Líderes huérfanos, por Griselda Reyes
Twitter: @griseldareyesq
Hace unos días visité la parroquia Cartanal, exactamente la comunidad de Bachaquero, en Santa Teresa del Tuy. Una de las zonas más pobres y deprimidas de mí adorado estado Miranda. Un sector donde, por años, la gente no ha recibido agua con la regularidad que necesita, la luz eléctrica es intermitente, abundan las dificultades para tener gas doméstico y la conectividad telefónica es casi nula. Esto por mencionar algunos de los tantos problemas que los afectan. Es una radiografía muy similar a la realidad del interior de Venezuela.
Se trata de una zona rural donde el grueso de las calles es de tierra, que en esta época de fuertes y constantes precipitaciones se convierten en un lodazal. Es el país profundo que no está en redes sociales, que no se entera por twitter de las decisiones de las cúpulas, ni procura leerlas, porque ocupa su tiempo en sobrevivir a las tragedias nacionales y mundiales a las que estamos sometidos: hambre, inflación, pandemia, y un largo etcétera.
En una casa humilde y modesta me senté a escuchar a dirigentes y líderes locales de diversa naturaleza –religiosos, sociales, políticos y hasta motorizados–. Nos abrimos para coincidir en un lamentable punto:
La dirigencia política nacional, de un lado y de otro, dejó huérfanos a quienes tanto han hecho por el rescate de Venezuela. Entendí que esto es lo que justifica la decepción que la inmensa mayoría del país siente por los partidos políticos tradicionales.
Son hombres y mujeres que hoy se sienten utilizados, que han trabajado como hormiguitas en cada proceso electoral y cuyo esfuerzo se ha ido a la basura consecutivamente en cada contienda. Un grupo importante de activistas comunitarios con los que conversé está claro que no pueden abandonar el terreno; pero aún más claros están en que, siguiendo a quienes suman décadas de errores políticos y se niegan a rectificar, no podremos cambiar el panorama actual.
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A pesar de todo esto, no dejarán de luchar por el país que merecen sus hijos y nietos. Como también ocurre en todos los rincones de nuestra geografía, estos hombres y mujeres de a pie, activistas por naturaleza, se niegan a tirar la toalla, aunque a veces se sientan como boxeador a punto de caer.
Tal como me indicaron, ellos están conscientes de que 2024 es una enorme oportunidad para articularnos en torno a una figura que aglutine a la mayor cantidad posible de venezolanos. Esperan una figura fresca, renovada con quien trabajar, para dar la pelea en las presidenciales por venir.
Es nuestra responsabilidad como jefes políticos, enrumbar los esfuerzos titánicos que a diario hacen estos ciudadanos para que el cambio sea una realidad palpable. Como dirigente política nacional e independiente, siento que no puedo dejar a nuestra gente en la orfandad en que hoy se siente. Y todos quienes asumimos un liderazgo estamos obligados a escucharlos. No hay otra opción.
Prometer cambios económicos a corto plazo no es sensato, porque no somos gobierno; pero sí debemos extender la mano, compartir nuestros conocimientos con todos los ciudadanos que siguen creyendo firmemente en la posibilidad de construir algo diferente; una oposición que represente el sentir de todo un país y que nos haga recuperar el sentido de pertenencia perdido.
En este momento todos somos necesarios para lograr el cambio, y esto pasa por la importante tarea de reconocer, respetar y valorar los liderazgos más intrínsecos de las localidades más insignificantes de nuestro país.
Estamos en los tiempos necesarios para organizar a los venezolanos, motivar a los jóvenes a participar, entusiasmarlos, hacerlos parte real de la articulación ciudadana. Frente al férreo control social que el oficialismo mantiene en Venezuela, debemos convertirnos en la esperanza que este país reclama.
No se trata de vender ilusiones, se trata de hacer entender que si todos los ciudadanos nos esforzamos y unimos en torno a un objetivo común, podremos propiciar el cambio de gobierno y de modelo que la mayoría aspira. No será fácil, es verdad, pero sí será el primer paso para recuperar la senda perdida y emprender el camino hacia una Venezuela de desarrollo, oportunidades y progreso.
Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.
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