Libertad… ¿a domicilio?, por Alejandro Oropeza G.
“… no tenemos ningún control sobre el mundo,
ni en términos de anticipación teórica ni en lo
que se refiere a su configuración práctica”.
Daniel Innerarity: “Política para Perplejos”, 2018.
En días pasados, en la avalancha de mensajes, intercambios, comentarios, insultos, aplausos y todas las manifestaciones humanas que se puedan dar y escribir, alrededor de un hecho en particular, como la gira internacional del presidente encargado y diputado Juan Guaidó; leí un “tweet” que afirmaba: “VENEZUELA no está lista aún para la libertad”. Sin embargo, en otras cuentas se apostaba a rumbos diversos para retomar la libertad y reiniciar los caminos democráticos abandonados.
Aún el propio autor del “tweet” referido se agita, en su misma cuenta, a favor de algunas estrategias que conlleven a ese fin: el logro de la libertad y en el ataque y la descalificación de tantas otras.
Entonces, la pregunta en definitiva es: ¿Está preparado el país para la libertad?
Tal vez, sería más pertinente analizar, en atención a algunos de los comentarios expresados, si en su conjunto el liderazgo opositor está en capacidad de articular estrategias para lograr ese fin. Definitivamente, esto de que una persona o un grupo de ellas, no importa los grados y niveles de calificación que posean, se autoproclamen como definitivos tenedores y sabedores de la verdad y de las calificaciones que un país y una sociedad entera posea para acceder a una realidad tan compleja, relativa y difusa como lo es la libertad. Ciertamente, me parece, además de una soberbia rampante, de un desconocimiento e ignorancia de los procesos históricos y políticos, que la humanidad vive y padece desde que el mundo es mundo.
Precisamente, es ese argumento, ese relativo y acomodaticio juicio el que ha permitido que terribles tiranías se impongan a un pueblo, a una sociedad. No en balde los tiranos expresan urbit et orbi su disposición al sacrificio por la patria en razón de que esos pueblos no están en capacidad de ejercer atributos ciudadanos que impliquen la posibilidad de poseer determinados grados y tipos de libertad.
Serán los tiranos los que se abroguen los derechos y las capacidades de orientar la formación, la educación de sus oprimidos pueblos para prepararlos, precisamente, para el disfrute de una serie de aspectos que traducen ejercicio de libertades que bajo ningún motivo están dispuestos a otorgar.
El tema de la libertad es de suyo complejo, muy complejo en realidad. Ríos de tinta y bosques completos se han destinado a analizar y a tratar el asunto y se seguirán gastando en este importante punto. ¿Por qué? Sustancialmente, porque a medida que el individuo, en su evolución de súbdito sin voluntad política, con el debido tránsito a través de todas las estaciones intermedias, sustentadas y analizadas por toda la filosofía política que acompaña ese camino; en la medida, repito, que esa evolución ocurre, el centro de la problemática gira precisamente sobre y alrededor de la libertad como atributo, como fin. También, como medio para el logro y viabilización de otros valores y atributos sociales, políticos, económicos y pare usted de contar.
¿Quién es nadie para venir con semejante afirmación de que una sociedad cualquiera no está lista para la libertad? Primero, ¿a qué libertad o tipo de libertad se refiere? Y, más aún, ¿qué variables deben estar presentes en un momento histórico dado para que un grupo humano califique en sus atributos sociales para estar “listo” para ser libre?
Si se atribuye tal condición, la de no estar preparado para ser libre, porque una sociedad, en mejores términos reconoce un liderazgo que pueda conducirla a realidades sociopolíticas que espera restablezcan o inauguren períodos de ejercicio de libertades cívicas democráticas y no se está de acuerdo o no se reconoce la valía de ese liderazgo; ese hecho, individualísimo por demás ¿le otorga a alguien la posibilidad de juzgar a todo un conjunto social por una percepción personal y decretar que no se está preparado para ser libre?
Una persona o un grupo de ellas tienen qué para asumir y decretar tal juicio. Quizás los que no están preparados ciertamente para ser “libres” son precisamente ellos que ignoran, desconocen o quieren ignorar que la libertad es un atributo humano, no una concesión graciosa de nadie y menos de alguien sentado en una poltrona pontificando sobre los destinos, capacidades y posibilidades de una sociedad de la cual, además, lo separan kilómetros de distancia. Distancia que no solo es física sino también y fundamentalmente espiritual.
