Lo bonito es más, por Laure Nicotra
Busco el lado amable. Lo bueno está siempre en alguna parte, uno lo encuentra en la poesía, en la filosofía y en los amigos. En medio de la borrasca que por estos días ha sembrado la tiranía, uno a veces, sin buscar, encuentra gente linda y entrañable.
Los amigos que me ha dado la vida son parte de la frescura que guardo en mi profundidad. Ellos aún ausentes físicamente, en este distante momento, siempre regalan las palabras precisas, llenas de afecto eterno. Qué bueno es recordarlo. Lo que Cicerón decía: “en cuanto a la adversidad, difícilmente la soportarías si no tuvieras un amigo que sufriera por ti más que tú mismo”, es tal cual. O aunque sufran menos o igual, si están cerca, se carga la tempestad con menos peso. Los amigos son para la vida entera, “hasta que la muerte nos separe”. Yo siento inmensa gratitud por el regalo de la amistad sincera, esa que tolera que un día estemos locos y otro medio cuerdos. Porque la cordura no es de las mejores virtudes de estos tiempos y tampoco de otros más lejanos. Me refugio en ellos y procuro retribuirles con el mismo amor, la suerte de tenerlos.
En este confinamiento superlativo, he encontrado, que a través de los pocos momentos de conexión, y después que escribo sobre el horror que vivimos por los apagones y por la falta de lo mínimo, recibo mensajes de aprecio, de gente que solo se identifica con uno por lo que transmitimos. Es otro lado amable que he descubierto.
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He cruzado señales con periodistas, ingenieros, gente de cualquier parte, que de sólo escucharlos me producen la mejor buena vibra. Hay gente linda por allí y aunque la distancia castiga, llegan y se quedan junto a nosotros, en lo hondo, en la búsqueda de afinidades, en la búsqueda de las personas que nos ha faltado conocer. Pero la voz y la sinceridad son reveladoras. Si escuchas a alguien bueno, eso se siente.
Si es uno malo, también se percibe al instante. A veces por miedo nos ponemos un muro para que no entre más nadie en nuestras vidas, y es que es tan difícil empezar. Pero los años nos sirven para algo, nos ponen maliciosos por demás, cuando necesitamos abrir nuestro corazón también para los que nos podrían escuchar y podríamos oír.
Todo no es malo en este horror, no. Uno se vuelve más sensible y hay más gente buena de lo que uno espera. Hay dentro del confinamiento una necesidad inmensa de solidaridad, de hermandad. Pero el que no puede experimentarlo está peor que el país. Abro mis ojos y pongo mis oídos para navegar en lo bonito, que es más.