Los 100 años de doña Berta Hernández de Bello, por Rafael A. Sanabria M.
Bajo el tejado centenario, bajo la reminiscencia de sus tiempos y teniendo como fondo un largo corredor que exhibe, banca, prensa, chaveta y molde, Berta Hernández de Bello reserva la voz para no olvidar aquellas madrugadas de ensueños y aquellos crepúsculos con olor a torcedoras de tabaco.
Capa, tripa y capote resuenan como una campana alegre en su mente, porque aún sigue contándonos el arte de elaborar tabacos desde aquella vieja casona cuyo nombre no se puede olvidar, ya que quedó grabado en la memoria colectiva de El Consejo con un nombre y un apellido Tabaquería Bello.
Nace en la población de El Consejo (Tronconero) el 10 de febrero de 1920 a las 10 am. Hija de: Don Hilario Hernández Madero y Doña Isabel Ramírez, fue bautizada según libro de bautismo Nro 23, folio Nro 83 en la Santa Iglesia Parroquial Nuestra Señora del Buen Consejo el 26 de julio de 1920. Sus hermanos fueron Marcos, Antonio, Eufemia, José y Dominga Hernández Ramírez. Contrae matrimonio el 29 de octubre de 1938 con Mariano Antonio Bello.
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Doña Berta Hernández de Bello tiene 100 años de edad y desde su residencia ubicada en la parte alta de la Calle Sucre (antigua Calle del Ganado) nos recibe con palabras que salen de los rincones, dulzura y amabilidad en la voz de su dueña. Doña Berta se transforma en humildad y con la mirada Inocente como la de un niño. Nos permite entrar a la casa que fue de Don Mariano Bello (El Tabaquero de Siempre) y con fraterno saludo nos instala en su amplia sala y desde un pilar central que sostiene el retrato de Don Mariano Bello, recorre lentamente la historia como torcedora de tabaco y nos alberga en otros tiempos que solo es posible vivirlos en aromas, colores y manera de hablar. Así como nos concede el honor de compartir en medio del silencio de su casona la oración piadosa y el canto eucarístico que sus labios pronuncian con piedad y fervor.
Es Doña Berta una canción que estremece y eriza por la fe y la devoción que su rostro revela. El rezo del Santo Rosario, el ejercicio piadoso del vía crucis y el catecismo, los encontró desde muy niña y los ha llevado como estandarte, símbolo y noticia a las calles y casas del pueblo de El Consejo, que es testigo del trabajo laical de una señora que desde muy temprano empieza la rogativa colectiva para finalizar el día con su santa misa. Esta es una matrona de comunión diaria que, hasta hace pocos años, al escuchar el sonido alegre de las campanas del templo; emprendía la caminata para oír el evangelio y orar por la paz de su pueblo.
Tal ha sido el día a día de Doña Berta, una mujer que no conoce odios, envidias, ni rencores porque en su alma está atrapado el jardín del amor, bajo la sombra tejedora de la historia. Su devoción a Dios la ha llevado a integrar las filas de: la Sociedad de Nuestra Señora del Buen Consejo (fundadora), Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús (fundadora), Sociedad de las Damas Católicas de El Consejo (fundadora), Sociedad del Carmen Benefactora de sus Miembros. Así mismo luchó incansablemente en la Junta Pro-Templo para la construcción de las dos naves de la iglesia, junto al párroco Édgar Zapata.
Hablar de Doña Berta de Bello es iniciar un vía-crucis de apostolado silencioso que no tiene fin. Su persona es una figura muy relevante, por su función filantrópica en el pueblo de El Consejo que la vio nacer, crecer y dar sus mejores aportes en beneficio del colectivo.
Sus palabras están siempre allí para comenzar esa conversación que inspira paz y que nos enseña con sutileza el sentido de vivir tantos años regando su tierra natal de amor, por caminos cargados de huella y oración suplicante. Esa callecita de El Consejo cuyo nombre y número no puedo olvidar porque me conduce siempre hasta la casa de Doña Berta cada vez que quiero conocer algo de la historia pueblerina de El Consejo. Esa casa que guarda a una señora carismática, que siempre enlaza entre sus manos un delicado rosario de piedras finas que brillan como estrellas a la medianoche por la pureza que está depositada en su alma.
Doña Berta de Bello será por siempre rememorada por la sabiduría en el arte de elaborar tabaco y por la eternidad de sus oraciones que hacen de su mirada un cántico imaginero y un testimonio verdadero. Quién no va a querer a este bello monumento de la vida. Es la Berta profunda, sencilla y de mirada serena que ha estampado en el iris de Revenga el nombre de El Consejo.
Saludos, Señora Berta.