Lealtad o miedo, por Rafael A. Sanabria M.
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La inmensa mayoría de los venezolanos manifiesta descontento por la situación política, económica y social de Venezuela. Lo murmuran en calles, colas, transporte público y en los hogares mismos, en cualquier lugar donde se permite reunir ciudadanos hay ese clamor. Es fácil punto de encuentro entre los conciudadanos del país, quienes coinciden en que hay una crisis honda que ha deteriorado profundamente la dinámica social.
En este punto no hay división entre chavistas y opositores, porque todos están viviendo las penurias del día a día. Pero el meollo de la situación radica en el momento de decidir en unas elecciones.
Para los oficialistas es importante el término lealtad, término que aplican cual látigo, de arriba hacia abajo, pero que no entra a cuestionar a quienes están en altos sitiales de su organización. Aunque pasen fuertes malestares en el diario vivir dudan en dar el paso para cambiar las autoridades. Habrá que discernir si esa indecisión es por la llamada lealtad o es por miedo.
El gobierno posee control sobre ellos en tan difícil situación y el pueblo llano tiene miedo a perder una bolsa de alimentos, aunque esta sea insuficiente y tardía. De igual forma sucede con los bonos a través del Carnet de la Patria, ingreso que se ha constituido en la única entrada para muchos núcleos familiares de desempleados.
Todo esto hace aun más dependiente al pueblo. Cada día esta situación, que ya es cuesta arriba, se agudiza más. Una inmensa masa de la población está en total dependencia sin ninguna otra forma de supervivencia.
Se entiende la justificación que manifiesta el pueblo, inconforme, que en cierta forma le impide dar un paso adelante y darle un golpe de timón al mal panorama para renovar las estructuras de las instituciones del Estado.
Estas pudieran ser unas de las muchas causas por las cuales el pueblo oficialista no toma la decisión de darle diferente rumbo al sistema, pues tienen miedo de perder el chivo y el mecate, como se dice en argot popular. Ese es el sentir que se recoge en las comunidades.
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Por el contrario, la corriente opositora juzga con un lenguaje a veces inapropiado y ofensivo, llegando al término de considerarlos unos pedigüeños, punto de desencuentro que genera un choque grande entre ambas corrientes, que deriva en una lucha de pugnas entre venezolanos, aunque subyace una situación común: el malestar general.
Entonces, si existe una insistente incomodidad entre ambas partes, tomémonos de las manos sin importar color, ideología y credo, y tracemos la ruta para reencontrarnos por Venezuela, ya que todos tenemos la visión de hacer de nuestro país una tierra de progreso.
Si somos leales a un proceso, a una doctrina, una idea, a una figura, no confundamos su acepción con la sinvergüenzura. No apoyemos, lo que sabemos que marcha incorrecto y que va en contra de nuestros valores (esto va tanto para oficialistas como opositores) y es lo que nos mantiene sumergidos en esta crisis profunda, que avanza a pasos aligerados en todos los órdenes de la sociedad.
Es urgente una renovación política en cada estado y municipio, todos estamos conscientes de lo que a diario se vive en esos minúsculos espacios geográficos, próximos e íntimos a nosotros. Darle un cambio no se llama traición, se llama lealtad, primero a nuestro valores y segundo a nuestra comunidad y lar nativo. No podemos continuar teniendo en nuestras zonas próximas autoridades que, en vez de propiciar el progreso y la evolución de los pueblos, lo que hacen es convertirlos en ciudades dormidas.
Basta de ser indiferentes, observando con ojos de benevolencia los actos indecorosos y maltratos que se cometen contra el pueblo llano, que es quien da el poder a esas figuras despóticas para que lleguen a sus cargos.
El miedo es un derecho, eso no tiene discusión, pero tenemos el deber de rechazar con el voto a los gobiernos ineficientes. Este es el momento indicado para meter al miedo en el bolsillo y validar con el sufragio nuestra querencia por Venezuela.
No permitas que te confundan con operativos cínicos (bolsas de comida, gas, asfaltado y mucha pintura) que están haciendo en las últimas horas. Simplemente maquillaje para ocultar su absoluta ineficiencia e intentar permanecer en el poder. Son técnicas de emergencia, la metodología de la improvisación permanente, la mecánica del disimulo, la lógica del autoengaño que se ha instalado definitivamente entre nosotros.
Sé leal contigo mismo y con Venezuela. ¡Vota por tu país!
Yo, soy pueblo.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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