Las «Obras referenciales» de Nan González, por Valentina Rodríguez

X: @valenntinus
«Huele a manzanas», afirma –con una sonrisa– la artista antes de entrar a la galería.
La primera vez que vi una obra de Nan González (Caracas, 1956) fue en el Museo de Bellas Artes de Caracas, Titanes de hielo era el nombre de aquella exposición enorme, envolvente –a la que entré por accidente–, en la que el derrumbe de glaciares estremecía –y helaban– las salas del recinto.
Hoy, 20 años más tarde, me encontré de nuevo en Caracas con una exhibición de esta artista conceptual –referente del videoarte en Venezuela– en la galería Carmen Araujo Arte (Hacienda La Trinidad Parque Cultural): Obras referenciales, una muestra pequeña, cálida, que presenta seis piezas producidas entre los años 1988 y 2001, de distintos formatos y lenguajes; un breve recuento de las más de tres décadas de trabajo y trayectoria de González.
Fui a la galería esperando volver a ver algo de aquella exposición en Bellas Artes, pero no. En Carmen Araujo están piezas de otras propuestas de la creadora, igual de potentes y encantadoras; la mayoría premiadas o que forman parte de colecciones importantes.
Naturaleza viva (1994) e Impermanencia (1994) son las obras que se llevan toda la atención en la exhibición. La primera es una instalación conformada por cuatro televisores analógicos, de 14’’, uno sobre otro, todos sobre un rectángulo que simula un tronco de árbol, una especie de tótem; cada pantalla proyecta la misma secuencia: una mujer, semidesnuda, zigzagueante, quien sostiene una manzana atravesada por un clavo. Alrededor de la pila de pantallas, en el suelo, 111 manzanas rojas, Red Delicious –al parecer–, en descomposición, exponiendo el paso del tiempo, responsables del olor que impregna la sala y de una tonalidad de rojos que se van fundiendo a negro y de volúmenes que se van desinflando.
Impermanencia es parte del mismo cuerpo de trabajo de Naturaleza viva, en esta la artista continúa con la manzana atravesada por el clavo, pero no la sostiene una mujer. Nos presenta una fila de representaciones, fotos, de una manzana atravesada por un clavo que duplica en tamaño a la fruta, seis rectángulos colgados a mitad de pared. Las imágenes de los extremos se van fundiendo a blanco, desapareciendo. En el centro de la fila, una manzana real, roja, gala, atravesada por un clavo, real, gris. Para el momento de mi visita, la manzana real ya había caído al suelo. En un mes de exposición el tiempo había hecho su trabajo: cambiar la forma.
Ambas piezas recuerdan las transformaciones que vienen con el paso del tiempo, lo efímero del cuerpo, la finitud de lo material. Nan González, obras referenciales, es una muestra que invita a la introspección.
Naturaleza viva e Impermanencia no son obras de crítica social ni sobre los discursos del feminismo. En estos tiempos donde se oye con frecuencia –lamentablemente– la palabra feminicidios y la expresión «empoderamiento femenino», algunos elementos e imágenes de las obras pueden dar la impresión de que van por ahí –y ha pasado–, pero no. Estos temas no son los que trabaja González. Pero el arte es subjetivo: la interpretación y el significado dependen en gran medida de la perspectiva del espectador, parafraseando a Barthes.
Completan el recorrido los autorretratos Transformaciones (1988), Gravedad (1992) y las instalaciones Códigos del tiempo (1992), Vuelo interior (2001); también bocetos, dibujos de algunas de las obras expuestas.
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Valentina Rodríguez es licenciada en comunicación social y magíster en arte contemporáneo.
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