Las tres agendas, por Simón García
Un modo de favorecer la aproximación entre las fuerzas de cambio y detener su fragmentación puede ser recolocar su actividad en tres agendas: la del país, la de la crisis social y la de las próximas coyunturas electorales.
De estas tres agendas, las dos primeras son urgentes. Pueden y deben traducirse en acciones concertadas de la oposición. No admiten demoras. En ellas se concentran importantes coincidencias. Abarcan temas propicios para rescatar la credibilidad en los partidos.
Existe una tercera agenda que puede ser asumida preventivamente y en el plano del debate necesario para reformular una estrategia eficaz. Se refiere a batallas electorales que el régimen va a imponer y frente a las cuales hay que encontrar la respuesta que mejor contribuya al empoderamiento de la oposición. Requisito indispensable para aumentar la capacidad de presión interna hacia desenlaces pacíficos y decididos por venezolanos.
Las tres agendas no tienen hoy el mismo grado de consenso, pero mientras mayores sean los acuerdos en la Agenda país más fácil resultará superar las diferencias o disminuir la posibilidad de que la agenda electoral obstruya la acción compartida en otros tableros.
Ninguna de las agendas puede subestimar la fuerza de la que aún dispone el gobierno ni ignorar que si logra ampliar sus márgenes de maniobra financiera y económica va a comprar relativa estabilización a futuro. Es dañino el decreto extremista que vuelve a prometer la caída del régimen a la vuelta de la esquina, cuando el riesgo real es que el actual infierno se convierta en crisis crónica
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Nadie es dueño de certidumbres ni adivino de los giros inesperados que puede dar la historia, pero no podemos reducir la política a una apuesta sobre salidas que no están en nuestras manos. Haber prometido falsas expectativas ha sido uno de los errores que han contribuido a que el régimen se atornille.
Ahora, definiendo un recomienzo a partir de las fuerzas que aún conserva, la oposición tiene que afincarse en una realidad: el gobierno tiene crecientes averías para gobernar, lo desborda su pérdida de control sobre las situaciones destructivas que crea y sigue aumentando, incluso en su seno, el rechazo a la bancarrota de todo y de todos. El país quiere una política alternativa y un horizonte de reunificación de los venezolanos que sólo la oposición democrática puede darle.
La oposición que criminaliza el camino electoral, que no admite el diálogo ni considera viable una transición, que sólo apuesta a derrocar a NM sin tener con qué, no comparte una vía de cambio pacífica. Las coincidencias puntuales dependen de ellos y se asumirán dentro de un debate para desmontar sus tesis, porque mientras más se les ceda terreno, mayor será la frustración y más corto el camino para encerrarse en casa
Las tres agendas permiten renovar el concepto de unidad, que el contenido prive sobre las formas y el interés país sobre las conveniencias particulares. Exigen un esfuerzo común de militantes y ciudadanos, miras elevadas, rendición de cuentas y cumplimiento efectivo de la misión cívica de cada partido. Abren una competencia de aportes y de aciertos entre el mayor número posible de actores democráticos, diversos y coherentes. Y eso, es algo.