirrá, dicho sea de paso con la misma certeza de sus vaticinios eléctricos y el mismo rigor con que el sol cumple su rutina entre nosotros.