Lo que debemos entender sobre el Cartel de los Soles

La mafia del narcotráfico dirigida por oficiales militares venezolanos es real, y no existiría sin el apoyo de Nicolás Maduro. Pero tampoco es exactamente como la describe el presidente norteamericano Donald Trump
La Hora de Venezuela
Para la administración Trump, que agrega nuevos hitos a una larga historia de investigaciones y acusaciones de instituciones estadounidenses que se remontan a los años de Obama, el Cartel de los Soles es una organización criminal y terrorista venezolana que amenaza a Estados Unidos, liderada por Nicolás Maduro. Esto no es solo una opinión o un recurso retórico, sino una categoría oficial con efectos legales y de aplicación de la ley, establecida por agencias como la OFAC y asumida por los Departamentos de Estado y Defensa.
De hecho, durante años muchos oficiales militares venezolanos de alto rango —como Hugo Carvajal, Henry Rangel Silva y Néstor Reverol— junto con civiles o militares retirados que forman parte de la élite chavista —desde Tareck El Aissami hasta Diosdado Cabello y varios otros— han sido sancionados, acusados y en algunos casos procesados en Estados Unidos y otros países por cargos relacionados con narcotráfico o lavado de dinero. En 2025, Estados Unidos estableció que Nicolás Maduro y Diosdado Cabello lideran el Cartel de los Soles, y con ello la narrativa de que todo el gobierno venezolano es una organización criminal que ataca a Estados Unidos con drogas y sicarios, y que debe combatirse como un enemigo terrorista, tal como ocurre con otras bandas o carteles en América Latina.
El llamado Cartel de los Soles, que por años no fue sino un oscuro concepto que emergía ocasionalmente de los labios de comentaristas de televisión o testigos protegidos, evolucionó hasta convertirse en una marca del mal que los estadounidenses comunes comienzan a reconocer, y sobre todo en un componente esencial del casus belli que Trump esgrime contra la administración Maduro. Y Estados Unidos no es el único país que lo hace.
Parece que el nombre en clave “Cartel de los Soles” fue acuñado por fiscales y la prensa, y resultó lo suficientemente atractivo para seguir vigente como una manera eficaz de referirse a las redes secretas de narcotráfico en las fuerzas armadas venezolanas.
Sin embargo, aunque es conocimiento común que la administración Maduro está entre los más corruptos del mundo, los investigadores no respaldan la caracterización que hace Trump del Cartel de los Soles. Por su parte, el chavismo y figuras de izquierda como el presidente colombiano Gustavo Petro aseguran que el Cartel de los Soles no existe. El tema, en efecto, es complicado y tiene que ver con la naturaleza líquida del crimen en el siglo XXI, pero también con la extensión del delito dentro del Estado venezolano.
El chavismo no inventó el cartel
La participación de oficiales militares en el negocio de las drogas en América Latina es tan antigua como el propio delito, principalmente porque los estupefacientes no pueden salir de los países productores hacia los mercados extranjeros con gran capacidad de pago sin la cooperación de funcionarios corruptos e incluso altos mandos o jefes de Estado. El dictador boliviano Luis García Meza, derrocado en 1981, supuestamente controlaba parte de la producción de hoja de coca para los productores de cocaína. Fidel Castro ordenó la ejecución del popular general Arnaldo Ochoa en 1988 bajo la acusación de contrabando de drogas. El general Manuel Noriega colaboró con los carteles colombianos hasta que Estados Unidos se enteró y lanzó la Operación Causa Justa en diciembre de 1989, que resultó en su derrocamiento en Panamá y su confinamiento en una cárcel estadounidense.
En Venezuela, hemos escuchado hablar del “Cartel de los Soles” incluso antes de que Hugo Chávez llegara al poder. Según InSight Crime, una plataforma de investigación enfocada en la actividad criminal organizada en las Américas, el nombre comenzó a aparecer en investigaciones y medios venezolanos en 1993, cuando dos generales de la Guardia Nacional fueron acusados de participar en el tráfico de cocaína. El término proviene de que los generales venezolanos, antes y después de Chávez, usan soles en sus charreteras, mientras que los altos rangos de otros países usan estrellas. Cuatro soles para un general en jefe, tres para un general de división, etc.
Así que el Cartel de los Soles no comenzó con Maduro ni con Chávez. Sin embargo, la militarización de Venezuela bajo Chávez amplió el alcance de los hombres de uniforme y facilitó su participación en actividades ilícitas como el narcotráfico. Desde 1993, muchos generales han ido y venido y, lo más importante, las fuerzas armadas se transformaron profundamente en la transición histórica impulsada por el chavismo. Los militares adquirieron derecho al voto, se convirtieron en un actor político crucial y fueron destinados a todo tipo de oficinas públicas. Generales y coroneles estuvieron de repente al mando de empresas públicas, hoteles y universidades.
