Lo importante, por Gonzalo Oliveros Navarro
El pasado 23 de febrero, en la frontera colombo-venezolana, en el puente Santander, desde Colombia trató de introducirse a Venezuela ayuda humanitaria. No fue posible.
Como ya es sabido, quien oKupa el Palacio de Miraflores, en Caracas, dio instrucción a sus huestes de impedirlo y, ciertamente, lo lograron. La ayuda no entró, privando de alimentos y medicinas de manera temporal a quienes serían sus beneficiarios.
Al impedirse el ingreso, se generaron en el referido puente unos disturbios que trajeron como consecuencia la quema de unos camiones. El presidente Guaidó, el gobierno de Colombia y la OEA a través de su secretario general, atribuyeron el incendio de dichos vehículos a los oKupas. Por su parte, éstos dicen lo contrario.
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Días pasados ha terciado en la diatriba un prestigioso diario americano. The New York Times. Según un video transmitido por este, ratificado verbalmente por una joven periodista, el incendio fue consecuencia del lanzamiento desde el lado colombiano de una bomba molotov, una de cuyas partes de tela se separó del proyectil y cayó sobre el vehículo originando el incendio inicial de uno de éstos y la propagación a los otros.
Afirmo como Cantinflas que me es “inverosímil”, por no decir indiferente, quien originó la quema de los vehículos. Ello no es lo sustancial.
Lo verdaderamente importante, es que, quienes oKupan el poder público en Venezuela, decidieron que los venezolanos no tienen derecho a recibir medicina y alimentos. Que como éllos están en esa posición pueden cerrar a cal y canto la frontera. Que por la posición de usurpación que ejercen, éllos pueden impedir el acceso de dichos bienes utilizando inclusive para ello colectivos y prisioneros. En fin, que la gente muera.
Bien haría The New York Times y todos los medios del mundo, en colocar la vista directa y perfectamente en las causas y motivos de la crisis venezolana y no en la diatriba de quien quemó un vehículo.
Mientras estos ardían, gracias al “éxito” de los oKupas, enfermos morían. Los vehículos los paga el seguro. Los muertos no tienen precio