Liderazgos femeninos de izquierda y derecha ante el fraude venezolano
Autor: Dhayana Carolina Fernández-Matos
Desde que empezó la campaña electoral venezolana, se impuso una narrativa según la cual el apoyo a María Corina Machado, líder de la oposición, y a Edmundo González Urrutia suponía estar a favor de la extrema derecha. Este argumento no es solamente simplista, sino que desconoce la magnitud de la crisis política venezolana.
Dentro de Venezuela, el apoyo al binomio Machado/González Urrutia por parte de un sector mayoritario de la oposición, el cual es plural y de distintas corrientes ideológicas, obedeció a la necesidad de presentarse en una plataforma unitaria frente al régimen autoritario de Nicolás Maduro. Incluso el Partido Comunista Venezolano (PCV), aliado tradicional del chavismo, no dio su apoyo al régimen sino al candidato Enrique Márquez, del partido Centrados.
¿Democracia o dictadura?
Una vez que en la madrugada del 29 de julio el presidente del CNE proclamó a Maduro como ganador de las elecciones presidenciales con el 51,2% de los votos y a González Urrutia en segundo lugar con el 44,2%, las reacciones no se hicieron esperar.
A medida que transcurrieron los días sin que se mostraran las actas electorales, con resultados contrarios a los que tenía la oposición, a los informes del Centro Carter y del Panel de Expertos Electorales de las Naciones Unidas, distintas personalidades e instancias internacionales se pronunciaron ante la grave crisis política de Venezuela. Nuevamente se quiso indicar que reconocer el fraude electoral era apoyar a la derecha, lo que está muy alejado de los hechos.
Estar a favor de la candidatura de Edmundo González Urrutia y de su triunfo electoral no significa que se apoye a Milei, Bukele, Trump y mucho menos a Netanyahu. Lo que ocurre en Venezuela no es la alternancia entre dos posturas ideológicas, una de izquierda y otra de derecha: es la lucha contra un régimen autoritario para retomar la vía democrática donde todas las corrientes ideológicas tengan cabida. Esta es la prioridad.
Desde la izquierda, una de las posiciones ante la grave crisis venezolana la han protagonizado quienes le dan preeminencia al respeto a los derechos humanos y a la democracia y han manifestado su claro rechazo a la autoproclamación de Maduro como presidente, como el caso de Gabriel Boric y la senadora Isabel Allende, entre otras personalidades. Incluso la exmandataria argentina Cristina Fernández, aliada tradicional del chavismo, pidió que se publicaran las actas.
Estas posturas suponen la existencia de una izquierda renovada, alejada de solidaridades automáticas, que rechaza tanto las medidas antidemocráticas de Milei o Bukele como las violaciones de derechos humanos cometidas en Nicaragua, Cuba y Rusia.
Sin embargo, hay otras izquierdas que, bien sea por intereses personales, como el caso de Zapatero y Monedero en España, o porque se quedaron con la visión del equilibrio bipolar de la Guerra Fría, miran hacia otro lado ante la situación de Venezuela, o claramente apoyan a la dictadura de Maduro, como es el caso de la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, y los presidentes de Bolivia, Cuba y Nicaragua. También lo respaldan Rusia e Irán.
En el grupo que mira hacia otro lado, apoyando subrepticiamente a Maduro, se encuentran, lamentablemente, varias mujeres lideresas de quienes se esperaban posiciones más claras a favor del respeto a los derechos humanos, que oxigenaran a la izquierda tradicional.
Las mujeres de izquierda y la crisis venezolana
Una de estas mujeres es la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, quien no solo indicó que no le correspondía a ella pronunciarse sobre la situación de Venezuela, sino que era una decisión de la población y de los organismos internacionales.
Cabe destacar que al informe del Centro y del Panel de Expertos Electorales de las Naciones, que niega el carácter democrático y legítimo de los resultados electorales en Venezuela, hay que agregar lo que manifestaron la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y su Relatoría Especial para la Libertad de Expresión (RELE). Ambas describieron prácticas de terrorismo de Estado cometidas por el gobierno de Maduro, «en un contexto de absoluta desprotección y vulnerabilidad frente a los abusos del poder respecto de los cuales no existen recursos de tutela, toda vez que los organismos de control responden al régimen y hacen parte de la estrategia represiva del Estado».