El contagio colombiano
La historia y la geografía —o, más precisamente, la coincidencia entre geopolítica y crimen— añadieron más elementos a la ecuación. Cuando el presidente Álvaro Uribe avanzó en su política de seguridad democrática, con financiamiento y asistencia técnica de Estados Unidos, carteles, guerrillas y grupos paramilitares en Colombia se vieron forzados a encontrar nuevas rutas para producir y exportar drogas, y el gobierno chavista era la opción obvia. Chávez había cortado toda cooperación con la DEA y compartía afinidades ideológicas con las FARC y el ELN. Incluso vimos a guerrilleros uniformados hablando en el parlamento venezolano.
Así, las guerrillas colombianas y algunos grupos paramilitares comenzaron a expandir su presencia en Venezuela durante los años de Chávez, para escapar de la persecución de las administraciones de Uribe y Santos, y para beneficiarse del santuario que el gobierno chavista brindaba a las guerrillas de izquierda.
Ese santuario tiene un significado estratégico para el chavismo. Según múltiples relatos, incluyendo declaraciones públicas de varios actores chavistas y comandantes guerrilleros a lo largo de los años, la revolución bolivariana esperaba que las FARC y el ELN ayudaran a repeler ataques o una invasión de las fuerzas armadas colombianas y estadounidenses. Esto se basaba en un supuesto estratégico de la doctrina militar chavista, influida por Cuba e impregnada de Guerra Fría: el socialismo venezolano debe estar preparado para una futura guerra contra Washington y sus gobiernos subordinados de derecha, que fueron en su momento Colombia bajo Uribe, Santos y Duque, y que actualmente son Guyana y Trinidad y Tobago, entre otros que no comparten frontera con Venezuela.
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Las drogas como negocio de la casta privilegiada
Tras las crisis políticas de 2002 y 2003, la purga de la FAN y la necesidad de asegurar lealtades dentro de las filas militares incentivaron a la élite chavista a ampliar las razones de los oficiales para respaldar al gobierno. La solución fue sencilla: permitir a los oficiales participar en el narcotráfico, junto con guerrillas y bandas. Los tribunales y cuerpos de seguridad controlados por el chavismo mirarían hacia otro lado, y con frecuencia cobrarían una parte de las ganancias. Funcionarios como la jueza Mildred Camero, ex superintendente antidrogas que denunció la penetración de mafias en las fuerzas armadas, fueron destituidos y marginados.
Mientras los petrodólares inundaban el país en los últimos años de Chávez, la corrupción se expandió en todo el aparato sobredimensionado del Estado chavista. Una vez que murió Chávez y estalló la burbuja de consumo en 2013, los venezolanos no sólo quedaron atrapados en una economía devastada donde la inflación y la escasez alcanzarían niveles inéditos, sino en un Estado despojado de sus funciones originales y convertido en una estructura vacía, privatizada en favor de quienes participan en actividades ilegales y de quienes se enfocan en mantener el poder a cualquier costo.
Maduro entregó entonces a los militares el control del Arco Minero del Orinoco en 2016, para atraerlos con una fiebre del oro criolla. Pero además también permitió que el negocio de las drogas se expandiera en manos de bandas, militares, policías, empresarios y burócratas de todos los niveles: una vasta alianza que compartía el objetivo de mantener a Maduro en el poder para que siguiera entrando el dinero. Para un caudillo tan ineficaz como Maduro, entregar minas de oro y rutas de droga a los militares fue más fácil que recuperar la industria petrolera, la principal fuente de poder y riqueza durante los años de Chávez.
El Arco Minero comenzó justo antes de que el acuerdo de paz en Colombia dividiera a las FARC entre los combatientes que se desmovilizaron para sumarse a la política partidista y los que se negaron a rendirse, convirtiéndose en disidencias. Varios frentes de esas fuerzas disidentes, especialmente la Segunda Marquetalia, encontraron refugio en Venezuela, uniéndose a la compleja red de actividades ilegales bajo la protección de Maduro, donde las drogas son el producto más rentable de todo un portafolio clandestino. Secuestro, minería y trata de personas completan el resto, aprovechándose del colapso del Estado venezolano y de la migración masiva, que provee víctimas y mano de obra para las redes criminales.
Junto con sobornos y corrupción administrativa tradicional, las minas y las importaciones de medicinas y comida de mala calidad para una población hambrienta (ese lucrativo negocio liderado por el infame Alex Saab), las drogas se convirtieron en un pilar de la canasta de ingresos de la revolución bolivariana y de los militares a cargo de fronteras, carreteras, puertos, aeropuertos y una amplia gama de cargos públicos.
