Las migraciones: el legado de la globalización, por Luis Cermeno
La globalización fue el llamado de las democracias del mundo para reorganizar el orden económico global, derrotar la pobreza y distribuir prosperidad material en todos los países. El planteamiento era principalmente tres cosas: puertos libres para la circulación de bienes y servicios, de capitales, de personas. 40 años después, el mundo post-globalización, es un mundo marcado por la extrema desigualdad material entre países y el desempleo.
La globalización expuso a países en proceso de industrialización a una competencia feroz con países con ventajas competitivas en mano de obra barata y limitado marco regulatorio. Asia, y particularmente China, se convirtieron en la fábrica del mundo en un par de décadas. Años de esfuerzo y recursos invertidos en la construcción de industrias domésticas quedaron hechos cenizas.
Continentes enteros como Latinoamérica y África, particularmente, quedaron acomodados en el nuevo orden global como proveedores de materia prima cotizados a bajos precios en los mercados internacionales. Los países desarrollados por su parte, con sede de las principales corporaciones, quedaron bajo la gerencia de cadenas de producción globales. Sin embargo, los beneficios en términos de creación de empleo e inversión tuvieron limitado impacto doméstico.
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A esto se le suma la vulnerabilidad creada producto de la dependencia de las cadenas de suministros globales. La carencia de insumos médicos en occidente para atender el estado de emergencia sanitaria causado por el Covid-19, es el ejemplo más palpable de los extremos al que se llegó con la deslocalización de las industrias. La disrupción de las cadenas de suministro dejó a occidente a merced de la ayuda de otros países en un ámbito de crucial importancia para la seguridad sanitaria nacional.
Otra premisa de la globalización es la libre circulación de capitales. Esto permitió a grandes corporaciones de EEUU invertir y crear empleos en otros países con factores productivos más baratos, y sacar billones de dólares anuales en dividendos hacia paraísos fiscales. Por otro lado, la desregulación financiera hizo posible la crisis financiera, la cual desvaneció 11 trillones de dólares en riqueza de los hogares y 50% del PIB global.
Quizás el aspecto más contradictorio de todo este proceso fue la promesa de la libre circulación de las personas. Si lo que se planteaba era la destrucción de la capacidad productiva de los países para ser trasladadas a países que comandan menos costes, lo más sensato era prever el impacto migratorio global producto de la pérdida de oportunidades económicas para muchos países
Contradictoriamente, se impusieron más barreras. Los países que lideran la globalización crearon el orden, re-organizaron la producción global, se beneficiaron del proceso, pero se lavaron las manos para crear canales para mitigar los efectos negativos sobre la migración. Lo conveniente de la globalización es que es ambigua, puedes usar la idea del mercado global sin barreras al comercio, pero en el ámbito migratorio endosar los problemas a los gobiernos individualmente.
La Organización Internacional para la Migración calcula que para 2019, 272 millones de personas se han movilizado de sus lugares de origen en busca de nuevas oportunidades. Para tener una idea, en 2050, la organización estimaba que el número de migrantes a nivel global llegaría a los 230 millones. Por su parte, la población refugiada y desplazada alcanzó los 26 y 41 millones de personas, respectivamente. Y vienen más en camino: Gallup estima que hoy día 7 de cada 10 personas a nivel global, o 710 millones, desean migrar de sus países de origen.
No obstante, no sabemos si tales deseos van a ser recibidos con brazos abiertos. El liderazgo de las principales potencias que abogaban por la globalización, ahora responden cruelmente con muros y violencia en sus fronteras, maltrato y cizaña en punto migratorios y aeropuertos, limitaciones, retrasos y negligencia en alternativas de migración legal.
La migración se ha convertido en el enemigo deseado por algunas élites políticas para justificar las fallas del entorno económico del que nadie quiere hablar ni rendir cuentas. No son los migrantes, sino la globalización lo que desvaneció los empleos en EEUU. Movimientos políticos en EEUU, Europa y Latinoamérica han capitalizado injustamente con la migración con fines electorales, con graves consecuencias en las poblaciones minoritarias en esos países, y con las ya bastante limitadas alternativas de migración legal para las poblaciones vulnerables en el mundo.
La retórica migratoria de Trump no solo le da ventajas electorales sobre los 6 millones de desempleados que dejó la deslocalización industrial, sino además le permite limitar el estatus legal de millones de inmigrantes que luego son absorbidos en algunos sectores. Sin embargo, el nacionalismo y el proteccionismo, como argumenta Joseph Stiglitz, no traerá los empleos de vuelta a EEUU, ya que la potenciales actividades manufactureras que regresen al país vendrán dotadas de procesos automatizados y crearan muy pocos empleos.