Sin embargo, la presidenta electa de México no solo no manifestó ninguna opinión, sino que fuentes periodísticas señalaron que Maduro está invitado a su proclamación presidencial en octubre. En esta misma línea se puede mencionar a la actual vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, la abanderada de los «nadie» —lo que hace referencia a la población colombiana en una situación histórica de exclusión—, quien indicó que no sabe lo que pasó en el vecino país porque no está en Venezuela. Tampoco está en Gaza y correctamente se ha pronunciado contra el genocidio palestino, pero no puede ver lo que pasa al lado, aunque tiene 2.900.000 venezolanos en su territorio que se lo pueden contar porque «huyeron» de un régimen autoritario.
En el caso de Venezuela, son los «nadie» —la mayoría que antes era chavista— quienes se pronunciaron el 28 de julio contra Maduro, quienes salieron a protestar masivamente el 29 de julio y fueron reprimidos de forma violenta por las fuerzas militares del régimen. Son los «nadie» los que ya no aguantan más la situación interna. Son los «nadie», sin recursos, quienes seguirán emigrando, sin importar los controles fronterizos que se implementen y quedándose en Colombia ante la situación que se vive en Venezuela.
Es cierto que María Corina Machado pertenece a la élite tradicional venezolana, pero hoy día la élite más poderosa de Venezuela, la que concentra el poder económico y político, está en Miraflores, con unos apellidos que destacan: Maduro, Cabello, Rodríguez, Padrino-López, entre otros.
La instrumentalización de la crisis venezolana por las lideresas españolas
En España la disputa por lo que ocurre en Venezuela desde el liderazgo femenino parece concentrarse en algunas mujeres. Por el lado de la derecha, están Cayetana Álvarez de Toledo e Isabel Díaz Ayuso, del Partido Popular, quienes apoyan a María Corina Machado y al candidato Edmundo González Urrutia. A ambas se las escucha frecuentemente hablando de lo que ocurre, usando la situación para atacar a Pedro Sánchez y a su gobierno por no tener una posición más dura de rechazo al fraude electoral de Maduro. Esto se vio en la concentración de venezolanos en Madrid, el 18 de agosto de 2024, donde Ayuso, como presidenta de la Comunidad de Madrid, tomó la palabra y en su discurso arremetió contra Sánchez, instrumentalizando la crisis venezolana con fines electorales.
Por el lado de la izquierda está Yolanda Díaz, de Sumar, vicepresidenta segunda del gobierno y ministra de Trabajo, quien desde el 29 de julio señaló que había que reconocer los resultados electorales porque eso era lo que hacían los demócratas, lo que la convierte en parte de esa izquierda de solidaridades automáticas, que no analiza las represiones, las violaciones de derechos humanos ni el fraude electoral.
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En esa misma línea está Irene Montero, de Podemos, exministra de Igualdad del gobierno de Sánchez, quien, aunque pide —a regañadientes— que Maduro muestre las actas, acusa al Partido Popular de apoyar a «la derecha más golpista de América Latina». De esta manera, coloca al actual mandatario venezolano como parte de la izquierda democrática, nada más lejos de la verdad.
Tanto Yolanda Díaz como Irene Montero se autoproclaman feministas, lo que implica la defensa de los derechos de las mujeres, ¡de todas las mujeres! Esos derechos que el régimen venezolano viola diariamente a millones.
Como lo dijo fervientemente Washington Abdala, embajador de Uruguay ante la OEA: «Son los mismos derechos humanos, es la misma gente que está entregando vidas, sacrificios, todo. ¿Creen que hay ocho millones de venezolanos que salieron a hacer turismo por el mundo?».
Dhayana Carolina Fernández Matos es doctora en Ciencias Políticas. Profesora investigadora de la Universidad Central de Venezuela y de la Universidad Simón Bolívar (Colombia). Integrante de la Red HILA y de la Red de Politólogas #NoSinMujeres.
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