Locademia de diplomacia, por Julio Castillo Sagarzazu
Twitter: @juliocasagar
“Una respuesta contundente y unitaria de las fuerzas democráticas venezolana, es necesaria para cambiar nuestra historia”.
Cuando el presidente Joe Biden ofreció a Vladimir Zelensky sacarlo junto con su familia de Ucrania, apenas se inició la invasión a su país, estaba revelando que ni sus informes de inteligencia, ni lo que le decían sus asesores, era de fiar. La respuesta del presidente Zelensky cambió el curso de los acontecimientos y la geopolítica del globo, en ese mismo instante. Le respondió que él no necesitaba un Uber que lo sacara de Kiev, que lo que necesitaba eran armas y recursos para resistir la agresión rusa.
Tampoco los informes de inteligencia de Putin eran verdaderos. Pensó que la “operación militar” sería un paseo hasta la capital, que sus tropas serian recibidas como liberadoras en las calles del país invadido y que algún general prorruso tomaría el poder y enviaría a Zelensky preso, o al exilio.
En el caso de Ucrania, estamos en presencia de una situación en la cual la decisión de un hombre pudo cambiar el curso de los acontecimientos y revelar que todas las previsiones, los cálculos y las teorías de juegos estratégicos se pueden estrellar contra esa voluntad desplegada con valentía, audacia y tesón.
Pues bien, tengo para mí que en el caso de lo que está ocurriendo hoy en relación con la conducta de los principales actores de la geopolítica mundial con Venezuela, pudiéramos también estar en presencia de un desconcierto generalizado, en el que los hechos de Ucrania han tenido mucho que ver.
Expliquémonos: La primera reacción de Europa y de los Estados Unidos, luego de que fueran sorprendidos por la decisión de Zelensky y de los ucranianos de luchar contra la invasión, fue la de tratar de organizar un frente común para solidarizarse con esta lucha. Todos han estado contestes en que no podrían intervenir directamente en la guerra, a través de la OTAN, porque ello implicaría una escalada insospechada del conflicto. Por esa razón, tomaron la decisión de avanzar con una serie de sanciones que ha ido in crescendo, a medida que el conflicto ha seguido y a medida en que se va haciendo evidente que Putin puede perder la guerra.
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A partir de entonces, es igualmente evidente que la OTAN ha rediseñado su participación en la guerra de Ucrania para transformarla en una guerra de desgaste, para hacer empantanar a los rusos –como en Afganistán– y enviar el mensaje de que juegan a la salida de Putin del gobierno, producto del fracaso militar.
Rusia (Los rusos también juegan) saben que su arma estratégica son sus suministros energéticos a occidente. Cortarlos es una amenaza grave y los gobernantes europeos y de Estados Unidos lo saben. La primera y lógica reacción ha sido la de tratar de garantizar fuentes alternativas. Es en ese marco que se explican las movidas de la Casa Blanca, tratando de reestablecer contactos con Miraflores en Venezuela. Explicaría igualmente la reacción de Putin de llamar al botón a Maduro en Turquía para que disimulara mejor sus devaneos con los gringos.
Una situación geopolítica como ésta, era el momento de activar los poderosos lobbies de norteamericanos y venezolanos que hace tiempo apuestan por una flexibilización de las sanciones y una apertura del negocio petrolero.
Los movimientos se han hecho. Incluso, mientras escribimos estas líneas, se realiza en Davos una reunión muy bien montada y financiada por esos factores, con el objeto de darle más resonancia a su intención de que Venezuela vuelva a ser una fuente de negocios para ellos. Veremos en qué resulta toda esta frenética y bien financiada gestión.
Lo cierto del caso es que los sectores que, «cazando el guiri» de la guerra de Ucrania, esperaban un explosivo cambio en la situación, al menos por ahora, solo han parido un ratón.
La licencia de Chevron, por ejemplo, es una renovación y se inscribe más en los intereses de la petrolera que en los del régimen de Maduro. En efecto, Chevron estaba autorizada desde siempre a producir, pero no a comercializar. Le vendía todo al estado venezolano y éste no le retribuía el dinero de las ventas que hacía. Se especula que la deuda es ya mayor a los 3 mil millones de dólares. De manera que, con la autorización de Chevron para vender, quien más se alivia es la empresa misma.
En lo político, tampoco las cosas les han ido mejor. La posición oficial de la Casa Blanca sigue siendo “wait and see”. Esperarán que Maduro haga movimientos para hacer modificaciones al régimen de sanciones. La inminencia de las elecciones del “mid term” no parecieran autorizar grandes audacias en ese terreno. Un movimiento brusco podría hacer bascular parte importante de la votación latina hacia los candidatos republicanos. Maduro debería tomar nota de esta realidad, porque si los republicanos avanzan electoralmente, le será mucho más difícil obtener flexibilidades de la administración.
Está visto que Biden lo que menos necesita en este momento es un bloqueo de su política exterior, nada más que para complacer al ala izquierda de sus parlamentarios. Si yo fuera Maduro, me apuraría por crear un ambiente que haga avanzar las negociaciones en México y en obtener resultados decentes para la organización de unas elecciones libres. Una mayoría republicana y una derrota de Putin, es el peor de los escenarios que puede tener y ninguna de las dos cosas son imposibles.
De manera entonces que, con las cosas así planteadas, lo que las Fuerzas Democráticas deben hacer es preparar las condiciones para que la comunidad internacional sepa de manera clara y meridiana que lo que queremos no es que nos manden un Uber a salvarnos. Que lo que queremos es restearnos en la lucha por nuestra democracia y nuestra libertad.
Anecdóticamente, quisiéramos recordar el 30 de abril de 2019. A esta hora no conocemos qué ocurrió aquel día en Venezuela. Cuando se desclasifiquen los documentos correspondientes, lo sabremos. Lo que sí sabemos es lo que expresaron muchos funcionarios americanos. El propio delegado especial del presidente Trump, declaró públicamente que los “complotados” apagaron los teléfonos y no atendieron más llamadas. Dicho en latín vulgar, estaban entendidos con gente del entorno de Maduro y nosotros no sabíamos quiénes eran. Estaban dispuestos a dejarlos en un régimen de transición. Cuando sepamos todo lo que ocurrió podremos decir si aquello nos convenía o no. Al final del día, recordemos, “los países no tienen amigos, sino intereses”.
Lo cierto es que nadie defiende a quien no se defiende a sí mismo. Una respuesta como la de Zelensky por parte de la oposición venezolana, es más necesaria que nunca. Son respuestas que cambian la historia.
En eso hay que trabajar.
Julio Castillo Sagarzazu es Maestro
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