Lecciones desde Bolivia, por Félix Arellano
No resulta sencillo establecer vinculaciones entre diversos acontecimientos sociales, ya que cada uno tiene sus especificidades, empero, entre las crisis de Bolivia y la venezolana podríamos identificar algunas coincidencias y varias lecciones que conviene apreciar y, en la medida de lo posible, asimilar. En ambos casos nos encontramos con el poder como epicentro. Radicalismos que aprovechan la institucionalidad democrática para llegar al poder y luego la van destruyendo para perpetuarse. Las mayores diferencias las encontramos en el proceso de cambio y transición a la democracia que, en el caso de Bolivia, ya se encuentra en pleno desarrollo y del cual podríamos extraer algunas enseñanzas.
Sin ningún orden jerárquico podríamos iniciar abordando la lección que brindan las fuerzas armadas, y las bolivianas están jugando un papel institucional para facilitar la transición. Cuando la soberbia del autoritarismo de Evo Morales promovía el fraude electoral, estimulando incluso la violencia, la organización militar ha jugado el papel de garante que le asigna la Constitución, ya que al gozar del uso legítimo de la fuerza, ejerce una función de árbitro, que no se debería desequilibrar.
En reconocimiento a Evo se debe destacar que, dentro del libreto autoritario, no avanzó en el deterioro de la institución militar; fraccionándola, reduciéndola, concentrándola en actividades mercantiles y corporativas o creando mecanismos paralelos para controlarlas; tratando con ello de evitar el fantasma de la salida militar. Siempre teniendo presente el adagio según el cual “los militares son leales, hasta el día que dejan de serlo”.
No obstante que Evo contaba, desde hace varios años, con un mecanismo de alto nivel de agresividad y violencia paramilitar, como son los “Ponchos Rojos”, que utilizó ampliamente para desestabilizar a los gobiernos de Gonzalo Sánchez de Losada y Carlos Mesa; y luego de su salida a México, han multiplicado la violencia; las fuerzas armadas lograron mantener su fortaleza institucional y, en el estricto respeto de la Constitución.
En este contexto, al estimar que, la actitud arrogante del Presidente, obligando con el fraude una cuarta inconstitucional e ilegítima reelección, estaba generando las condiciones para una inminente conflagración civil, han solicitado la renuncia de Evo Morales.
Otra importante lección boliviana tiene que ver con el trabajo coordinado de la comunidad internacional, en particular las Naciones Unidas y la Unión Europea, con la sociedad civil boliviana, en particular la iglesia católica; para promover el diálogo, la negociación, la convivencia y, en consecuencia, la paz y la democracia. Lo que ha permitido que el Congreso boliviano apruebe por unanimidad, la convocatoria a unas nuevas elecciones, en las que no podrá participar el expresidente Evo Morales.
Lea también: Izquierda: ¿auge o caída?, por Américo Martín
El esfuerzo de negociación en el Congreso boliviano, para encontrar una salida pacífica a la crisis y fortalecer la institucionalidad democrática, se podría considerar una de las lecciones más importante que emana de la crisis boliviana. El partido de Evo Morales, el Movimiento al Socialismo (MAS), con mayoría en el Congreso, pareciera estar entendiendo la conveniencia de la vida en democracia. Si un proceso electoral es seguro y transparente, cualquier grupo político con respaldo popular, que se traduce en votos, puede llegar al gobierno; empero, también el voto castigo lo puede sacar del poder.
Adicionalmente conviene destacar que en el marco de la crisis, el poder legislativo de Bolivia está ocupando el papel que le corresponde, al ser el foro que representa la voluntad popular y sirve de plataforma para el debate, el diálogo y la negociación. Las actuales circunstancias no le permiten al MAS ejercer una posición hegemónica y de aplanadora, como lo venía haciendo en los últimos años, con prepotencia y un alto nivel de corrupción.
La ausencia de Evo ha facilitado el proceso de negociación, pero también conviene señalar que algunas voces importantes del partido han llamado al diálogo y a la paz, contribuyendo a que, la premonición de guerra que dejó Evo en su despedida, se desvanezca, para beneficio de todo el pueblo boliviano y del continente.
Igualmente conviene destacar, la salida pacífica del intervencionismo cubano que enfrentaba Bolivia con Evo. Una significativa presencia de cubanos con funciones muy ambiguas que giran entre: cooperación, control, espionaje o intervención. Lo lamentable es que la dictadura cubana pareciera no comprender la lección, pues en muy corto tiempo han salido sus supuestos “colaboradores” de Ecuador, Brasil y ahora Bolivia; pero la dictadura mantienen esta práctica con rigor, y los utiliza, sin mayor consideración por los derechos humanos, en otros países.
Cuando la transición a la democracia en Bolivia parece inminente, ahora se presenta un gran desafío para la oposición democrática boliviana, que en algún sentido coincide con la venezolana al privilegiar las diferencias, frente a la unidad. Si la oposición boliviana participa dividida en el próximo proceso electoral, pudiera el MAS lograr de nuevo el poder. En estos momentos el MAS no tiene liderazgo, pero aún tiene pueblo cautivo y radical.
Las divisiones en la oposición democrática producto, entre otros, de agendas personales, egos, radicalismos o intereses mercantiles son el camino para perpetuar el autoritarismo y destruir la esperanza democrática. Por otra parte, el nuevo gobierno boliviano enfrenta el reto de construir convivencia, tolerancia y paz social, en un país de una profunda heterogeneidad.