Pero, ¿qué tan importante es el narcotráfico para la administración Maduro y el país? Transparencia Venezuela estimó que fue un negocio de 8.000 millones de dólares en 2024, no suficiente para mantener al país, ni siquiera al régimen. Incluso en su estado deplorable actual, la industria petrolera sigue siendo la principal fuente de ingresos del país, con exportaciones que alcanzaron 17.000 millones de dólares en 2024. No tenemos razones para pensar que si de repente cesara todo el narcotráfico, el país se detendría. Venezuela se ha convertido, sin duda, en un espacio muy relevante para las drogas provenientes de Colombia y Perú, y parece que la producción también ha comenzado a cierta escala, pero no es Afganistán bajo el régimen talibán, dependiente exclusivamente de su monocultivo de amapola. El dinero del narcotráfico no está pagando los sueldos de los empleados públicos ni moviendo las turbinas de Guri. Sigue siendo el petróleo.
Hechos, mitos y pretextos
Es muy probable que Estados Unidos no esté revelando toda la información que tiene sobre actividades criminales y de narcotráfico vinculadas a Maduro. Todavía no podemos comprender la magnitud completa del submundo criminal del chavismo, y quizá sepamos mucho más si el régimen llegara a caer como ocurrió con la dinastía Assad y el desmantelamiento de su imperio de Captagón.
Hay muchas cosas que ignoramos de un negocio cuya naturaleza es clandestina, que opera bajo la protección de un Estado incapaz y poco dispuesto a investigar y reportar adecuadamente la actividad criminal. Venezuela fue despojada de instituciones independientes capaces de investigar y castigar el narcotráfico cometido por oficiales civiles y militares.
Sí podemos estar seguros de que un número indeterminado de oficiales militares está involucrado en actividades ilegales y de narcotráfico, de una forma u otra, y que esto ocurre porque Maduro, Cabello y otros lo permiten y, al menos, obtienen algún beneficio, ya sea directamente o garantizando que esos oficiales los mantengan en el poder para sostener sus ingresos. Si eso no basta para encajar con la definición tradicional de un cartel de drogas o de un narcoestado, es más que suficiente para llamar a la Venezuela de Maduro un Estado forajido.
Entonces, ¿qué es el Cartel de los Soles? Más que una organización mafiosa como el Cartel de Medellín de Pablo Escobar, con una jerarquía clara, el Cartel de los Soles en Venezuela no es uno sino muchos pactos criminales, que existen gracias al estímulo y la protección de un régimen esencialmente corrupto y evidentemente criminal. Insight Crime lo define con precisión:
“Hoy, el término paraguas ‘Cartel de los Soles’ oculta el hecho de que el eje Estado-narcotráfico ya no es una red dirigida por los militares y políticos chavistas, sino más bien un sistema que ellos regulan. Está compuesto por una serie de nodos militares-político-criminales regionales, unidos por un régimen nacional que garantiza impunidad a sus aliados. Dentro de este sistema, el régimen recompensa la lealtad con asignaciones a regiones conocidas por ofrecer abundantes oportunidades de enriquecimiento a través del narcotráfico y otras economías criminales.”
Podría decirse que llamar “cartel” a una red criminal descentralizada es reduccionista, inexacto e incluso exagerado. Pero el hecho es que está funcionando para reunir presión internacional en un grado que el fraude electoral de 2024 no logró.
Después de que Estados Unidos designara al Cartel de los Soles como organización terrorista, Ecuador, Paraguay, Argentina y República Dominicana siguieron su ejemplo. Esos países tienen gobiernos de derecha (excepto la RD) y permanecen alineados con Trump; en el otro extremo, la Colombia de Petro aseguró que ninguna investigación sobre drogas ha probado la existencia del cartel, pero el Senado de ese país, donde la oposición tiene mayoría, votó para declarar al cartel como actor terrorista. Trinidad y Tobago no llegó a una declaración oficial, pero ofreció su territorio para combatir el narcotráfico proveniente de Venezuela, pocos días antes del ataque de precisión al primer bote, que probablemente ocurrió en aguas trinitarias. Es posible que Panamá y Perú también se sumen a la postura estadounidense. Más importante aún es que Guyana, el vecino con el que Venezuela mantiene una disputa fronteriza que Maduro ha intentado reavivar, respalda el carácter “narcoterrorista” de Miraflores y la “operación antidrogas” contra la dictadura venezolana.
Breve, llamativo, “Cartel de los Soles” es como “Tren de Aragua”: cabe en un hashtag y funciona bien en la era de los snacks de información y desinformación que circulan en redes sociales. Y podría terminar en la historia. Ha pasado antes.
*El periodismo en Venezuela se ejerce en un entorno hostil para la prensa con decenas de instrumentos jurídicos dispuestos para el castigo de la palabra, especialmente las leyes «contra el odio», «contra el fascismo» y «contra el bloqueo». Este contenido fue escrito tomando en consideración las amenazas y límites que, en consecuencia, se han impuesto a la divulgación de informaciones desde dentro del país.