Me viene a la memoria aquel proceso constituyente (1946-1947) que condujo a la redacción de la Carta Magna venezolana que otorgó el derecho a TODA la sociedad para ejercer el voto universal, directo y secreto que condujo a la elección del presidente Rómulo Gallegos. Por vez primera se elegía un jefe de Estado a través del voto directo, sin restricción alguna para los ciudadanos. Nueve meses después, un golpe de Estado daba por terminado el recién electo gobierno. ¿Estaba lista Venezuela para ejercer sus, insisto, atributos cívicos de libertad de ejercicio democrático? Más allá de la respuesta de “sí” o “no”, subyace la pregunta ¿a quién o a quiénes les corresponde juzgar tal “preparación”? No creo que los milicos que dieron el golpe y desconocieron la Constitución Nacional sean los llamados a responder.
Sí, es innegable la profunda crisis que en todos los ámbitos padece nuestra muy vapuleada Tierra de Gracia y uno de los sectores más impactados por tal descalabro generalizado es precisamente el de la educación y la cultura política que sustenta el ejercicio ciudadano en un sistema político abierto y democrático.
Pero, reflexionemos un poco: ¿Ha podido ciertamente la satrapía chavista despojar la vocación democrática y libertaria de amplios sectores de la sociedad? ¿Se han rendido los estudiantes y autoridades de las universidades autónomas y privadas a la voluntad de la tiranía? ¿Abandonaron los comunicadores sociales responsables sus micrófonos y plumas y entregaron su voluntad a la dictadura?
¿Esos mares de ciudadanos que van y vienen de la protesta al desencanto y de ahí a la esperanza renovada, entregando vidas y libertades no rechazan y desconocen a la gavilla que detenta el poder? ¿No están listos para la libertad, como parte de la sociedad nacional, los diputados presos sin juicio, con sus inmunidades allanadas sin proceso legítimo y los exiliados que les ha tocado deambular buscando cobijo en tierras lejanas? Sí, se dirá que otros han vendido su alma y su dignidad a la satrapía, y ¿esa minoría vergonzosa califica entonces a una sociedad toda?
No señores, serán ustedes los que no están preparados o listos para la libertad porque el solo hecho que pretendan convertirse a sí mismos en pontífices atributivos y dadores de la calificación ya los inhabilita para el ejercicio de la misma. Sigan sentados a la distancia, cómodamente, otorgándose la potestad de juicio que nadie les pide y que muchos les escuchan perdidos y extraviados en esta debacle terrible que padecemos; otros, también es su derecho, comulgan y comparten totalmente esas opiniones; ¿que aplaudan y colaboren indirectamente con la tiranía les da los argumentos para juzgar la capacidad libertaria de un pueblo que ha probado a lo largo de la historia para qué está preparado y que ha sido libre? más allá de lejanas y acomodaticias posiciones.
La libertad es muy compleja para definirla y quizás es más evidente, políticamente hablando su reconocimiento, cuando no se posee que cuando de una u otra manera, se ejerce. Sin embargo, ella, la libertad, no es un bien tangible que se pueda usufructuar puertas adentro, encerrados en los muros del alma; la libertad adquiere sentido cuando se disfruta con otros y sustancialmente efectiva cuando su ejercicio es compartido porque, cuando es político, es un atributo social plural, aunque los mecanismos de su disfrute sean personales a través de los derechos.
Es por ello, que un ciudadano no puede llamar por teléfono y pedir que le lleven a su casa un paquete de libertad o una pizza libertaria; ella jamás será algo que se pida y le entreguen a domicilio, así se encuentre usted cómodamente sentado en una poltrona escribiendo desesperadamente “tweets”.
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Y, así como no se la llevarán a su casa tampoco se la otorgarán gratuitamente. La historia demuestra a cada paso que por ella se lucha, se batalla y se conquista. Y si un pueblo se la juega para alcanzarla y pone en juego la vida y el bienestar de sus integrantes pregunto: ¿No está listo para ser libre? ¿Qué más se requiere?
Muchos creemos, estamos conscientes y sabemos que somos un pueblo libre, atravesando las consecuencias de un régimen incapaz y nefasto. Muchos se han dormido a la eternidad en la lucha y en la esperanza. Muchos languidecen en las mazmorras de la tiranía. Muchos padecen el exilio y la persecución. A muchos se les cuela la vida en la ausencia de una medicina o de la inoperatividad de un equipo. Muchos ven a la distancia la imposibilidad de un sueño por el que se han batido y baten en la calle día a día. Muchos somos esta Venezuela que será libre porque siempre hemos estado listo para serlo. Y todo ello ¡más allá, mucho más allá de que venga nadie a decirnos que no estamos listos para ser libres!
Miami, FL.
@oropezag – [email protected]
Director General del Observatorio Hannah Arendt – Caracas. Director Ejecutivo (CEO) de VENAMERICA – Miami.