Las relaciones entre China y Brasil: reflexiones sobre un centenario, por Mauricio Santoro
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El 1 de julio, el Partido Comunista Chino celebra el centenario de su fundación. China es el mayor socio comercial de Brasil, destino de más de un tercio de las exportaciones nacionales, pero en el país se debate poco sobre los impactos del sistema político de la nación asiática en las relaciones sino-brasileñas. El centenario del partido es una ocasión importante para reflexionar sobre el tema.
El Partido Comunista es el fruto de muchas corrientes distintas de pensamiento político: el marxismo y la Revolución rusa de 1917, pero también la efervescencia del Movimiento del 4 de Mayo de 1919, una de las principales fuentes de renovación cultural china en el siglo XX.
Es heredero de una serie de intelectuales y grupos que trataron de fortalecer a China a lo largo del «siglo de humillaciones» de las intervenciones y ocupaciones extranjeras, desde la guerra del Opio (1839) hasta la revolución de 1949. Estos antecedentes –más plurales de lo que se suele suponer– ayudan a comprender el papel que ha desempeñado el partido en el impulso del desarrollo chino desde el inicio del proceso de apertura y reforma de Deng Xiaoping en 1978.
Cuando Jiang Zemin era secretario general (1989-2002), el partido adoptó la doctrina de las «tres representaciones», según la cual representa los intereses de la mayoría de la población china, el desarrollo de las fuerzas productivas avanzadas y la orientación de la cultura superior.
En términos prácticos, se trata de una formulación más inclusiva que la ortodoxia marxista, que permite la incorporación de los empresarios y una visión orientada a la potenciación nacional más que a instigar la lucha de clases.
Desde el inicio del gobierno de Xi Jinping (2012) se ha hecho mayor hincapié en el papel del partido en la supervisión de la labor del sector privado, con un mayor control sobre las empresas y una mayor atención a problemas sociales como la desigualdad, la pobreza y la preservación del medio ambiente.
Sin embargo, la visión a largo plazo sigue siendo que la misión del Partido Comunista es promover el desarrollo de China y volver a convertir al país en una gran potencia, respetada internacionalmente.
Los líderes del partido hablan de ser una «sociedad moderadamente próspera», es decir, un país que ha escapado de la trampa de la renta media y ha alcanzado una buena calidad de vida, aunque no a la misma escala que una nación rica. Los hitos de este proceso son dos centenarios: 2021 y 2049. Los aniversarios de los 100 años de la fundación del partido y de la revolución comunista.
Implicaciones para Brasil
Brasil sigue teniendo el reto de formar una generación de expertos en China, con dominio del idioma, comprensión de la cultura y experiencia del país. Se trata de un proyecto a largo plazo, que se ha visto obstaculizado por la escasez de recursos para la investigación científica.
Gran parte de los conocimientos sobre temas chinos que se consumen en el país proceden de fuentes de Estados Unidos y Europa, y a menudo llevan la huella negativa de los conflictos chino-occidentales de los últimos años, las disputas sobre el comercio, los derechos humanos y las cuestiones militares.
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Es difícil para los brasileños identificar cuáles son sus propios intereses nacionales en su diálogo con el Partido Comunista de China y qué es simplemente un reflejo de las preocupaciones en boga en Washington, Berlín, París o Pekín.
Sin embargo, esta reflexión es cada vez más necesaria. La diplomacia del partido chino ha ganado en importancia y ya no se limita a los grupos marxistas o de izquierda. También abarca a los conservadores, a los liberales, a todo el espectro ideológico.
El Partido Comunista chino ya no busca exportar su modelo ideológico, como lo hizo en el periodo maoísta, sino que busca afirmar la legitimidad de su trayectoria nacional, contar su versión de los hechos y defenderse de las críticas.
Esta agenda tiene muchos puntos de convergencia con sus homólogos brasileños, como la identificación de oportunidades de comercio e inversión, iniciativas medioambientales como la lucha contra el cambio climático, la cooperación educativa y científica, y visiones sobre el desarrollo. Otros puntos merecen precaución, especialmente cuando implican conflictos con otros importantes socios brasileños, como Estados Unidos y la Unión Europea.
Estas conversaciones son también una buena ocasión para que los actores sociales brasileños reafirmen el compromiso de Brasil con la resolución pacífica de los conflictos, el respeto al derecho internacional y a las normas de las organizaciones multilaterales, en temas tan diversos como las disputas comerciales, los conflictos fronterizos o los conflictos sobre derechos humanos.
La pandemia ha demostrado la importancia fundamental de China para Brasil, desde el comercio exterior hasta la obtención de suministros médicos contra el coronavirus. También ha demostrado que la relación sino-brasileña se ha convertido en objeto de controversias partidistas, tensando los entendimientos entre ambos gobiernos.
En este contexto, es especialmente importante que los brasileños –en la administración pública, las empresas y las universidades– profundicen en la investigación y la reflexión sobre el papel del Partido Comunista en el Estado chino. Solo con conocimiento e información será posible hacer frente a estas crisis.
Mauricio Santoro es Doctor en Ciencias Políticas por el Iuperj y profesor del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Estatal de Río de Janeiro. Fue investigador visitante en la New School (Nueva York) y en la Universidad Torcuato di Tella (Buenos Aires).
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