Las tres plagas, por Teodoro Petkoff
Sobre el país se están cebando simultáneamente tres grandes crisis. La crisis de la seguridad pública, la crisis del sistema eléctrico y la crisis del sistema público de salud. No son las plagas de Egipto, son las plagas de Chávez.
No es que Venezuela fuera una tacita de plata antes de Chacumbele, pero lo que teníamos en esas tres áreas pudo resistir once años de la peor administración pública que haya tenido jamás este país. La bonanza petrolera, desde luego, disfrazaba la incompetencia. Pero ya la estructura de los servicios que maneja el gobierno no aguanta más. Por supuesto, esas tres crisis no son las únicas.
También la educación pública está severamente dañada y en el horizonte asoma su fea cara la crisis del agua. Y no hablemos de la economía. Pero, son la de la inseguridad, la de la salud y la eléctrica las que en este momento caen con mayor peso sobre el lomo de todos los habitantes del país, en particular sobre los pobres.
Los pobres no pueden trancar sus calles, como hacen los habitantes de las urbanizaciones de clase media o los ricos; tampoco pueden pagar vigilancia privada y las patrullas policiales no circulan por las rutas de las barriadas populares. Los pobres, pues, están absolutamente indefensos y desprotegidos y la crisis de la seguridad pública los golpea con particular saña. Para los pobres no hay policía y casi todos los delitos que los agobian quedan impunes. El 99% de los homicidios se producen en las barriadas populares y de ellos un porcentaje similar ni siquiera se investiga. Para los pobres no hay tribunales pero lo que sí hay es cárceles, las peores y más violentas del continente.
Los pobres no pueden ir a las clínicas privadas y para ellos no hay HCM. Hospitales y ambulatorios están colapsados y el alivio que significó Barrio Adentro resultó efímero. El sistema de Seguridad Social tiene ya once años de demora. El Gran Charlatán, sin el más mínimo sentido del ridículo, «invita» al Presidente gringo a que «se venga pa’l socialismo», pero Obama, en apenas nueve meses, está a punto de lograr que el Congreso le apruebe la universalización de la Seguridad Social, mientras para el «revolucionario» y «socialista» Chacumbele casi once años no han sido suficientes para saldar esa deuda con el pueblo.
En materia de electricidad ya comenzamos a sumergirnos en el mar de la felicidad. Quién iba a creer que este país, energético por excelencia, conocería largas horas de racionamiento eléctrico. Quién podría creer que Venezuela iba a vivir de «alumbrón» en alumbrón» –como dicen los cubanos, para marcar el fin de los apagones–. Desde luego, son los pobres los más afectados por las fallas eléctricas, pero esta calamidad sí que no hace distingos de clase. Ricos y pobres padecen por igual las consecuencias de esta plaga destructora que le ha caído al país. ¿Será verdad que todavía la sarna con gusto no pica?