Las reincidencias, por Simón García
Twitter: @garciasim
El anuncio sobre la participación electoral del G4 fue celebrado como una decisión acertada. Los venezolanos que esperan la posición que fije la MUD para tomar su decisión, ahora irán a votar. Un paso que hay que valorar, aunque en materia de unidad falte dar otros.
La abstención ya resulta insostenible. La lógica natural indica que es más eficaz ir a votar que dejarle el terreno electoral al régimen para que complete, sin resistencia, un control absoluto sobre todos los poderes públicos. Lo novedoso es que a esta conclusión arribaron primero los ciudadanos que quienes conducen al G4, lo que expresa un retraso de la dirección política respecto a la reflexión ciudadana.
El proceso no resultó fácil, entre otras cosas porque una decisión de esa entidad necesita ser explicada. Decidir sin debatir condujo a que no todos los sostenedores del gobierno provisional vuelven al voto. Freddy Guevara habló en el lenguaje de una política centrada en el pode: hay que convivir y negociar porque la estrategia de ruptura violenta fracasó. El mismo Henry Ramos, vocero de la decisión, refutó argumentos antes usados para atacar y diferenciarse de quienes participaban: votar bajo un régimen autocrático no es legitimarlo.
En Voluntad Popular hay un apreciable sector que aduce que no han variado las condiciones políticas y electorales imperantes hace 8 meses. Pero buena parte de sus líderes locales y regionales ya andan en abierta campaña. La discrepancia entre el sentido común y los intereses dirigentes está erosionando la coherencia en esa organización.
El sector de la oposición, que lo es así sea minoritario, seguidor de Vente Venezuela, Alianza Bravo Pueblo, La Causa R, Proyecto Venezuela y Encuentro Ciudadano reinciden en llamar a la abstención y en extender la calificación de alacrán a quienes van a votar por razones ligadas a la defensa de la democracia. No emplean la ética como límite, sino como elástica para denigrar de quien piensa diferente. Las líneas rojas deben ser rojas.
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El cambio de política no es completo porque en la MUD se ha interiorizado una partición de aguas que se ha convertido en rechazo irracional. Su fundamento, votar o no votar con Maduro en Miraflores, ya no sirve para fundamentar la división de la oposición. Si no es homogénea ni uniforme, ya es tiempo de aceptar que el otro opositor es necesario.
Si la oposición se presenta dividida estará compitiendo por plata o bronce, nunca para ganar. Una derrota el 21 anulará la convocatoria a un revocatorio y creará una retirada de la confianza que aun queda en los venezolanos hacia los partidos y los políticos tradicionales.
La decisión de la MUD tiene una gran importancia, la cual sería mayor si abre sus fórmulas a liderazgos de la sociedad civil y a partidos fuera de su ámbito. Pero reincidir en rechazar un entendimiento entre la Plataforma Unitaria y la Alianza Democrática, al menos en Estados como Zulia o Lara, más que un error es la crónica de un boletín de medianoche con resultados irreversibles.
La reiteración en los errores hace más evidente la exigencia de renovar la élite política. Las encuestas registran el alto rechazo a todos los líderes de la oposición, el descenso continuo de la identificación con los partidos tradicionales y el descontento de la mayoría de la población con el gobierno y la oposición.
Ojalá que el 22 de noviembre la mayoría Ni Ni no termine en la anti política ni en la anomia cívica. Pero, ¿quiénes nutrirán la esperanza y vigorizarán a un país obligado a unirse desde sus cenizas?
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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