La exposición del mercado laboral occidental a la competencia con Asia no solo trajo salarios abajo para el resto del mundo sino también la merma en las condiciones laborales. Las nuevas regulaciones en el mercado laboral no solo han hecho más difícil la organización sindical, sino que también ha hecho posible nuevos tipos de empleos: just-in-time, freelancing, cloud-sourcing y cláusulas de no competencia; las cuales permiten a las compañías prescindir de los costos relacionados a los derechos y seguridad laboral.
Las limitaciones a las alternativas de migración legal ha permitido abastecer algunos sectores productivos de mano de obra barata en algunos sectores como la construcción, el transporte o los servicios. Compañías tecnológicas con formato de apps para delivery o Uber son la nueva generación de corporaciones globales que emplea migrantes bajo condiciones infrahumanas.
“Restringiendo las opciones externas a los trabajadores, los empleadores pueden lograr que estos acepten términos que individuos más libres pueden rechazar.” Argumenta Ricardo Hausmann3. “Esa puede ser la razón del porqué hay poca urgencia en resolver el problema de los inmigrantes indocumentados en los EEUU, y el porqué muchos países protegen distintamente a los ciudadanos y a los extranjeros.”
Hausmann, en este sentido, es de la opinión que la esclavitud moderna es un proceso dotado de incentivos económicos que explica la inacción de algunos países frente a las catástrofes humanitarias que viven otros países y que favorece el desplazamiento de migrantes, como es el caso de Venezuela, para su incorporación a procesos productivos bajo condiciones inferiores.
Los incentivos económicos son tan poderosos que la posibilidad de que la economía estadounidense crezca en un promedio de 2.7% en la próxima década, de acuerdo a Bloomberg, recaerá en la posibilidad que incorporen a una fuerza de trabajo inmigrante, sin la cual la economía de este país caería un 1.4%. El Banco Mundial, por el otro lado, afirma que el un crecimiento de 0.26 de la economía peruana en 2021 dependerá del aporte de la comunidad inmigrante venezolana.
Latinoamérica quien poco ha consensuado esfuerzos concretos para acabar con la dictadura en Venezuela, ha limitado canales para una regularización ágil de la solicitudes de visado de millones de migrantes y refugiados venezolanos. En España no hay literalmente formas de migración legal alternativa a la condición de refugio, y asilo político. Miles de personas, muchos de ellos profesionales y estudiados, son forzados a limitadas opciones migratorias que los hacen vulnerables a ser absorbidos por trabajos forzosos y sin protección.
Ahora se habla de la desglobalización post Covid19. Esto no es otra cosa que algunas industrias retomando operaciones en sus países de origen o reorganizando sus cadenas de producción global. No obstante, estas harán uso intensivo de procesos automatizados e inteligencia artificial, sin los costos y los dolores de cabeza del mercado laboral que las hizo salir hacia otros países originalmente. Los países en desarrollo que ya se habían desindustrializado, estarán en una doble situación vulnerable por su desfase en la carrera tecnológica. Ante una segunda ola migratoria más poderosa que la actual los liderazgos nacionalistas no verán nacer los huevos antes que sean reemplazados por otra alternativa política.
Hoy día Mundial del Refugiado, es importante reflexionar sobre las causas de la migración global. La migración no es un fenómeno puramente doméstico, está conectado con procesos globales más complejos y de mayor escala.
Los migrantes no pertenecen, no tienen derechos politicos, son indeseados por las sociedades que los acogen. Las limitaciones de las opciones legales para la población migrante está, en la practica, resucitando un tipo esclavitud moderna sin precedentes en la era democrática, y la globalización ha sido la encargada de desempolvar tal posibilidad.
¿Podrán los países reinventar sus industrias domésticas, para fomentar el empleo y evitar las migraciones? El reto está en la tecnología, en ese ámbito los países en desarrollo se quedaron muy atrás en el camino. Ahora los gobiernos dicen: “nos desglobalizamos.” Pero antes el mundo merece una explicación, ¿Cuál fue el propósito de globalizar al mundo originalmente? Las democracias globalizadoras deben rendir cuentas, el problema es que el carácter supranacional de la globalización está hecho para no rendir cuentas.
El mundo post-coronavirus nos mostrará que apenas habíamos saboreado una pequeña muestra de lo que serán los grandes movimientos migratorios que están por venir.