Libertad para los otros novecientos, por Gregorio Salazar

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El 26 de marzo de 2024, ciento veintidós días antes de la arrasadora victoria de la oposición en las elecciones del 28 de julio, los cinco miembros del equipo de María Corina Machado que ahora sorpresivamente lograron su libertad desatando un masivo sentimiento de entusiasmo y regocijo popular, ingresaron bajo solicitud de asilo a la embajada de Argentina de Venezuela.
Eran seis en ese entonces con la participación del ingeniero Fernando Martínez Mottola, comprometido luchador demócrata de muchos años, a quien complicaciones de salud surgidas durante meses de enclaustramiento lo obligaron a abandonar la sede diplomática para buscar su plena recuperación, que lamentablemente no logró y falleció el 26 de febrero del año en curso.
Fue la calenturienta cabeza del ministerio público, desde hace tiempo visiblemente convertido en uno de los principales operadores políticos del régimen, la que el 20 de marzo ordenó la detención de los seis que se refugiaron en la embajada y de otros tres dirigentes ya apresados. En paralelo se producían detenciones de varios miembros de los equipos regionales del partido de Machado. Objetivo: desmantelar la organización de quien claramente había unificado y lideraba la oposición.
La feroz persecución se fue acentuando a medida que se hacía evidente que el régimen marchaba rumbo a la mayor derrota política en el cuarto de siglo que lleva en el poder. Las acusaciones, al igual que en centenares de casos de opositores que siguen presos, no podían ser más delirantes: el comando de Vente Venezuela estaba supuestamente involucrado en una trama conspirativa que desencadenarían asaltos contra cuarteles militares y manifestaciones que desestabilizarían a la cúpula en el poder. Fábula, ficción, pretextos para la represión de quienes hoy usurpan el poder.
Tesis conspirativas por lo demás absurda cuando el país en pleno se había abrazado a la ruta electoral, todas las encuestas revelaban y la gran mayoría de los venezolanos sabían que la derrota de Maduro estaba sentenciada. ¿Dónde han ido a parar esas investigaciones? Todavía no se ha presentado una sola arma, una granada, un solo explosivo, una sola confesión, una sola prueba de la planificación de tales asaltos.
Es pertinente pensar que a esas alturas de juego ya Maduro tuviera planificado el gigantesco robo electoral y que la arremetida contra la dirigencia opositora buscaba reducir al mínimo la capacidad movilizadora de la oposición, de un pueblo que reclamaría con protestas cívicas su victoria electoral, como en efecto ocurrió para recibir una abominable respuesta represiva que dejó 27 muertos en 24 horas.
El régimen desató su furia. Más de dos mil personas fueron detenidas, acusadas de incitación al odio y conspiración, sometidas a jueces contra terrorismo, sacados de los estados donde residían para ser recluidos en distintos penales, sin derechos a defensores privados. Fue una orgía de persecución y ensañamiento.
En el campo internacional expulsó a los representantes diplomáticos de aquellos países que se opusieron al fraude, incluida Argentina, cuya embajada pasó a quedar bajo custodia de Brasil. Los seis solicitantes de asilo pasaron a vivir su propio viacrucis, desde asedios de colectivos armados a los cortes de luz y agua y muchas veces obstáculos para recibir alimentos. La negativa a otorgarles el salvoconducto para salir del país fue rotunda.
Pero ahora los seis luchadores de esta cruzada épica –Magaly Meda, Omar González Moreno, Claudia Macero, Pedro Urruchurtu y Humberto Villalobos– están en libertad en Estados Unidos, país que afirma su participación en la salida.
Esos venezolanos no son terroristas ni conspiradores. Son periodistas, técnicos electorales, organizadores, piezas fundamentales del equipo que descalabró la maquinaria electoral del régimen financiada a manos llenas con el dinero de todos los venezolanos. Por eso se les persigue.
El régimen guarda hermetismo. Su artillería comunicacional no habla del caso, se le mojó la pólvora, se quedó sin sus acostumbradas ráfagas de plomo. ¿Cómo se produjo la salida? Fueron burlados u obligados a ceder. En cualquiera de los dos casos la libertad de estos luchadores y la salida del país de la madre de María Corina Machado alientan el espíritu de lucha y resistencia democrática.
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Ahora no olvidemos que otros novecientos compatriotas, dirigentes políticos, hombres, mujeres, jóvenes de todo el país siguen injustamente encarcelados en número de 900. Renovemos con mayor empeño la solidaridad y la exigencia de su vuelta a la libertad. Eso es urgente.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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