Las tres etapas, por Teodoro Petkoff
La oposición político-partidista ha pasado por tres etapas diferentes en estos nueve años. La primera se extendió desde febrero de 1999 hasta el fin del paro petrolero, en febrero de 2003. La segunda, desde los alrededores de esa fecha hasta las elecciones parlamentarias de diciembre de 2005. La tercera, desde enero de 2006 hasta nuestros días.
En la primera, literalmente pulverizados los partidos políticos, la conducción de la oposición fue asumida por representantes de poderes fácticos: económicos, mediáticos y militares. Los partidos políticos marcharon a remolque de estos poderes. La estrategia puesta en práctica tuvo un marcado sesgo conservador, que arropó al conjunto de la oposición, en la cual se movían también grupos y personalidades de centro y centroizquierda, pero cuyas voces poco eco tenían en el cacofónico lenguaje opositor de la época. Fue un periodo caracterizado por una política golpista, que condujo a tres tentativas sediciosas que terminaron fortaleciendo el poder de Chávez y haciéndole el juego a su discurso maniqueo.
Con el fracaso del paro petrolero y del golpe nonato al cual estuvo asociado, los poderes fácticos se replegaron y los partidos políticos recuperaron cierta capacidad de dirección, pero compartida con los poderes fácticos. Entró en acción la Coordinadora Democrática y se adoptó una línea de conducta democrática, apuntando al referéndum revocatorio, y con un espíritu mucho más inclinado hacia el centro político. Se alcanzó el notable éxito de que fuera convocado el RR, pero después de la estupenda votación alcanzada por el SÍ, la CD cometió el error fatal de denunciar un fraude que no pudo demostrar y potenció con esto el suicida espíritu abstencionista que se apoderó de sectores considerables de la base social opositora. De modo que en los tres subsiguientes procesos electorales (gobernaciones, alcaldías, consejos legislativos /concejos municipales /Asamblea Nacional), la abstención literalmente le regaló todas esas instituciones al chavismo, lanzando a la oposición al fondo de un barranco.
En la tercera etapa, la alianza estructurada en torno a Manuel Rosales ocupa el centro político, e impone una estrategia democrática, que revierte el abstencionismo, saca a flote más de 4 millones de votos y permite la emergencia nacional de dos nuevas referencias partidistas, UNT y PJ. La ruptura de PODEMOS con el proyecto de reforma, así como la de Raúl Baduel, anuncian una nueva configuración de la oposición, afincada, por supuesto, en una estrategia democrática y de masas, que no elude sino asume el escenario electoral. Débil como se encuentra aún, reside en sus factores la posibilidad de crear, más que una oposición, una alternativa popular y progresista al régimen de Chávez.