Las «señoritas» de Las Mercedes, por Tulio Ramírez
Twitter: @tulioramirezc
Cuando conduzco por Las Mercedes, y observo la cantidad de automóviles de alta gama ocupando los estacionamientos de restaurantes lujosos a cualquier hora del día y en cualquier día de la semana, me da la sensación de estar en un país normal. Hasta el carácter me cambia. Me pongo nostálgico recordando tiempos pasados.
Lo primero que me viene a la mente es que tengo muchos años sin disfrutar un exquisito plato en alguno de esos espacios gastronómicos de alta cocina. Tampoco recuerdo cuando fue la última vez que disfrute por esos predios, de una agradable velada con whisky bueno o con vino importado.
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Pero hoy no me dedicaré a quejarme por el deterioro de mi salario, gracias a la pésima gestión económica del gobierno, ni tampoco a hablar mal de «enchufados», «manos mojadas», «cuántohaypa’eso», «cómoquedoyoahí», «engrasados» u «hombres nuevos» con moral revolucionaria, pero con bolsillos bien llenos. Más bien me referiré a las «señoritas» que desde hace un tiempo pululan por Las Mercedes.
He tenido la oportunidad de observarlas muy de cerca ya que es una vía alternativa para ir hasta mi hogar. Inclusive, cuando decido transitar por la Francisco Fajardo, ahora rebautizada como Guaicaipuro por la nomenclatura chavista, logro verlas a lo lejos. Su presencia es inconfundible.
He contabilizado unas quince. Es inevitable reconocerlas. Además, son muy parecidas. Son altas, esbeltas y del mismo color, aunque algunas son un poco más claras que el resto. Todo el que pasa frente a ellas, inevitablemente tiene que voltear la mirada. Una vez me reclamaron por quitar la vista del camino.
Otro dato es que siempre están en el mismo lugar, por lo que es muy fácil localizarlas. La que está en la calle Veracruz es diferente a la que siempre está en la calle París. Así que, cada una en su calle, rara vez están juntas. Entiendo que cada uno de esos sitios, constituye su lugar habitual de trabajo. No se aglomeran en un solo espacio, como es costumbre en otros países. Están dispersas por todas Las Mercedes.
Lo que no me explico es cómo, en una zona con tanto tránsito vehicular, multiplicidad de locales comerciales y hasta edificios y casas residenciales, los vecinos no se hayan quejado por su presencia.
Es normal que las familias quieran vivir en una zona tranquila, lejos del ruido y de las incomodidades. De igual manera, los dueños de negocios deberían evitar todo lo que altere la comodidad de sus usuarios. Sin embargo, que se sepa, nadie se ha quejado.
Un amigo, conocedor del mundo donde se mueven esas «señoritas», me comentaba que se trata de un negocio redondo. «Las personas que las usan, pagan una fortuna por el servicio y sus dueños las exprimen hasta que se ponen muy viejas e inservibles. Las explotan al máximo, hasta que ya no pueden dar más».
Aclara mi amigo, «no todos tienen acceso a ellas, su precio no es para los limpios. Sus propietarios viven de lo que ellas generan, y mira que generan mucho dinero». Pregunto haciéndome el tonto, ¿pero tienen propietarios?, ¿alguien las compra? La respuesta fue «sí, pero el que las compra lo hace para beneficiarse de su trabajo. Nadie las compra para uso personal porque sería botar la plata. Además, ¿dónde la vas a guardar y con qué las vas a mantener?, ellas deben pagarse solas».
Soy poco conocedor de ese negocio, pero la lógica de mi amigo es impecable. Si no hubiese sido profesor me hubiese metido en el negocio de la compra y posterior alquiler de «señoritas». Aunque el mercado esté contraído por la crisis económica, siempre habrá quien necesite una.
Invito a mis lectores a que piensen en esa posibilidad tan lucrativa, inclusive asociándose con un amigo. Invertir en la compra de un montacargas tipo «señorita» para alquilarlo a los constructores de edificios, siempre será un buen negocio. ¿Qué imaginaban?
Tulio Ramírez es Abogado, Sociólogo y Doctor en Educación. Director del Doctorado en Educación UCAB. Profesor en UCAB, UCV y UPEL
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