Lo recto y lo torcido Editorial de Fernando Rodríguez
El despertar de los militantes chavistas no ha debido ser muy eufórico el día de ayer. Para empezar porque ninguno ha debido ser indemne a lo que pasó el domingo en las calles de Caracas: el gentío abrumador, la exacta planificación, el brío, la bulla, el esplendor multicolor: la estruendosa fiesta de Capriles. Luego su turno al bate un lunes laborable, electoral en vez de bancario, casi cerrando el tarantín del CNE. Pero, sobre todo, sin saber muy bien lo que iba a pasar y cuál debía ser su función en el asunto.
Lo más claro que había en sus cabezas es que Jorge Rodríguez repitió varias veces a las preguntas precisas y distintas de los periodistas que iba a haber una marejada roja, una marejada roja, una marejada roja. El propio candidato dijo que no tenía idea cómo iban a desarrollarse los rituales, lo de él era inscribirse y lo demás vainas de Jaua y de Maduro. Se divulgó la última encuesta de IVAD en que Chávez duplica a su oponente, cálculos poco acordes con la marcha de diez kilómetros de gente de carne y hueso del día anterior.
Van a tocar unos grupos musicales en la plaza Caracas, lo que no pareciera muy a tono con la ocasión, poco bailable, pero bueno ya era algo. Y, se repitió dubitativamente que el Presidente candidato va a caminar de Miraflores al CNE. Nada más. Es decir ni línea, ni disciplina castrense, ni dianas madrugadoras, ni grandes llamados para un día que debería ser historia pura, el inicio de la gran batalla por llegar al punto de no retorno de la revolución socialista, nada menos. Eso, y solo eso, hasta muy entada la tarde.
El grano de todo este enredo es, sin lugar a dudas, la enfermedad del Presidente, según se dice muy grave. Circunstancia que a nadie debería alegrar entre otras cosas porque nos tocará a todos y es asunto de la mecánica ciega de la naturaleza o de los inefables designios de los dioses y los silbones.
Pero lo que sí es censurable es la manera manipuladora, mentirosa, secretista en que ésta se ha manejado con fines mezquinamente políticos. No solo porque ello ha dado lugar a todos los rumores imaginables sino porque el gobierno la maneja a voluntad: el Presidente está bien, los exámenes salieron de maravilla. El presidente está mal: “no me lleves todavía Señor”. Lástima y suficiencia ciclópea, una flagrante contradicción. Hasta que los hechos llevaron inevitablemente al silencio, al tartamudeo, a la marea roja. Y a esta triste jornada.
Y por fin el acto crucial. Confundida y conminada gente en el centro de Caracas. Un Presidente maltrecho que apenas pudo llegar a cumplir el forzado rito de su inscripción como candidato. Un camino sinuoso y contradictorio, que no llegará a parte alguna. Un mal comienzo, un precario objetivo, una moral desarmada. Árbol que nace torcido…
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