Locademia de policía, por Teodoro Petkoff
Lo del jueves pasado, en el 23 de Enero, en el encuentro a tiros entre uno de los grupos armados que operan en esa urbanización y la Policía Metropolitana, a pesar de que atañe a lo que pudo haber sido a una verdadera tragedia, es imposible no verlo también desde un lado cómico.
Parecía una escena de aquella película «Locademia de Policía» o de alguna comiquita de «Los Tres Chiflados». Un par de agentes motorizados que se disponía a verificar la identidad de unas personas en la vecindad del Bloque 7, fue recibido a tiros. Inmediatamente pidieron refuerzos, que tardaron DIEZ MINUTOS EN LLEGAR PORQUE LOS MODULOS POLICIALES Y PUNTOS DE CONTROL EN LA ZONA FUERON DESMANTELADOS HACE YA VARIOS AÑOS. De modo que fue desde Cotiza desde donde debieron desplazarse, en dos «jaulas», los policías enviados al rescate de sus compañeros. El primero de los vehículos que se asomó en la zona, fue tiroteado también y se quedó varado: no tenía batería. Lo prendieron empujado y al tratar de retroceder, para eludir los disparos, chocó de frente con otra la «jaula», que venía detrás ¡No la vio, porque la «unidad», no sólo no tenía batería sino que andaba sin luces! Resultado: se volcaron ambos vehículos y 14 agentes resultaron heridos. Para colmo, vecinos de la zona, en sus carros particulares, tuvieron que trasladar los heridos a una clínica. La policía no tenía ambulancias. El otro bando celebró jubiloso el «triunfo» con disparos al aire. Total: ni moral ni luces.
Esto ocurrió casi dos meses después del 3 de abril, cuando los grupos armados del 23 de Enero protagonizaron, con la mayor tranquilidad e impunidad, un «paro armado» durante varias horas. Es decir, después que la PM pasó a manos del Minpopointerior, Rodríguez Chacín, «el 23» continúa siendo «zona liberada», donde los «colectivos armados» no permiten la presencia policial.
Pero, además, pueden actuar como dueños de la zona porque la policía no posee la más mínima capacidad para garantizar la seguridad de sus habitantes.
Cualquiera habría creído que el minpopointerior habría de colocar entre sus prioridades la reinstalación de los módulos policiales y los puntos de control en la zona. Pues no, no fue así. De modo que los arriesgados agentes que se atreven a patrullar en «el 23» continúan completamente desamparados.
Aquí está, resumida, parte del drama de la inseguridad ciudadana. Con una policía mal equipada, mal armada, mal pagada, mal entrenada -y a veces conectados algunos de sus efectivos con la delincuencia-, son lo hampones quienes se sienten seguros, no los ciudadanos. Guerra asimétrica la del «23»: los «colectivos» están mejor armados que los policías.