Libertad de presión, por Teodoro Petkoff
Según un criterio bastante difundido por los plumíferos del chacumbelato, el hecho de que en Venezuela no exista censura previa sobre los medios de comunicación sería la demostración de la «irrestricta libertad de expresión existente en el país». Por un lado, el hecho es innegable, no existe censura previa. Por el otro, sin embargo, ¿basta esta circunstancia para derivar de ella la conclusión de que en materia de libertad de expresión y de prensa en Venezuela todo anda bien? En un país donde el jefe del Estado se permite, como lo hiciera el fin de semana, lanzar no sólo insultos sino amenazas directas de cerrar medios de comunicación, ¿cómo queda eso de la «irrestricta libertad de expresión»? Ese tipo de discurso en boca del Presidente, que va mucho más allá –pero mucho más allá– de su legítimo derecho a defender su gobierno e incluso a polemizar con opiniones con las cuales no esté de acuerdo, lesiona gravemente el derecho consagrado en la Constitución (artículo 57) a «toda persona» para «expresar libremente sus pensamientos, sus ideas u opiniones de viva voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de expresión (…) sin que pueda establecerse censura previa».
Es obvio que cada vez que a través de un medio de comunicación se transmite una información o una opinión que detona en el Presidente el tipo de reacciones que le vimos el domingo, el derecho a expresar libremente pensamientos, ideas u opiniones, está severamente coartado. Tan coartado está, que induce la peor forma de censura previa: la autocensura, es decir, la que ejercen los medios sobre sí mismos. La espada de Damocles que es para un medio el riesgo de ser verbalmente agredido por la Primera Lengua de la República o de ser amenazado, sin tapujos, con ser borrado del mapa, constituye un mecanismo de presión mucho más efectivo que el de una Junta de Censura a lo Pérez Jiménez.
No existe censura previa, es verdad, pero es que no hace falta. El miedo es libre. Aquí hay un director de periódico que ha parado la rotativa para cambiar una primera plana, después de recibir una llamada desde Lo Alto que reclamaba una noticia «inconveniente». Eso funciona –¡y cómo!-con los asustadizos y los plegadizos.
Para el que no se asusta, quedan salvajadas como la del domingo, contra Globovisión en particular y, por extensión explícita, contra todos los medios. Por cierto que el pretexto utilizado, esta vez, contra ese canal, es lo más grotesco y ridículo que sea dable imaginar.
Según la filosofía chacumbeliana, en este país no puede haber ningún desastre natural mientras el gobierno no lo diga. La próxima vez tendrán que desconectar todos los teléfonos, porque aún antes de que Globovisión diera cuenta del temblor, ya estaban sonando todos los de Caracas, llevando la noticia de boca en boca.
A «Globo» le están haciendo como en el cuento aquel del policía que terminó matraqueando a un ciudadano porque según y que el dinero que éste llevaba en la billetera era para comprar un revólver.