Las puertas del infierno de Trump, por Fernando Rodríguez
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Sin duda a estas alturas –y pensar que no llega al mes– de la ciclópea toma de posesión de Donald no creo que haya demasiado que escribir. Se ha dicho en toda la prensa universal y otros medios de comunicación todas las perversiones impensables, hasta algo así como que ha comenzado el fin del mundo, al menos de esta civilización.
El monstruo resultó más monstruoso de lo que se esperaba. Y en un par de semanas ha destruido lo que le quedaba al planeta de sensatez general, que en realidad no era mucha. Provoca contar las grandes atrocidades y a lo mejor hasta las más pequeñas porque a veces son las más viles. Pero lo que queremos agregar a ese aluvión mediático es poco, es más bien un deber que un derecho sumar nuestra ira y estupor.
Una caricatura de Ana Black pintó al caballero jugando, divirtiéndose, con el globo terráqueo. Por supuesto recuerda aquella maravillosa secuencia de Charlot, haciendo de Hitler, y divirtiéndose con otro globo que juraba iba a ser suyo.
Sí, el mundo está todo en peligro o al menos los valores mínimos que hacen una civilización: la moral, el respeto y el deber hacia el prójimo, las leyes que limitan la ferocidad de las naciones, la razón como instrumento del caminar por el mundo, el saber, el sentido de justicia, la mínima generosidad para los pobres del planeta que son casi todos sus moradores, la igualdad de las razas y el deber con los migrantes sin rumbo, la precariedad de la salud física y agónica del planeta. Solo queda la violencia y el dinero, lo primero al servicio de lo segundo. No en vano el otro símbolo del régimen es el payaso grotesco de Elon Musk.
Yo solo quiero señalar con todas sus letras que lo realmente más grave de todo este desolado panorama es que Trump no es solo Trump sino la mayoría del pueblo americano. Sí, el mismo del Moma o la Universidad de Harvard y del inmenso desarrollo científico. Carajo, como que, panas de ayer, teníamos razón cuando hace décadas algunos pintábamos en las calles «yankees go home», bucaneros que durante tanto tiempo explotaron y humillaron estos lados del orbe, América latina, la del Golfo de México.
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Pero como casi todo ha sido dicho yo voy a apuntar un detalle que me impresionó especialmente. Una de las locuras mayores y más crueles es la de convertir la franja de Gaza en un lugar para el disfrute de los muy ricos de este mundo, sus colegas los constructores. Cuando le expuso su plan de guerra a Netanyahu, le propuso además que, en contra del pacto establecido del cese del fuego, obligara a Hamas a entregar en tres días a todos los rehenes y de no hacerlo, he aquí el detalle, abrieran al día siguiente las puertas del infierno. Lo dijo con una cara de asco, rabia y desprecio que creo que me acompañó algunos días obsesivamente, vainas. Por supuesto Netanyahu y, sobre todo, los truhanes místicos que lo acompañan en el gobierno israelí oyeron y celebraron sumisamente.
Por fortuna en esos mismos días más de mil celebridades judías norteamericanas repudiaron las actitudes de sus correligionarios, como hubiese hecho Moisés, Rabin, Amos Oz, Barenboim, entre otros, así como la oposición dentro del mismo Israel.
PS. Hablando de religión. A pesar de ser ateo yo te deseo Francisco I que nos acompañes mucho más tiempo, que salgas de tu enfermedad. No sé qué pensaría Dios, pero yo te considero un hombre honorable y necesario.
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