Leyendo el TIAR, por Carolina Gómez-Ávila
Creo que igual de equivocados, sobre lo que representa el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), están los guerreristas como los acobardados. Por cierto, lo creo después de leer el TIAR; aunque temía, lo hice este martes porque la Asamblea Nacional dijo que sí, en primera discusión, a la ley que aprueba el retorno de Venezuela a ese pacto. Por eso quiero aportar información para desmontar la manipulación insoportable de unos y otros.
En la introducción a sus 26 artículos el TIAR deja claro que pretende “prevenir y reprimir las amenazas y actos de agresión contra cualquiera de los países de América”, que se adhiere plenamente a la ONU y que su intención es “asegurar la paz por todos los medios posibles, proveer ayuda recíproca efectiva pare hacer frente a los ataques armados contra cualquier Estado Americano y conjurar las amenazas de agresión contra cualquiera de ellos”.
El TIAR es un tratado de defensa. No nació para declarar la guerra sino para protegerse de ella, para abortarla si lograra detectar su gestación. Por eso no sorprende que su primer artículo sea una declaración de paz, políticamente correcta. No hay contradicción en ello salvo para quienes quieren falsearlo como un pacto inoperante
Artículo 1º:
Las Altas Partes Contratantes condenan formalmente la guerra y se obligan en sus relaciones internacionales a no recurrir a la amenaza ni al uso de la fuerza en cualquier forma incompatible con las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas o del presente Tratado.
Es verdad que el TIAR no apoyó a Argentina en 1982 durante la guerra de las Malvinas; también es verdad que el enfrentamiento era con una potencia mundial muy superior en número, recursos y aliados, lo que sería insensato obviar. Pero sí funcionó en modo preventivo: en 1957 el TIAR logró la demarcación de fronteras entre Honduras y Nicaragua y, con ello, la paz; en 1962, se prohibió que los países del TIAR entregaran armas a Fidel Castro; en 1983, el TIAR aprobó la invasión a Grenada. No, no es inoperante. Como todos los tratados de su tipo, a veces funciona y otras no; a veces es justo y otras, no.
Del TIAR, me parece pertinente que los venezolanos conozcamos el artículo 6º que prevé agresiones distintas a un ataque armado convencional.
Artículo 6º:
Si la inviolabilidad o la integridad del territorio o la soberanía o la independencia política de cualquier Estado Americano fueren afectadas por una agresión que no sea ataque armado, o por un conflicto extra continental o intracontinental, o por cualquier otro hecho o situación que pueda poner en peligro la paz de América, el Órgano de Consulta se reunirá inmediatamente, a fin de acordar las medidas que en caso de agresión se deben tomar en ayuda del agredido o en todo caso las que convenga tomar para la defensa común y para el mantenimiento de la paz y la seguridad del Continente.
Pero sobre todo, me parece necesario y oportuno que los venezolanos comprendamos que el TIAR no necesariamente anuncia acciones armadas.
Artículo 8º:
Para los efectos de este Tratado, las medidas que el Órgano de Consulta acuerde comprenderán una o más de las siguientes: el retiro de los jefes de misión; la ruptura de las relaciones diplomáticas; la ruptura de las relaciones consulares; la interrupción parcial o total de las relaciones económicas, o de las comunicaciones ferroviarias, marítimas, aéreas, postales, telegráficas, telefónicas, radiotelefónicas o radiotelegráficas, y el empleo de la fuerza armada.
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Este artículo me recordó que el 22 de mayo se presentó ante el Senado de Estados Unidos el proyecto de ley “Venezuela Emergency Relief, Democracy Assistance and Development Act” (conocido por sus siglas “VERDAD”) que fue propuesto por el republicano Rubio y el demócrata Menéndez. En él se pide expresamente al Departamento de Estado de ese país que trabaje conjuntamente con gobiernos de América Latina y Europa para que implementen sus propias sanciones. Está a la vista cómo se puede alinear la adhesión al TIAR con la estrategia de acción cada vez más sólida de los estadounidenses.
Escandalizarse por la casi segura adhesión al TIAR –y denostar por ello a la coalición democrática– es un desatino. Creer que significa una inmediata acción militar o creer que no lo significa en absoluto, es lo que hacen quienes ignoran lo aquí dicho o quienes lo saben muy bien, pero apostrofan al resto como si no lo supieran. Charles Richet los definió muy bien.